El príncipe azul, que solo existe en la fantasía infantil, aparece en los cuentos para representar los deseos que se juegan en la infancia. La rana, animal que simboliza la metamorfosis -ya que nace pez y deviene anfibio-, se convierte en el príncipe azul por obra del deseo de la niña que le da un beso. Seguir suponiendo, cuando se llega a la edad adulta, que va a aparecer un príncipe o que aquel al que amamos lo es, solo conduce a la frustración.
Puede suceder que la mujer, que se empeña en seguir disfrazando a la pareja con todo lo que ella desea, viva en una farsa que no se atreve a desenmascarar. Este mecanismo produce un peso psíquico y una presión interna a causa de la lucha que se establece entre el deseo de mantener la idea del príncipe azul y la realidad: que vive con un hombre que no la acompaña en su vida como a ella le gustaría. Esta presión puede expresarse en síntomas psíquicos, tales como la depresión, o se puede somatizar como enfermedades de su cuerpo. Aunque, lo que realmente la pone enferma es que su pareja no se ajusta a sus sueños.
Con tal de mantener en el altar a ese príncipe que solo existe en su propia fantasía, la mujer empieza a disculpar cualquier cosa que haga él, aunque vaya en contra de sí misma. Incluso se echa la culpa de lo que sucede. Porque en realidad no le quiere como es, no acepta sus debilidades y tampoco las propias.
La mujer puede quedar de esta manera sometida a algunas características de su "príncipe" imaginario que no le gustan, porque las niega y las padece. Pero a lo que está sometida, sobre todo, es a sus deseos inconscientes y a sus propios conflictos, que la llevan a confundir la fantasía con la realidad.
Elsa se encontraba sola y se sentía perdida. Le sucedía cuando Jaime se iba de casa enfadado. Por un lado, prefería que se fuera, porque no soportaba verle así; por otro, se sentía mal porque necesitaba tenerlo cerca. A Jaime no le gustaba hablar cuando estaba enfadado y prefería esconderse para que ella no le viera en ese estado. ¿Qué le pasa a Elsa? ¿A qué se debe la incomunicación entre ellos? Ambos sufren conflictos pasados que desconocen porque son inconscientes. Elsa tiene un padre en el que nunca se pudo apoyar y que produjo en ella una sensación de desamparo excesivo que ahora le evoca Jaime cuando la deja sola. Mientras, él se muestra incapaz de escuchar conflicto alguno relacionado con sus hijos o con ella misma.
Lo que a Elsa la enamoró de Jaime fue que tenía una gran facilidad de palabra y lo mucho que la halagaba. Frente al silencio y la falta de palabras de su padre, que Elsa siempre interpretó como falta de cariño y reconocimiento, aparecía Jaime que la bañaba en palabras bonitas. Era, pensaba ella, su príncipe azul. Lo que ignoraba es que la capacidad de hablar de él estaba condicionada a que no hubiera problemas. Cuando los conflictos aparecían, se inhibía.
Jaime, por su parte, también padeció la figura de un padre ausente con el que no era fácil identificarse y del que su madre tenía mala opinión. Así que no soporta ningún conflicto porque se siente criticado, pues le devuelve la imagen de un progenitor irresponsable que le recuerda al suyo. Por eso, se va, para que Elsa no vea sus carencias, aunque a ella le duela y le haga revivir su soledad infantil. Con su pareja, Elsa intenta compensar su historia de silencios, pero él se aleja cuando más le necesita.
¿Por qué se idealiza a la pareja? Idealizar al otro es una operación psíquica que consiste en atribuir a esa persona cualidades que la hacen mejor, alejando así de la conciencia de quien lo mira aquello que no le gusta.
Cuando vemos a la pareja solo como a nosotros nos gustaría que fuera, porque deseamos que cubra carencias antiguas que no se han podido elaborar, más temprano que tarde aparece la decepción. Una forma de intentar evitarla es negar lo que no gusta del otro, precisamente, porque recuerda algo de lo que se huía. En el caso de Elsa, huye de un hombre que le recuerde el abandono paterno, pero se encuentra con Jaime que a veces la deja sola.
En el encuentro amoroso, estamos dominados por modelos de relaciones afectivas y deseos infantiles que se generaron en la infancia. En ocasiones, la mirada hacia el otro la conduce el deseo de tapar vacíos o reparar desamparos. La pareja viene a cubrir algunas de nuestras carencias y a ayudarnos a realizar algunos de nuestros deseos. Muchos de los impulsos que nos hacen elegir a nuestra pareja amorosa son inconscientes, por eso muchas veces se encuentra aquello de lo que se huye. Jamás sabremos del todo lo que nos llevó a amarle, aunque sí podemos averiguar algunas razones si indagamos en nuestro mundo interno.
En el amor se puede buscar al otro en función de una imagen de príncipe azul que cubra el espacio interno que tenemos en conflicto. Podemos elegir, por ejemplo, a un hombre muy protector porque queremos cubrir la sensación de desamparo que se tuvo en la infancia respecto a un padre ausente o a una madre dominante.
Si se insiste en que el otro es un príncipe que no tiene fallos, se le da un poder excesiva y se le aguantarán cosas inaceptables. Esta actitud es peligrosa.
Tenemos que preguntarnos qué esperamos de la pareja y si es más de lo que nos puede dar.
Cuando reflexionamos sobre lo que nos gusta del otro, estamos reflexionando sobre nosotros mismos: sobre lo que deseamos, sobre lo que no tenemos, sobre lo que queremos compartir.
Cuanto más conozcamos nuestro mundo emocional, mejor sabremos qué nos ocurre con el otro. Si se sigue creyendo en el príncipe azul, hay que indagar en nuestro mundo interno.
20 de enero-18 de febrero
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