El foodie: comer, beber, amar... pero contigo, claro
También hay regaladores ego... de ególatras. Ya sabes, regalos que en realidad te gustaría hacerte a ti mismo. Algunos pueden ser muy explícitos: por ejemplo, si le regalas a tu novio un vestido de tu talla, o si él te regala a ti una maquinilla de barba con cinco cabezales, igual os habéis pasado de la raya. Pero hay otros auto-regalos mucho más sutiles. Pasa con los libros, que “misteriosamente” terminan en tu mesilla de noche y no en la suya; con la música, con los viajes y, por supuesto, con los restaurantes. Regalar comida y bebida es, en cualquier caso, una idea magnífica. Todo para dos, por supuesto. Así, lo peor que te puede pasar es que al otro no le guste el menú y tengas que comer por dos. O que no le guste la botella de vino y acabes con una resaca al cuadrado.
Raquel Córcoles/Textos: Lucía Taboada