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No estar en las redes sí es un lujo

Los móviles y otros dispositivos se están convirtiendo en el centro de nuestra vida y en monopolizadores de la atención

Un grupo de amigas atendiendo a sus teléfonos móviles / fotolia

Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

Los filósofos nos advierten desde hace tiempo que los objetos inanimados no están verdaderamente muertos, porque nos afectan, nos influyen y, en los casos más graves, nos poseen. De ahí que debiéramos ser instruidos para que pudiéramos elegir de la manera más conscientemente posible a qué objetos nos conviene dar poder sobre nosotros y a cuáles no. En el programa de ayer de 'Salvados' vimos cómo los móviles se están convirtiendo en el centro de nuestra vida y en monopolizadores de la atención. Muchos jóvenes han de desengancharse. Muchas jóvenes 'celebs' también.

Justin Bieber, Selena Gómez, Gigi Hadid, Kendall Jenner... La lista de famosas que han tenido que desinstalarse las aplicaciones para volver a conectarse con la realidad es interminable. El filósofo Zygmunt Bauman proponía que es el miedo a la soledad el que alimenta la adicción a los móviles: postear un comentario, una foto o un vídeo y recibir un like o un comentario mantiene la ilusión de que no estamos solos, pero también evita que busquemos soluciones reales a nuestra soledad. Nos aíslan.

Otros profesionales suman más factores en esta tendencia a depender de los smartphones y las redes sociales: el narcisismo, el deseo de control, poco entrenamiento para soportar el aburrimiento y la frustración... En el caso de las jóvenes y famosas celebridades, a la dependencia personal propia de su generación se suma la obligación es además profesional: viven de nuestra adicción. Se encuentran atrapadas doblemente, como jóvenes millenial y como trabajadoras.

De hecho, es este punto, el de la obligatoriedad profesional de usar las redes, el que ofrece el mayor punto de fricción con lo que puede ser considerada una vida humanamente digna. Al final, el estar permanentemente conectados ofrece una oportunidad a las empresas para colonizar nuestro tiempo más allá de la jornada laboral. En Francia ya ha entrado en vigor el derecho a la "desconexión digital", a dejar de responder los mensajes cuando termina la jornada laboral.

La nueva norma obliga a las compañías con más de 50 empleados a abrir negociaciones sobre el derecho a estar "offline". Pero, a veces, somos nosotros mismos los que seguimos conectados más allá de lo comprensible. Hoy nos parece normal. Probablemente, dentro de unos años será síntoma de mala educación, de adicción o incluso de incivilización.

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