La primera temporada de 'Stranger Things' contó tres historias en paralelo que se retroalimentaban. Tres historias generacionales: la de los niños que se sumergen en las corrientes y los lodos de una aventura que los supera; la de los adolescentes que investigan en el pantano y el océano del amor y del sexo; y la de los adultos que, para poner a salvo a sus retoños, tienen que vencer al Mal.
En un pueblo de Indiana, a principios de los 80, un grupo de niños juegan a rol. Esa partida de 'Dragones y Mazmorras' se parece mucho a la que a pocos kilómetros están jugando -en la realidad- los científicos del Hawkins National Laboratory.
Si los jóvenes protagonistas imaginan magos y monstruos, los investigadores adultosabren portales a una realidad paralela, paranormal y peligrosa. Un mundo que se superpone al nuestro, pero podrido de telarañas, engendros y oscuridad.
Un mundo que secuestra a uno de los niños, Will, el hijo de Joyce Byers (Winona Ryder). La actriz ha dejado muy atrás los personajes seductores e incluso glamurosos, y después de su excelente interpretación del hundimiento de Vinni Restiano en 'Show me a hero', construye en Joyce un nuevo personaje humano, demasiado humano.
Madre de Will y de Jonathan, divorciada, ya habitaba la fragilidad antes de la desaparición del pequeño. A partir de entonces, pasa en pocos días de la obsesión por encontrarlo a la locura. Una locura lúcida. Porque solo ella se da cuenta de que, desde el reverso de nuestro mundo, desde esa madriguera donde está prisionera, tan cerca del útero familiar y al mismo tiempo tan lejos de él, Will puede comunicarse, al menos con ella.
El clímax de esa historia tiene lugar cuando Joyce crea en la pared del salón un abecedario, cada letra iluminada por una bombilla de color. Pocas madres en la historia de la ficción han ido tan lejos en su amor irracional y solo ella ha encontrado en la iluminación navideña una metáfora tan poderosa del amor hacia un hijo.
Porque es así como logra que Will pueda hablarle desde su zulo del más allá. Encendiendo y apagando el lenguaje. Creando un ritmo luminoso en su lengua materna.
Ha pasado ya a la historia de la televisión como una gran serie juvenil, diseñada al milímetro para homenajear películas y modas de los años 80 (desde 'E.T.' hasta esos peinados). Emblema de Netflix en estos momentos, tras el éxito de la primera temporada, regresa ahora (27 de octubre) con toda la fuerza promocional de la plataforma de moda.
20 de enero-18 de febrero
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