En un ataque minimalista, me apunto al movimiento “tíralo todo”. Martina, que se ha ofrecido a ayudarme, coge la alfombra del salón y comienza a sacurdirla con una vieja raqueta de tenis. “¡Esto es genial! ¡Mejor que la terapia!” –grita con el pelo recogido en una especie de turbante–. ¿Y si ponemos un letrero en la puerta que diga: “Alfombraterapia. Libérate de trastornos emocionales, relaciones apolilladas y conflictos familiares”. Cojo otra raqueta y contesto riendo: “¿Y Tintoterapia? Sería un negocio por partida doble”. Pero ella replica: “No. ¡Pensarán que incitamos a beber para olvidar!”.
Se escucha un rugido y aparece Amelia que, desde su flamante coche rojo fresón, nos mira divertida. “¡Hola! Estáis arrebatadoras. Perdona, eso que llevas en la cabeza ¿es un paño de cocina?”. Contesto: “Más bien un mantel. Los hacía mi abuela con las sábanas viejas”. Interviene Martina: “¿Qué? ¿Te apuntas, Am? ¡Hay raquetas de sobra!”. Con sus gafas oscuras y el pañuelo al cuello, Amelia recuerda a Audrey Hepburn, si esta hubiera vivido en Arbustillo de la Sierra. “Lo siento, he quedado; prefiero no llegar llena de polvo”, responde y sigue su camino.
Rita se acerca con la correa en la boca, Bufalino la secunda dando saltos. Damos un paseo. Recogemos tomillo y mejorana, hacemos ramos de lavanda y de cantueso, y nos ponemos caléndulas en la cabeza. El paraíso es un campo en primavera.
A la vuelta, vemos a un hombre con una cámara, atisbando el jardín. Los perros ladran al desconocido, pero cuando le alcanzan le llenan de lametones. Él nos lanza una pregunta y una sonrisa señalando la cámara: “¿Puedo?”. Dado que los perros le han dado el visto bueno, le invitamos a pasar. Tras un aperitivo con vino y aceitunas, se dedica a hacernos fotos junto al rosalillo silvestre, con las raquetas sacudiendo las alfombras, leyendo tiradas debajo del almendro, rodeadas de rastrillos y regaderas, tomando un té con las gallinas de mi vecina, con Búfalo y Rita retozando en la hierba y Microgata observando.
Después de la improvisada sesión, le invitamos a comer pisto con huevo frito y ensalada; “¿Y a que os dedicáis vosotras?”, pregunta mojando el pan en la yema.“Somos alfombrinas”, digo yo. “En primavera también somos rameras”, añade Martina. Al ver su expresión de incredulidad, aclaro: “¡Hacemos ramos!”. Y nos reímos los tres. Después del café, se despide prometiendo mandarnos las fotos. Al verle desaparecer, mi amiga suspira y pregunta: “¿Volverá? Todos los hombres que me interesan… ¡desaparecen por ese camino!”. Le paso el brazo por los hombros diciendo: “Volverá a por la Dama de las Pelusas.”
Unas semanas después, Lis y Gordi entran en casa blandiendo una revista. Y allí estamos: sonrientes, centellando nuestros pañuelos entre las flores, los perros al sol, las cajas llenas de libros, las gallinas, la mecedora de mi abuela... Y debajo, el título de la exposición: “GlamuRosas”.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?