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Halloween: hambre de miedo

Nunca como ahora el ocio del terror tuvo una oferta tan grande. El gore y lo macabro tienen tirón y la industria lo aprovecha. El cine, la televisión, la literatura y hasta los parques temáticos se apuntan a esta fiebre que se contagia, como un virus mutante, en vísperas de Halloween.

En 'Anabelle: creation', una muñeca diabólica siembra el terror./d. r.

En 'Anabelle: creation', una muñeca diabólica siembra el terror. / d. r.

pilar ortega

Aumentan los festivales dedicados al cine y la literatura del género; los editores buscan autores que firmen historias de fantasmas y misterio; los cines exhiben cada vez más películas de terror y lo truculento invade el entretenimiento de niños y adolescentes. Pero, ¿por qué nos atrae el miedo? ¿Quizá porque todos llevamos un sádico dentro? ¿O porque, fisiológicamente, necesitamos incrementar los niveles de adrenalina? ¿Será porque buscamos experiencias extremas para hacer interesante nuestra existencia rutinaria? ¿O porque sabemos que es ficción y nos sentimos mejor, y más vivos, tras los acelerados latidos de nuestro corazón?

El miedo, dicen los manuales de psiquiatría, es una de las cinco emociones primarias del ser humano, junto a la alegría, la tristeza, la rabia y el asco. Se trata de un mecanismo de defensa, una señal de alerta que se activa cuando estamos ante un peligro (o lo intuimos), pero que, si se convierte en excesiva, nos paraliza. En este caso, nos adentraríamos en el campo de la patología, que es harina de otro costal. De hecho, los expertos aseguran que uno de cada 10 adultos padece un trastorno relacionado con el miedo o las fobias.

El filósofo y pedagogo José Antonio Marina sabe bien lo que es el miedo. Lleva años investigando este sentimiento en todas sus facetas y es autor de tres ensayos sobre el tema, entre ellos Anatomía del miedo. "La sociedad de hoy no es ni más oscura ni más siniestra que la de nuestros padres -asegura-. Lo que ocurre es que ahora hay mayor consumo del miedo como ocio, porque en esta sociedad se consume más de cualquier cosa y se derrocha de todo". Marina comparte con Virginia Woolf la idea de que el ser humano necesita sentir, sea lo que sea, pero siempre de un modo seguro y controlado, sin que le reviente la cabeza: " Nos gusta pasar miedo, pero miedo simulado, para notar una especie de infiernillo emocional. Así ha sido siempre. Hay una tendencia natural por sentir emociones extremas", asegura.

It, basada en la novela de Stephen King, cuenta la historia de un grupo de niños aterrorizados por un monstruo, que se alimenta del terror de sus víctimas y se disfraza de payaso, Pennywise. / d. r.

Temores que petrifican

Blanca Munguía, psicóloga y psicoanalista, confirma que el miedo es absolutamente necesario, pero quiere hacer una distinción entre el que está relacionado con fenómenos externos (cine, teatro, novela...) y el interior, vinculado a nuestras fantasías: temor a lo nuevo, a lo desconocido, a la soledad, a la pérdida del amor, al abandono, al dolor, a no ser comprendidos y, en última instancia, a la muerte, que es el miedo esencial. "Cuando estos últimos temores sobrepasan determinados límites y nos dejan petrificados, cuando los vivimos como un gran peligro, es cuando se convierten en patológicos".

Munguía intuye que, detrás del boom social generado en torno al consumo de mundos oscuros y siniestros, existe un gran negocio basado en un sentimiento que todos compartimos: ¿quién no ha sentido alguna vez miedo?, se pregunta. Que levante la mano. " todos tenemos miedo de algo y todos intentamos esconder y disimular nuestros temores. Como en el cine, nos tapamos los ojos, pero abrimos una rendija para ver si somos capaces de superarlos".

La psicóloga asegura que cada persona afronta ese sentimiento de miedo de una manera diferente, dependiendo del carácter y el estado emocional. ¿Qué es más peligroso para la salud mental: una escena de terror en la ficción o una escena desagradable en la vida real?, preguntamos. Y responde: "Depende de cada personalidad, de la manera en que la gente viva el miedo".

Los zombies renacen en época de crisis y los vampiros triunfan en tiempos de bonanza, dice la escritora Margaret Atwood.

Entonces, ¿por qué los adolescentes están fascinados por los payasos que secuestran niños, por los zombis que comen cerebros o por las muñecas diabólicas? ¿Por qué los adultos buscan experiencias extremas en la ficción? ¿Por qué, en una época de inseguridad global, se despierta este hambre insaciable de terror? Nelson Szerman, psiquiatra adscrito al Hospital General Gregorio Marañón, parte de la premisa de que las conductas humanas son muy complejas, debido a la peculiar configuración de nuestro cerebro: "Estamos programados para buscar lo básico para sobrevivir, pero no todos tenemos las mismas capacidades para conseguir el agua, la comida y el sexo, y explorar el territorio. Hay personas curiosas que buscan la novedad y, entre ellas, están las que disfrutan con el terror y se enfrentan a él sin tener ninguna patología. Eso explica por qué unas personas no tienen miedo al miedo y otras huimos de él", reconoce.

Sin embargo, los cambios fisiológicos que se producen en el organismo ante una situación de terror son idénticos en todo el mundo: el corazón bombea más rápido para que los músculos puedan ponerse rápidamente en movimiento, la respiración se agita para disponer de más oxígeno, la piel se vuelve pálida porque la sangre se dirige a la masa muscular, el tubo digestivo se paraliza para no malgastar energías y todos los sentidos aumentan su vigilancia.

