vivir
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El joven Irving Penn tardó en encontrar su camino. Quería ser artista. Dibujó en una revista, pasó un año pintando en México y se rindió; no era lo bastante bueno. Cogió una cámara de fotos por casualidad, cuando trabajaba como asistente del director artístico de Vogue. Su primera foto (un bodegón de complementos) fue portada en 1943 y Penn, al fin, lo vio claro.
Tenía un talento natural para los retratos. Despojaba el fondo de todo artificio, sabía jugar con la luz y los volúmenes (a fin de cuentas, tenía ojo de artista) y conocía a la gente. Su artimaña preferida era unir dos paneles creando un ángulo agudo. En aquel rincón, algunos personajes se sentían atrapados y otros, protegidos. En ambos casos, era interesante retratarlos en ese momento.
Truman Capote, New York, 1948 /
El Metropolitan Museum de Nueva York conmemora el centenario de su nacimiento con Irving Penn: Centennial (hasta el 30 de julio), una retrospectiva que abarca no solo su especialidad, el retrato de moda, sino también los bodegones, los retratos de fondo sociológico -sus series de Londres y Perú son especialmente conocidas-, las instantáneas que hizo de su esposa, la top Lisa Fonssagrives, y sus pequeñas obsesiones: las flores, los carteles callejeros o los cigarrillos. Todo un collage de imágenes llenas de belleza que esbozan el espíritu de un artista centenario.