vivir

Asesinato en la puerta de la escuela

¿Quién puede impedir que el mal nos aceche? ¿De qué sirven las órdenes de alejamiento si, en momentos cruciales, nos fallan como escudos? Esta es la crónica de una tragedia en la que la determinación de un asesino pudo más que todos los mecanismos legales diseñados para proteger a su víctima.

Ilustración para Crónica de cuatro muertes anunciadas. / sean mackoui

ramón campos

A menudo las órdenes de alejamiento no son capaces de detener los insultos, las amenazas, los golpes, las balas... La distancia no es una medida suficiente para proteger una vida cuando el otro está dispuesto a arrebatarla. 

Jessica –Yessi, como la llamaban los que la conocían– salió del bar de su padre, en el que trabajaba, en Monforte del Cid, un pequeño pueblo situado en el interior de Alicante, poco antes de las cuatro y media de la tarde del 8 de noviembre de 2017. Cogió el coche y se dispuso a recorrer los 14 kilómetros de la A31 que la llevaban a Elda, el pueblo donde hasta hacía unos meses había vivido con su expareja, Imanol, y donde su hijo Carlos, de cuatro años, continuaba yendo a la escuela.

Al llegar, Jessica aparcó el coche en las cercanías del colegio, como hacía siempre. A esas horas, con todos los padres recogiendo a sus hijos, no era fácil encontrar un lugar libre. Ese día, de todas formas, llegaba con tiempo suficiente. Caminó hasta la entrada y se dirigió a la clase donde el pequeño Carlos, nada más verla, salió corriendo para lanzarse a sus brazos; como cada día. El niño todavía no era consciente de que sus padres se habían separado. En parte por eso, para evitarle cambios innecesarios, Jessica había decidido mantenerlo en el mismo colegio, pese a que eso, a ella, le suponía hacer ese trayecto cada mañana y cada tarde.

Después de ponerle el abrigo, y cerrárselo, se dirigieron a la salida entre el bullicio de los juegos infantiles y los corrillos de las madres y padres. Eran las cinco y cinco de la tarde y, aunque hacía fresco, el cielo estaba despejado. Jessica, una de las cinco hijas de José, el belalcazareño, había conocido a Imanol seis años antes, en 2011, cuando los había presentado un amigo común.

Él, culturista aficionado, trabajaba esporádicamente en una de las muchas empresas relacionadas con la industria del calzado de la zona. Ella, aficionada al deporte y amante de la playa, trabajaba en uno de los restaurantes familiares desde que había dejado de estudiar en 4º de ESO, y compartía con Imanol la pasión por los tatuajes. Con 25 y 22 años, respectivamente, eran una pareja de jóvenes guapos, atractivos y con toda la vida por delante. ¿Quién iba a imaginar lo que sucedería en los años siguientes?

Tras la primera agresión, Jessica denunció a Imanol. Pero él le suplicó y ella le perdonó.

Al principio todo fue bien en la relación. Imanol, un chico “simpático y correcto”, en palabras de los que le conocían, tenía cierto genio, pero este se limitaba a salidas de tono en la intimidad y golpes a objetos cuando las cosas no resultaban como él consideraba que debían ser. Poco a poco, cada día, ese genio fue desbordándose un poco más hasta que, tres años después de que comenzaran a salir los golpes, por primera vez, no fueron contra un objeto. Acababan de tener a su primer hijo.

Jessica, una chica de carácter y resuelta, decidió poner la cuestión en manos de la justicia. Desgraciadamente, las súplicas de Imanol, prometiéndole que aquello no iba a volver a suceder, surtieron efecto y ante el juez instructor, finalmente, Yessi se negó a declarar. Cuántas veces se arrepentiría de eso en los años siguientes. El caso llegó a juicio, aunque finalmente Imanol fue absuelto por un juzgado de lo penal de Alicante.

Durante los siguientes meses, las cosas parecieron ir a mejor. Mientras Imanol continuaba acudiendo asiduamente al gimnasio, y jugando al fútbol sala, otra de sus grandes aficiones junto con los coches, lo sucedido parecía haber sido un percance que no volvería a repetirse. Ni siquiera se comportaba de forma violenta, aunque la tensión parecía volver a acumularse en él, que ahora ya llevaba un tiempo sin conseguir trabajo.

