Carlos Sobera durante el acto " 90 años juntos: codo con codo" / gtres

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Cosas que aprendimos en 'First Dates'

Lo más importante que podemos aprender del programa es que realmente hay personas dispuestas a enamorarse a primera vista

Existen varias maneras de sentarse, preferiblemente en compañía, a recibir la dosis diaria de 'First Dates', el programa revelación de 2016 y, visto cómo está de mal el patio de las novedades catódicas, probablemente también lo sea de 2017. La primera lección que hemos aprendido pasa por cierto ánimo de burla, una posición de superioridad que no conviene mucho ensayar a poco que uno se haya aplicado la mínima autocrítica. También se echa mano de la ironía, un escudo protector para los que prefieren no mostrar demasiado sus entretelas. Hay que entregarse, creérselo y disfrutar o sufrir, lo que corresponda, con los proyectos de pareja. Esa es una gran primera lección: cuando se trata de amor, aunque sea en televisión, 'I want to believe': 'Quiero creer'.

Una buena segunda lección tiene que ver con lo malísimo que es generalizar. Si alguna vez pensamos que el amor en los tiempos de Tinder había muerto, ahí está 'Fitst Dates' para desmentirlo: decenas y decenas de personas afirman que buscan a alguien para comprometerse, compartir sofá y mantita y contemplar cuantos más amaneceres, mejor. Puede que nuestra sociedad exhiba las tasas de 'singles' más altas de la historia, pero está claro que no es una situación que sea una elección voluntaria por parte de todos. Hay gente ahí fuera buscando el amor.

Pero lo más importante que aprendemos de 'First Dates', de toda esas personas deseosas de encontrar amor, afecto, sexo, compañía, complicidad o todo ello junto, es que el primer paso para enamorarse es querer hacerlo. Hay un mundo de distancia entre las personas que acuden con una lista de requerimientos que llega al suelo y aquellas dispuestas a mirar positiva y alegremente a la persona que le sienten enfrente. Esa predisposición a la empatía, esa decisión de apreciar lo que otra persona puede dar en detrimento de lo que no posee, podría ser la clave de una vida, no diremos feliz pero, mucho más entretenida. Una en la que nos vamos encontrando con los demás en vez de esperar a que aparezca la encarnación de una idealización que, probablemente, no existe. Qué razón tiene Carlos Sobera en 'First Dates': para enamorarse hay que mojarse.

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