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Los meses posteriores al atentado en Múnich durante los Juegos Olímpicos de 1972 son políticamente muy tensos, pero la joven Charlie Ross se encuentra en una playa griega, ajena al brutal conflicto entre Israel y Palestina que pone en jaque a las potencias mundiales. Allí conoce a Gadi Becker, un hombre reservado hasta el misterio, tan seductor. Tras una cita exageradamente romántica en la Acrópolis de Atenas, él la conduce a la casa donde opera la célula del Mossad a la que pertenece. Quieren que se una a ellos. Quieren que se convierta en la novia virtual de un terrorista palestino. Que lleve a cabo su actuación definitiva.
Adaptación de la novela homónima de John Le Carré, La chica del tambor es una sofisticada serie dirigida por el cineasta surcoreano Park Chan-wook, que narra cómo dos espías israelíes (interpretados por Alexander Skarsgård y Michael Shannon) convencen a una joven actriz británica llamada Charlie Ross (Florence Pugh) para que se infiltre en un grupo terrorista.
Porque Charlie es actriz. Además es una joven mujer apasionada y con mucha determinación, que simpatiza con la izquierda radical y que responde a los rasgos físicos -rubia, ojos claros, caucásica...- que gustaban a Salim, a cuyo peligroso hermano planean dar ahora caza. Bajo la batuta del jefe de la operación, ayudada por Becker y por el resto del equipo, construyen mediante ensayos, cartas, fotografías trucadas y casi un lavado de cerebro una ficción que finalmente coincide con la realidad. Ese amor entre Salim y Charlie jamás existió, pero es tan verosímil que se vuelve casi real.
Lo cierto es que, ideológicamente, Charlie está más cerca de la nación sin Estado que del Estado plurinacional, pero el amor no sabe de banderas. Aunque simula estar enamorada de Salim, lo está de Gadi. Ese es el doble drama que vive la protagonista: ser verdugo pero también víctima de una guerra que no es la suya; ignorar si su amor de verdad por el israelí es tan auténtico como su amor de ficción por el palestino.
La geopolítica internacional actualiza constantemente el tópico barroco del gran teatro del mundo. Los espías que trabajan sobre el terreno siempre han tenido que ser buenos actores. La chica del tambor cuenta cómo una actriz, impulsada por el amor, consigue convencer a la madre y al hermano de un hombre muerto de que lo conoció íntimamente, de que forma parte de su misma causa.
Espía accidental, actriz por vocación, en el cuerpo y en el alma de Charlie, el novelista John Le Carré y el cineasta Park Chan-wook construyen un escenario turbulento, que nos recuerda que el teatro está en todas partes y que tras las máscaras de todos nosotros hay capas y capas y capas de ficción.
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