En enero del 2016 el “simpático y correcto” Imanol, tras unos meses de insultos y malos gestos –porque las malas hierbas, cuando no se arrancan de raíz, siempre terminan volviendo a salir– golpeó a Jessica de nuevo. Y en ese momento, las súplicas de él ya no le sirvieron de nada. Ella decidió ir hasta el final en el juzgado y el hombre fue condenado por un delito de lesiones en el ámbito familiar. Ante el juez, Imanol reconoció los hechos y se benefició de la reducción de un tercio en la pena solicitada por el fiscal. Fue condenado a 40 días de trabajos en beneficio de la comunidad y se le impusieron, además, la privación del derecho a la tenencia de armas por dos años y la prohibición de acercarse durante ocho meses a su pareja. Poco importó eso. Ni una cosa ni la otra.

Tras un último intento de retomar la relación “por el bien del niño”, Jessica, por fin, abrió los ojos e hizo caso a lo que para todo el mundo ya era un clamor: que ese hombre con el que compartía vida era un maltratador y que ella estaba metida de lleno en lo que se conoce como el “ciclo de la violencia” (1)*.

El ciclo de la violencia:

  • La violencia contra las mujeres suele presentarse en lo que los expertos llaman el “ciclo de la violencia”, una dinámica relacional y de comportamiento que se repite una y otra vez.

  • 1. Fase de tensión: se dan gritos, insultos, empujones, malas contestaciones… Las mujeres víctimas, a lo largo de esta etapa, suelen justificar las reacciones del agresor con diferentes excusas: diciendo que está muy cansado o estresado, que no le van bien las cosas en el trabajo, que tiene mucho carácter...

  • 2. Fase de agresión: los actos violentos son más frecuentes y aumentan en intensidad: gritos, golpes, violencia sexual, amenazas. La mujer suele contar lo que le sucede y pide ayuda.

  • 3. Fase de arrepentimiento: también conocida como fase de luna de miel. El agresor pide perdón y promete que los actos violentos no volverán a suceder. Le pide a la mujer que le ayude a cambiar. Ella le perdona, desiste de la ayuda y vuelve a la primera fase de este comportamiento circular.

  • Si eres víctima de la violencia de género, o lo es alguien de tu entorno, llama al 016. Es gratuito y podrán atenderte en 52 idiomas.

Sí, en el verano del año pasado Yessi rompió definitivamente cualquier vínculo con el que durante seis años había sido su pareja y se marchó de Elda para vivir en Monforte del Cid, cerca de su familia.  Se pactó que el régimen de visitas al pequeño Carlos se produjera siempre a través de una tercera persona. No verla, ni siquiera en esos momentos, lo volvía loco. Imanol, como un perro enjaulado, comenzó a obsesionarse cada vez más con la que había sido su pareja, hasta el punto de que el 2 de noviembre decidió ir a verla para convencerla de que volviese con él. Jessica ni lo dudó. Denunció de nuevo a Imanol ante la policía y ese mismo día, como medida cautelar, se dictó una orden de alejamiento que le impedía acercarse a Jessica a menos de 300 metros, o comunicarse con ella por cualquier medio hasta que hubiera una sentencia firme.

El juzgado ordenaba además comunicar la medida a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, a los Servicios Sociales y de Atención a la Mujer, a la Oficina de Atención a las Víctimas del Delito de la Generalitat Valenciana así como al Registro Central para la Protección de las Víctimas de Violencia Doméstica para que se tomasen las medidas precisas de ayuda a la denunciante.

El juicio se señaló para una semana después, el 9 de noviembre, justo un día después de los terribles hechos que vamos a relatar.

No verla lo volvía loco: como un perro enjaulado comenzó a obsesionarse cada vez más con ella.

