Mujer y coche rojo / Maite Niebla

vivir

Alfonsina, adiós. Por Pina Graus

Suena el teléfono fijo, descuelgo y digo: "¿Hola?"...

Suena el teléfono fijo, descuelgo y digo: "¿Hola?". Nadie responde. Repito: "¿Hola?". La voz de mi amigo Mario me llega desvanecida: "Soy yo. La echo tanto de menos que me dan ganas de tirarme por el balcón". Omito que vive en un primero y le propongo quedar a medio camino entre su casa y la mía. Mario es auxiliar de vuelo y vive en un pueblo residencial mucho más glamuroso que el mío, que "apesta a abono, mientras que el mío huele a rosas", suele decir riendo. A lo que yo respondo que "además de estiércol, huele a tomillo, lavanda y madreselva".

Quedamos en la terrazilla de siempre. Cuando llega, ocultos los ojos tras sus gafas de sol, le abrazo y pregunto: "He pedido horchata para mí, ¿qué quieres tú?". "Un whisky solo", contesta. "¿Desde cuando bebes whisky a media tarde?", pregunto y responde: "Desde hace un mes".

Le paso la mano por el hombro, y añado: "Siento no haber estado, me pilló cruzando el Sáhara...".

Le dejo que se explaye: " Anteayer, volviendo de Chile, tuvimos muchas turbulencias y una señora mayor me preguntó: "¿Vamos a morir, verdad?". En lugar de tranquilizarla, se me saltaron las lágrimas. La mujer, al verlo, se levantó y se puso a gritar: "¡Vamos a morir! ¡Todos!". A lo que un hombre sentado cerca respondió: "Desde luego, tarde o temprano"; después, volviéndose hacia mí, masculló: "¿No puede darle algo?". Murmurando que iba a buscar un ansiolítico, me di la vuelta y le pedí a una compañera que atendiera a la mujer. Encerrado en el baño, intenté tranquilizarme mientras los gritos de la mujer clamando "¡Nunca hay supervivientes!” traspasaban la puerta".

"¿Y que pasó?", pregunto riendo. "Me dieron una baja de tres días". "¿Y a la mujer?". "A ella le dieron un par de tranquilizantes: tuvimos que despertarla cuando aterrizó el avión".

Retomo el asunto, "¿Cuantos años llevabais juntos?". "14. Lo que peor llevo es que ahora vivo solo. Teníamos una comunicación muy especial, sin palabras. Recuerdo esa mirada suya tan intensa". Intento animarle y con voz argentina canturreo: "¡Esosojosquemematan!".

Aparecen Algarubia y Martina, y se sientan. Cambiamos de conversación y todo gira en torno al nuevo plan de mis amigas, que consiste en montar un restaurante biofamiliar: comida casera, biocroquetas, gazpacho de biotomates...

Mario es un enamorado de la cocina y en un momento la charla gira en torno al perejil, las especias y los melones. La amistad y la comida son el mejor antídoto contra la tristeza.

Algarubia y Martina se tienen que ir. Cuando nos quedamos solos, le pregunto: " ¿Por qué la llamaste Alfonsina?". Contesta sonriendo: "Porque así se llamaba mi bisabuela y las dos tenían los ojos saltones". Antes de subir a mi coche, señalo el asiento del copiloto: "Vamos al Refugio, no hace falta que sea un carlino ni un bulldog parisino".

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