No elegimos de quién nos enamoramos. La metáfora del flechazo es exacta y terrible: cuando comienzas a pensar en cómo es la persona de quien te has enamorado ya es demasiado tarde; el diseño de la flecha impide que te la arranques sin provocar un destrozo dolorísimo en los músculos, los tendones, el pulmón y la piel, por no hablar del corazón.
Es la precuela de Breaking Bad, aunque por momentos parece que sea a la inversa, tal es el nivel de excelencia de la nueva serie de Vince Gilligan. Está protagonizada por un abogado con tendencia a hacer trampas, Jimmy McGill (Bob Odenkirk). Su pareja en la ficción es una abogada, en cambio, modélica, Kim Wexler (Rhea Seehorn). Sus miserias personales se enmarcan en el auge del narcotráfico en la frontera entre México y los Estados Unidos.
Pocos personajes seriales ejemplifican tan bien esa realidad universal como Kim Wexler. Abogada brillante, mujer independiente, guapa y decidida, comete el error (o la vida lo comete por ella) de enamorarse de un viejo amigo que es, al mismo tiempo, la persona equivocada. Porque Jimmy es un encanto, la cuida, la quiere, pero no puede evitar ser quien es: un tramposo, un timador, un hombre que lleva demasiado tiempo tratando de aprovecharse de la gente como para quitarse ahora la máscara, como para no intentar sacar algún tipo de provecho también de ella. Su amor. Porque, como casi siempre, el amor -para más inri- es mutuo.
El accidente automovilístico que sufre Kim en la tercera temporada es la metáfora perfecta del desastre que vive. Aunque la causa directa sea el cansancio extremo (la falta de sueño, el exceso de horas extras: es sin duda una adicta al trabajo), la indirecta o inconsciente es esa relación de apariencia amable, pero profundamente tóxica.
Una relación cuya razón de ser es, en realidad, oscura. Por su exitosa carrera profesional, la vida de Kim podía parecer envidiable. Pero en realidad estaba muy sola hasta que Jimmy ocupó parcialmente su tiempo y completamente sus sentimientos. Y lo que lo atrae de él es, extrañamente, lo mismo que la horroriza. Han jugado alguna vez a timar a tipos indeseables. Han hecho trampas juntos. La adrenalina es una droga. Jimmy está totalmente enganchado a ella; Kim es una consumidora esporádica. Como no existe la asociación de timadores anónimos, esa historia desequilibrada solamente puede terminar mal. Muy mal. A ver qué ocurre en la próxima temporada. Pero lo que sí sabemos es que en Breaking Bad Kim Wexler ya no existe en la vida de Saul Goodman, quien ha dejado atrás su piel de Jimmy McGill y ya no quiere a nadie más que a sí mismo.
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