Pablo Cruz, editor de Anaya Infantil y Juvenil, afirma que, desde el Romanticismo, la experiencia de sentir el peligro en un entorno seguro -como el salón de una casa o la butaca de un cine- ha cautivado a pequeños y grandes. " El terror es un género que permite vivir sensaciones que, por suerte, no experimentamos en el día a día. En el cine ha sido un tema recurrente desde sus orígenes (Nosferatu, El gabinete del doctor Caligari...).

Y si no, que se lo pregunten a Ángel Sala, director desde 2001 del Festival de Cine Fantástico de Sitges, certamen que este año ha celebrado su medio siglo de existencia con un récord de visitantes. Un tiempo lo suficientemente largo para vislumbrar la evolución del género: "Todas las épocas tienen sus monstruos y sus miedos, que actúan como antídotos de la realidad. Hubo un tiempo que fueron La Bella y la Bestia, en otro momento King Kong, después el Apocalipsis y, luego, los zombis".

El terror, añade Sala, ha roto el techo de los espectadores aficionados, porque se ha incrustado en el ámbito doméstico, con el auge de las series televisivas, la novela negra y los videojuegos: "La gente que antes no se acercaba al género convive ahora con él. Estamos rodeados. Es un público de todas las edades. Los niños consumen películas terroríficas, como It o Annabelle, y conectan muy bien con el terror, especialmente si trae el sello de Stephen King, que fue el primero que en los años 70 difundió masivamente el miedo".

Vampiros o zombis

Dice la escritora canadiense Margaret Atwood que los zombis renacen en épocas de crisis y los vampiros triunfan en tiempos de bonanza, pero Ángel Sala puntualiza que " los zombis han vuelto para quedarse, porque la industria del videojuego no les va a dejar irse y porque representan ese terror colectivo de no saber por qué pasan cosas inexplicables. Los zombis carecen del glamour y del romanticismo de los vampiros. Drácula muestra su belleza seductora, mientras que el zombi es carroñero, es una alimaña que se pudre".

El caso es que los monstruos se renuevan y se vuelven más sofisticados. Lo confirma el escritor Lorenzo Silva, también director de la Semana Negra de Getafe. "La capacidad de dar miedo con monstruos convencionales se ha perdido, seguramente por acumulación y saturación de mensajes. Recientemente vi, con mis hijos, 'El resplandor', que me sigue pareciendo pavorosa, y ellos se pasaron todo el tiempo riendo y cachondeándose. No se creían nada".

¿Será que los niños han dejado de tomarse en serio las brujas o los fantasmas por su simplicidad? ¿Por eso buscan personajes cada vez más siniestros? "El miedo en el cine se produce ahora más con el efectismo visual y el montaje sonoro que con el grado de oscuridad y deshumanización del monstruo", afirma Lorenzo Silva, mientras recuerda una escena que le impresionó de una serie británica, The State, en la que un chico juega al fútbol con la cabeza de un prisionero decapitado. "Hace 30 años, esta imagen nos habría parecido el colmo del horror, pero ahora se inserta como algo más".

En este sentido, José Antonio Marina puntualiza que los niños pequeños siguen teniendo interés por las brujas, los fantasmas, y las historias de miedo, pero desde un marco de seguridad: "Hasta los psicólogos dicen que ese interés es una especie de procedimiento natural que les entrena para el manejo de emociones futuras".

¿Y qué sucede con las mujeres? ¿Qué papel desempeñan en estas terrorificas historias? Relegadas a una posición de dependencia, suelen aparecer como víctimas mortales o supervivientes con secuelas, huyendo de psicópatas y asesinos, víctimas de violencia sexual... pero en pocas ocasiones hemos visto a una mujer en el papel de verdugo, capaz de engendrar el mal. Sin embargo, son bastantes las que han firmado historias de miedo: Mary Shelley, Ann Radcliffe, Anne Rice, Daphne du Maurier...

Por eso, el novelista y guionista Fernando Marías considera que el cine de terror y negro necesita una renovación. "En el cine clásico, los personajes femeninos corresponden al de una mujer fatal o a una novia redentora. Hay que esperar al siglo XXI para que las mujeres empiecen a destacar. Y ya se ven personajes femeninos de peso", señala el autor del proyecto literario Hnegra, en el que han participado 22 escritoras, entre ellas Espido Freire, Milagros Frías o la cineasta Mabel Lozano, con un relato de ficción en el que las heroínas son mujeres en una atmósfera criminal.

Mar Peris, editora de RBA, reconoce que nos gusta pasar miedo en el cine más que leyendo, quizá porque el terror se consume mejor en compañía: "La lectura es un acto individual, por lo que el miedo da mucho más miedo, ya que no puedes compartirlo ni atenuarlo con unas risas nerviosas", asegura, mientras lamenta la falta de autores del género en España.

Precisamente, una de las escritoras veteranas es Alicia Giménez Bartlett. Para ella, la razón de que nos interesen cada vez más estos argumentos se halla en que " la vida es tan poco emocionante que necesitamos sentir cosas. Lo importante es percibir la vida a borbotones, protagonizar experiencias, por negativas que sean".

Esa demanda ha generado nuevos festivales de cine de terror y de novela negra. "Hay gente que dice que hay inflación de festivales, pero nadie se queja de la inflación de bares y de estadios de fútbol -asegura Lorenzo Silva-. Así que celebremos cada nuevo certamen. No tengamos miedo".

*Artículo originalmente publicado en el número 968 de mujerhoy.

20 de enero-18 de febrero

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