Leer para ser feliz

Más de la mitad de los adolescentes actuales considera que leer es un aburrimiento, y la culpa, es de los adultos.

Care Santos Madrid

¿Alguien va al cine para aprender a hacer un plano contrapicado? ¿Tomamos apuntes mientras vemos la película? ¿Estamos obligados a hacer resúmenes de su contenido? Seguramente, si todo lo que acabo de decir ocurriera, un alto porcentaje de nosotros consideraría que ir al cine es un aburrimiento.

Pues bien, más de la mitad de los adolescentes actuales considera que leer es un aburrimiento, y la culpa (me temo), es de los adultos.

Esos adultos que insisten en que hay que leer para a) adquirir vocabulario; b) ser mejores en los estudios; c) ser mejores personas; d) otras razones pintorescas. Todos esos adultos controladores que imponen libros (con preocupante tendencia a sus propios gustos lectores de mil años atrás), arrugan la nariz si ellos pretenden leer algo por su cuenta o les obligan a un rato de lectura diaria. Los mismos adultos que no tienen tiempo de leer ni de contagiar la pasión por los libros, se quejan de que sus hijos no lean. No me cuento entre ellos, por cierto.

"Leer va contra el mundo que hemos inventado. En medio del ruido, reclama silencio"

En realidad, la cosa no es así. Leer hace feliz, en primer lugar. Ese debería ser el argumento más aplastante. ¿Para qué vamos al cine? Para ser felices, para emocionarnos, para pasar un buen rato. Las mismas razones son válidas cuando tomamos un libro. En los libros -me gusta a mí decirles a los chavales-, está todo. Lo que sus padres quieren que aprendan y lo que no. Todo aquello que necesitan saber para entenderse. A veces no es fácil dar con el libro adecuado. Por eso se necesitan (buenos) mediadores. Tenemos muchos. Profesores y bibliotecarios que lo han entendido, que hacen un gran trabajo. Qué haríamos sin ellos.

También necesitamos tiempo. Un rato al día, en el aula, para leer. Leer va contra el mundo que hemos inventado. En un mundo lleno de ruido, leer reclama silencio. Qué alegría ir contra el mundo. Y con qué ganas lo harán ellos, cuando lo sepan.

Abrir un libro

En un poema precioso dedicado a la biblioteca pública de Los Ángeles y titulado El incendio de un sueño, Charles Bukowski contó cómo leer evitó que se convirtiera en "un suicida, un ladrón o un tipo que maltrata a su mujer". Le secundó, años más tarde, el editor Walter Edison, que creció en un entorno violento y solía refugiarse en una biblioteca. Al abrir un libro, escribe, "podía imaginarme fuera de aquel lugar". Eso es. Leer salva. 

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