Julia. Brisas del mar (1957). /
Alberto Korda asistía al funeral por los 136 fallecidos en la explosión de un barco cuando vio a Ernesto Guevara subir al estrado y mirar a la multitud.
El fotógrafo Alberto Korda con dos de sus obras: el icónico retrato del Che y otro de Jean Paul Sartre. /
Apretó el disparador y la imagen resultante, (“un instante de suerte”, dijo) se convirtió en la fotografía más reproducida de la historia. Pero, aunque Korda fue uno de los fotógrafos de cabecera de Fidel Castro, su verdadera pasión –a ambos lados de la cámara– fue la belleza femenina. Ahora, ambas facetas de su obra, aparentemente contradictorias, se encuentran en la exposición Korda, belleza y revolución, que puede visitarse en el Centro de Cultura Contemporánea La Térmica de Málaga hasta el 10 de enero.
Norka, hotel Habana Libre (1958). /
Las modelos preferidas de Korda fueron sus mujeres... o, mejor dicho, se casó con sus modelos preferidas. Julia y Norka, su primera y su segunda esposa, protagonizaron en los años 40 y 50 sus populares fotos publicitarias, que difundía la revista cubana Carteles, con textos de Guillermo Cabrera Infante. Tras la revolución, cuando la política eclipsó a la moda, Korda se centró en retratar la intensidad única de milicianas y obreras. A la larga, sin embargo, su pasado “frívolo” le supuso la desaprobación del régimen y el artista acabó dedicándose a la menos problemática fotografía submarina. Exposiciones como la de La Térmica nos recuerdan el talento integral de un fotógrafo empujado, cámara en mano, por los vaivenes de la historia.
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