Jane Eyre. / d.r.

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Ballet: la danza y la vida

La belleza clásica y dramática del ballet nos llega directa al corazón... aunque, a menudo, las historias que nos cuenta tengan su origen en otros campos: la literatura, la filosofía o, incluso, la teoría musical.

El ballet es un género crisol, capaz de aprehender el sentimiento que subyace en otros lugares y convertirlo en belleza en movimiento. Por eso, a menudo sus fuentes se encuentran fuera de sí mismo. Por ejemplo, en la literatura, como sucede con Jane Eyre (en gira por Gran Bretaña hasta el mes de junio), el montaje de Cathy Marston para el británico Northern Ballet, que captura el alma de la heroína más moderna de las Brontë y se convierte en un canto a la independencia de espíritu femenina.

También de origen literario es Viatge al centre de la terra, la apuesta del Teatre Nacional de Catalunya por el ballet infantil, que nos llega protagonizado por niñas y tecnológico (en Barcelona, del 22 de febrero al 11 de marzo).

Y, si resulta difícil trasladar la palabra literaria a la danza, más complicado aún es conseguir que conceptos abstractos como la filosofía o la estructura musical se conviertan en piezas interpretables. El primer objetivo lo consigue María Zambrano, la palabra danzante (en el Teatro Municipal Rosalía de Castro, A Coruña, 10 de marzo), un ballet que condensa el pensamiento de la filósofa malagueña y con el que la compañía Karlik celebra su 25 aniversario; el segundo, el Hong Kong Ballet, que en Shape of Glow reflexiona sobre los mimbres de las partituras de Mozart y Beethoven (9 y 10 de marzo, El Escorial, Madrid).

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