La mañana del 8 de noviembre, haciendo caso omiso a la orden de alejamiento del juez, Imanol trató de ponerse en contacto, por vía telefónica, con Jessica. Creyendo que así podría esquivar a la policía, no llamó desde su teléfono, sino desde el de una tercera persona. Fueron tres llamadas, que Yessi recibió mientras trabajaba y por las que volvió a denunciarle. La jueza ante la que Imanol compareció conocía la existencia de una orden de alejamiento, pero no sabía –porque la base de datos informática no lo explicitaba– qué motivos habían llevado al juez a dictarla. La fiscal encargada de la causa por amenazas tampoco llegó a recibir la información del nuevo arresto. Y la Guardia Civil calificaba el riesgo solo de “medio”... Tras declarar, Imanol quedó en libertad, como investigado, a la espera del juicio del día siguiente.

Ese 8 de noviembre era también el día en que Jessica salió del bar de su padre para ir a buscar a su hijo; como cada tarde. El día en que, tras darle un abrazo, mil besos y cerrarle el abrigo, porque fuera había refrescado, salieron a la calle.

“!!Yessi!!”, gritó una voz a su espalda. 

Jessica se giró y vio a Imanol. Tenía barba y el pelo más largo que habitualmente. No hubo más palabras. Él levantó la mano automáticamente para apuntarle con una pistola de nueve milímetros que, aún a día de hoy, nadie sabe dónde consiguió. Ella tuvo el tiempo justo para darse cuenta de lo que sucedía; pero, desgraciadamente, es imposible ser más rápido que una bala.

“¡Papá ha matado a mamá!”, gritó Carlos, de cuatro años, corriendo a los brazos de su maestra.

El primer disparo retumbó en la calle haciendo que todos los presentes, familias, alumnado y profesorado, se girasen hacia allí entre sorprendidos y dubitativos. A veces, los niños más mayores jugaban con petardos en los alrededores o algún tubo de escape, de las motos de los adolescentes del colegio de enfrente, explotaba cuando aceleraban de golpe. Las otras cuatro detonaciones confirmaron las peores sospechas. Cinco tiros, tres en el cuerpo y dos en la cabeza, que hicieron volar a los pájaros de los árboles cercanos. Cinco disparos que ralentizaron el tiempo y provocaron una desbandada de todo el mundo a la búsqueda de refugio. El pequeño Carlos, a sus cuatro años, corrió entre la gente hacia la escuela, mientras su madre caía al suelo desplomada.

–¡Papá ha matado a mamá! ¡Papá ha matado a mamá! –entró gritando Carlos, mientras se lanzaba a los brazos de su profesora y el corazón de su madre en la acera luchaba por no dejar de latir.

Imanol se giró y caminó, sin soltar la pistola, hasta el Seat Altea, que unos minutos antes había aparcado a 20 metros de allí. Se sentó en el asiento del conductor y aceleró a fondo pero, al intentar girar, se empotró contra el muro del mismo colegio del que hacía unos instantes había salido Jessica. Acorralado por los acontecimientos, Imanol Castillo Sánchez acercó la pistola a su boca y se disparó en la cabeza. Mientras él moría al instante, los servicios de emergencia llegaban a la puerta del colegio, donde Jessica continuaba intentando encontrar una bocanada de aire que le dejase volver a ver a su hijo.

Las puertas del servicio de urgencias del hospital se abrieron y el personal sanitario la llevó directamente al quirófano para intentar salvarla; pero poco se podía hacer por ella. En muerte cerebral, Jessica Bravo Cutillas, Yessi, la mamá de Carlos, la hija de José, fallecía 24 horas después en la UCI del Hospital de Elda.

Su corazón, el único órgano que las balas de su expareja no pudo dañar, late hoy en el cuerpo de otra persona.

Tras el asesinato de Jessica, el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género urgió a implantar medidas de protección a las víctimas, como imponer la libertad vigilada a los agresores, actualizar los dispositivos de seguimiento o endurecer las consecuencias de quebrantar una orden de alejamiento, además de formar y asignar a agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional en exclusiva a la protección de las mujeres que denuncien a sus maltratadores.

No te pierdas...

-¿Por qué no funcionan las órdenes de alejamiento?

-La mujer que murió dos veces

-Las relaciones de maltrato: algunas reflexiones para entender lo que está pasando

-Ana Orantes: el crimen machista que lo cambió todo

20 de enero-18 de febrero

Acuario

Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más

¿Qué me deparan los astros?