vivir
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“Puede que no haya fotografiado a todo el mundo, pero voy por buen camino”, asegura William Coupon en Portraits, el volumen en el que la editorial Damiani recopila sus mejores retratos. Él ni siquiera quería ser fotógrafo. Trabajaba en una agencia de publicidad neoyorquina y soñaba con ser músico, pero su sentido del ritmo era malo y su intuición visual, en cambio, era extraordinaria. Desarrolló un estilo particular, casi pictórico, para sus retratos: tonos cálidos, fondo oscuro, claroscuro, miradas cargadas de intención. Rembrandt, Holbein y los maestros holandeses dejaban su huella (junto con Avedon y Arbus, por supuesto) en fotografías donde el alma humana hablaba más alto que el estatus de celebrity.
Coupon empezó fotografiando a personajes anónimos de la cultura clubber, en los años 70 y 80, y pronto los famosos llamaron a su puerta. Todos los presidentes de Estados Unidos han pasado ante su cámara (incluso Trump, a modo de presagio, casi candoroso con una paloma entre las manos). Estrellas del rock, modelos, artistas y escritores también posaron para portadas de Time, Rolling Stone y Esquire, entre otras revistas.
Pero Coupon nunca se dejó cegar por la fama ajena. Su pasión son las culturas indígenas y, paralelamente a sus retratos de estrellas, ha viajado por todo el mundo para fotografiar a lapones, bereberes, pigmeos o indios del Amazonas. En la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, fotografió a todos los líderes tribales presentes. Y a día de hoy, sigue conciliando ambas facetas de su carrera.
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