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Todo empezó con una tira de cómic. En 1985, la artista gráfica Alison Bechdel dibujó una viñeta en la que dos personajes discutían sobre qué película irían a ver al cine. Una de ellas le explicaba a la otra que ya no veía películas que no cumplieran tres requisitos: que hubiera dos personajes femeninos, a poder ser con nombre propio; que mantuvieran una conversación entre ellas; y que esa conversación no girara en torno a los hombres.
El test de Bechdel nació como un chiste, pero se ha popularizado como una fórmula para valorar si un trabajo creativo (sea una película, una serie o una obra de teatro) es capaz de superar la brecha de género y romper con los dichosos estereotipos femeninos.
En teoría, aprobar no debería ser difícil, pero la lista de películas que lo suspenden es infinita, desde la trilogía original de 'Star Wars' hasta 'Avatar', pasando por 'Cuando Harry encontró a Sally' o 'Toy Story'. Y aunque este verano la fiebre por 'Wonder Woman' ha demostrado que algo está cambiando en Hollywood, la revolución que está llamada a cambiar las reglas de la ficción está ocurriendo en televisión.
No es que las series femeninas aprueben holgadamente el test de Bechdel, es que lo están pulverizando. Series con protagonistas femeninas ha habido siempre. 'Sexo en Nueva York' revolucionó el género y rompió tabús, pero sus conflictos y sus tramas giraban obsesivamente alrededor del objetivo romántico de turno. 'Anatomía de Grey' también lo intentó, pero lo que empezó siendo un fenómeno televisivo acabó derivando en una telenovela interminable.
Con el tiempo, las series femeninas se han ido refinando. Ya no giran exclusivamente en torno a las relaciones íntimas o familiares de sus protagonistas. O si lo hacen, es dándole una vuelta de tuerca (o 30) al género.
Sin embargo, las series más transgresoras pasan directamente de novios y amantes, bodas y embarazos. No es que sus protagonistas no estén casadas o no sean madres, es que esos detalles no definen sus existencias. Son, como les gusta decir a directores y guionistas, personajes tridimensionales, complejos, a ratos fuertes, a ratos vulnerables.
A través de esos personajes, hemos fisgoneado en la trastienda del poder político ('Veep' o 'Scandal'), en las tribulaciones de un clon ('Orphan Black'), de una súper heroína con problemas ('Jessica Jones') o de un grupo de 'millennials' en perpetua crisis existencial ('Girls').
Aunque quizá la más revolucionaria sea 'Orange is the new black' ('OITNB'), sobre el día a día de una cárcel de mujeres. Desde su estreno en Netflix en 2013, la serie creada por Jenji Kohan ha roto esquemas haciendo de la diversidad su santo y seña: sus internas son ricas y pobres, jóvenes y viejas, gordas y delgadas, "heteros", lesbianas, transexuales...
Pero lo mejor de 'OITNB' es que ha creado escuela. Gracias a ella los repartos femeninos corales y diversos se han puesto de moda. En 'Claws' (TNT), el escenario es un salón de manicura de Florida, cuyas cinco empleadas hacen pedicuras mientras blanquean dinero para el crimen organizado y en la miniserie de HBO 'Big Little Lies', las protagonistas son amas de casa de un suburbio privilegiado de California en el que ha ocurrido un crimen.
Pero la revolución no está solo en los repartos, sino en la relación que une a los personajes. Aunque no tienen reparos en mostrar la ambigüedad moral y hasta la maldad, también se han propuesto romper el último estereotipo femenino: la creencia de que las mujeres están condenadas a despellejarse entre ellas. A menudo, por culpa de un hombre. Y no es que el conflicto haya sido desterrado de estas ficciones, sino que la solidaridad y la empatía femenina impregnan las historias y están tratando de cambiar la narrativa sobre la amistad entre mujeres.
En 'El Cuento de la Criada' (HBO), un régimen teocrático ha despojado a las mujeres de sus derechos y obligado a algunas de ellas a convertirse en doncellas con un único objetivo: dar descendencia a los líderes de la nueva sociedad. Todo un alegato a favor de los derechos reproductivos, pero también una defensa a ultranza de la solidaridad femenina. Ha sido la serie del año, con 5 galardones en los Premios Emmy 2017
Y aunque sobre el cuadrilátero de 'Glow', la serie de Netflix sobre la lucha libre femenina, sus protagonistas se tiran de los pelos, quizá su mayor transgresión consiste en retratar las relaciones de amistad que acaban tejiéndose entre quienes estaban destinadas a ser enemigas.
La serie arranca con una escena simbólica: un casting, en el que una actriz lee apasionadamente un diálogo catártico. "Estás leyendo el papel del hombre", le interrumpe el director. Su línea, en realidad, era la de la secretaria: "Perdón por la interrupción, su mujer está en la línea dos". Obviamente, 'Glow' pulveriza el test de Bechdel.
Aunque quizá la prueba irrefutable de que esta revolución feminista es irreversible es que, después de 54 años en antena, el Doctor Who será una mujer. La actriz británica Jodie Whittaker tomará el testigo de los 12 actores que, durante más de medio siglo, han viajado en el tiempo en la piel del mítico personaje de la BBC. La nueva 'doctora Who' pasará el test de Bechdel. Y lo hará con nota.
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