'Todo mi pasado se hundió cuando mi madre hizo lo mismo que mi padre: morirse', escribe Manuel Vilas en 'Ordesa' (Alfaguara) una novela que comenzó a escribir, en mayo del 2014, a los pocos días de la muerte de su madre , que evocó a su vez la del padre, ocurrida nueve años antes
Para llegar a sentirnos bien con nosotros mismos, tuvimos que ser amados por otros, que suelen ser la madre y el padre. Ellos nos proporcionaron las palabras con las que descubrimos el mundo y con las que nos edificamos como seres humanos. ¿Cómo afecta la muerte de los padres? ¿Pesan más los secretos de familia por no haber sido nombrados?
Las palabras que en vida pronunciara el padre del autor acerca del amor que podía sentir por su hijo son buscadas con insistencia a lo largo de todo el libro. 'Padre, nunca me dijiste te quiero'. Y añade refiriéndose a los momentos que pasaron juntos: 'Nos encantaba jugar a los dos. Jugábamos muy bien. Formábamos un solo ser. Nos fundíamos. Éramos amor. Pero nunca lo hablamos. Nunca lo dijimos'.
Esas palabras que jamás llegaron a pronunciarse, además de nombrar el vacío que abre la muerte de la madre, promovieron seguramente el deseo de Manuel Vilas de escribir este libro. Los silencios familiares, que él rompe con esta novela, afectan también a la vida de los abuelos: 'Mi abuelo paterno no sé quién fue. Mi abuelo materno aún menos', escribe.
Somos alguien en tanto en cuanto somos capaces de recordar una historia en la que ocupamos un lugar entre aquellos que nos rodeaban. Hay deseos infantiles que nunca se podrán cumplir y fantasías que suplieron carencias difíciles de aceptar. Estamos inconscientemente habitados por fantasmas que determinan nuestra vida porque fuimos atravesados por las palabras o por la ausencia de ellas. Dice Vilas: ' Solo escribiendo podía dar salida a tantos mensajes oscuros que venían de lo que somos'. Y así es, pues nuestra identidad es una construcción mental. Su naturaleza es psicológica, porque se asienta en fantasmas inconscientes e identificaciones con nuestros seres queridos, con quienes compartimos rasgos que, gustándonos o no, forman parte de nuestra identidad.
' Mi padre decía que me parecía a mi madre. Yo lo que quería era parecerme a él. Creo que no me parezco a ninguno; en eso reside el abismo de la procreación, en la aparición de seres diferentes. Un hijo es un ser nuevo. Y está solo', escribe. Pero no estamos solos. Cuando nos separamos psíquicamente de la madre, arrastramos recuerdos e identificaciones que colaboran a la creación de una subjetividad única. Ahí se encuentra la riqueza del ser humano y su fragilidad.
La lucha del personaje de la novela por abandonar el alcohol representa el intento de liberarse de una servidumbre que le daña. El alcohólico intenta prescindir de un vínculo amoroso interno que le conduce a una dependencia excesiva. Tiene la fantasía de que esa dependencia puede ser sustituida por la euforia que produce la bebida. Lo que consigue es lo opuesto.
Los estudios llevados a cabo por el psicoanálisis han mostrado que quien hace uso excesivo del alcohol intenta compensar algunas carencias interiores que guardan relación con sentimientos de frustración amorosa, con el desamparo. Escribe Vilas: 'Un hijo no debe asistir al momento en que su madre se convierte en una niña'. Y es que cuando esto sucede el desamparo del niño no puede ser mayor.
A lo largo del libro se percibe cómo va cambiando la imagen interna que tiene de los padres para convertirse al final en una carta de amor. Al comprender las limitaciones de sus padres y aceptarlas, se hace cargo de su historia y es más dueño de ella.
El escritor dispuesto a narrar su vida en una autobiografía, igual que la persona que se psicoanaliza, está creando sus recuerdos a medida que da cuenta de ellos. Una autobiografía es una escritura que puede abrir la perspectiva de una nueva vida.
Lacan afirma que escribir los recuerdos de infancia tiene consecuencias, pues implica el pasaje de una escritura ya dada a otra más propia. La autobiografía es una exploración de lo desconocido que nos habita.
“Mi vida entera estaba allí”, dice Manuel Vilas refiriéndose a Ordesa, una novela autobiográfica que convoca al lector a preguntarse por su propia historia, además de asistir al retrato de la clase media-baja de la España de los años 60 y 70.
A los personajes les pone nombres de músicos. Así, sus padres se convierten en Bach y Wagner; sus hijos son Brahms y Vivaldi: una de sus tías, María Callas... Y es que la música nos toca más allá de las palabras. Este libro parece una partitura bien escrita cuyo sonido nos toca.
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