Llueve y llueve, y ni un alma. Este lugar me recuerda a Macondo", murmuro mirando por la ventana. "Villa Macondo, sí. Lo que cae es aguanieve", me contesta Algarubia. Es sábado por la noche y nuestra pandilla está dispersa. Gordi, encerrada preparando unas oposiciones; Listilla está saliendo con alguien, que "no quiere que contaminemos"; y Martina se largó a la India con Evaristo. Algarubia me enseña una foto suya en el móvil: Martina, con el Ganges al fondo. "Tiene una cara un poco rara, ¿no?", digo contemplando la expresión sofocada de nuestra amiga. "Bueno, a esa temperatura, rodeados de humo y de buitres..." responde Algarubia.
La televisión está encendida, pero sin sonido. Le subo el volumen. En la pantalla, una pareja discute: ella llora mientras él da vueltas en una habitación sin vistas. A la protagonista se le ha corrido el rímel. "Pobre, parece un mapache", opino. Algarubia se ríe y le quita de nuevo el volumen: "¡Mucho mejor!", afirma satisfecha.
No tenemos nada mejor que hacer y nos ponemos a doblar a los personajes. Con voz trágica, exclamo: "¿Entonces no me querés?". Algarubia, con voz ronca, responde: "¡Cómo os voy a querer con esa cara de árbol que tenés!". "¿Cara de árbol? ¡Sos cruel!", contesto y me entra un ataque de risa. Algarubia me mira pensativa: "Ahora que lo dices, mi último novio tenía ¡cara de arbusto! ¿O era de seta?". Le sigo el juego y pregunto: "Espera un momento, ¿quién era?". Me quita el mando y sonríe: "Algo con erre. ¿Rodolfo? ¿Ricardo? ¿Renato?".
"Tienes que acordarte, solo han pasado tres años", respondo y nos reímos las dos. En realidad, solo han pasado tres meses. Ella suspira y añade: "El caso es reponerse, ¿pero cómo?". "A mí me va bien bailar en combinación con una dieta alta en fruta de temporada", le sugiero. Ella asiente: "Sí, nada de papaya o de mango, mejor darse a la manzana reineta".
Devuelvo el volumen a la televisión y los protagonistas siguen con su retahíla: "Miénteme, Ernesto Pablo Ruperto. Dime que me esperarás". "Está bien, os esperaré", dice él. Bajo el volumen y Algarubia susurra: "Dime que me esperarás, Antonio Pedro Ruberto Alberto". Ahora, soy yo quién con voz ronca protesta: "¿Por quién me tomás? ¡Sabés que tengo esposa!... y 10 hijos. ¿Tú te ocuparías de ellos?". "¡Ni loca!", ríe Algarubia.
Apagamos la serie infame y decidimos salir. Cogidas del brazo bajo un paraguas, nos dirigimos al bar. Nos sentamos en la barra, pedimos dos cervezas y filosofamos acerca del amor y de la diferencia entre la cerveza rubia y la tostada. Después, volvemos a casa. "¿Has visto Magia en la luna?", le pregunto. "No. Planazo. Veámoslav, responde ella. Hablamos mucho del amor verdadero, pero muy poco de la amistad verdadera.
20 de enero-18 de febrero
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¿Qué me deparan los astros?