El trompo (1959). /
Paris, 1957. Un violonchelista sorprendido por la lluvia se detiene junto a la calzada, abre un paraguas y, en lugar de cubrirse él, protege su instrumento. Músico bajo la lluvia es una de esas fotos de Robert Doisneau (1912-1994) que recogen con total naturalidad el espíritu parisino de la posguerra. Como el célebre Beso del Hotel de Ville. Poco importa que los amantes del beso fueran dos estudiantes de arte a los que el fotógrafo les pidió que posaran. O que el violonchelista fuera su amigo Maurice Baquet (a quien siguió retratando a lo largo de los años).
La corneta del domingo (1947). /
Las imágenes son tan reales como la vida misma y dejan huella. Tal vez porque transmiten la auténtica pasión y la desfachatez de un mundo que recupera vertiginosamente su vitalidad. La música es una de las expresiones más claras de ese latido. Durante 40 años, Doisneau le tomó el pulso al ritmo parisino. Esto es, de Eartha Kit (en un club de jazz, en los 40) a los Rita Mitzouko (en una sala de conciertos, en los 80).
Banda de músicos (1959). /
Se sumió en antros, callejuelas y salones para recolectar estampas sin las que hoy no sería posible entender del todo el aspecto musical de la Ciudad Luz. Su nieta, Clémentine Deroudille, ha comisariado la exposición Doisneau et la musique con esas icónicas imágenes -algunas inéditas- en la Filarmónica de París (hasta el 28 de abril) y las ha recogido en un libro, que publica la editorial Rizzoli.
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