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Las seguidoras profesionales de los programas de cocina lo tenemos claro: gran parte del éxito de estos formatos se basan en el morbo infinito de ver cómo adultos hechos y derechos se enfrentan a un tribunal y a su sumarísimo juicio. Los concursantes son como niños y los chefs profesionales, como los emperadores romanos que en el circo les enviaban a la muerte con solo bajar un pulgar. En esa situación tan tensa, donde los concursantes han de ofrecer la otra mejilla, es difícil medir las palabras. Reluce el auténtico fondo de armario del pensamiento de cada uno. Y a veces, como en el caso de Jose Luis, se produce el desastre.
Al pobre cocinero, el más guasón de esta edición, le estaba cayendo una bronca sobre uno de sus platos y, ante la opinión del jurado que calificó su actuación como "un momento bajo" no se le ocurrió otra cosa que decir: "Será que me va a bajar la regla". La cara de Samantha Vallejo-Nágera fue un poema. Tratando de contener su enfado, le contestó: "Hay que cocinar siempre bien, independientemente del momento del mes". Gracias a su rápida reacción ante un comentario machista, salvó por los pelos la reputación de un programa que, lo sabemos las fans más críticas, no se caracteriza realmente por su trato igualitario a cocineros y cocineras.
Los micromachismos en los que incurren los chefs del jurado de Masterchef son ya un clásico de la televisión. Pero son tan viejunos y casposos, que muchas veces pasan el corte del enfado y van directamente al cubo de la basura mental. Por ejemplo: preguntarle a las cocineras de mayor edad si han pedido permiso a sus maridos para concursar. O que la cámara y la mirada de los chefs masculinos se regodee en el cuerpo de una concursante especialmente guapa. Samantha suele hacerle comentarios sobre las calorías de los platos a las concursantes femeninas. A una llegaron a cambiarle el look el año pasado porque el que traía de casa no les terminaba de convencer.
Masterchef no es un programa que destaque por su tratamiento igualitario, aunque no haya surgido aún una gran polémica que los hunda en la hoguera de la parrilla. Sin embargo, los que lo vemos sabemos que reluce en la conversación de los chefs más veteranos la educación y el contexto machista. No tiene un pase que en un casting se hagan bromas a un candidato gay porque le gusta Rocío Jurado. No es necesario. Por eso, cuando eligieron al trío de chefs para leer el pregón del Orgullo Gay 2016, la organización tuvo que dar un paso atrás porque la comunidad LGTBI se les echó encima en un grito unánime: ¿Qué hacen estos cocineros machistas por nuestro colectivo?
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