Si Balenciaga fue el arquitecto de la alta costura, artistas como Goya, Velázquez o Zuloaga fueron sus retratistas históricos. Y el modisto vasco, un enamorado del estilo y el arte españoles, lo sabía bien: desde muy joven, buceó en las obras de los grandes maestros en busca de inspiración. Su color fetiche, el negro, bebía de los tonos oscuros de Zurbarán y El Greco; su primera gran creación parisina, el vestido Infanta (1939), estaba inspirada en los retratos de la familia real firmados por Velázquez; y sus diseños son ricos en detalles tomados de la estética tradicional: aires de bata de cola en los vuelos de sus faldas, brillos de trajes de luces en sus chaquetas bolero, flores tomadas de los bodegones clásicos...
El museo madrileño Thyssen Bornemisza dedica su gran exposición veraniega –comisariada por Eloy Martínez de la Pera– a ese juego de paralelismos entre vestidos y obras de arte. Balenciaga y la pintura española (del 18 de junio al 22 de septiembre) reúne –y empareja– 90 piezas de indumentaria creadas por el diseñador y 55 pinturas, de los siglos XVI al XX, que verbalizan y analizan las tendencias históricas recogidas por el creador. Curiosamente, esta es la primera gran exposición dedicada a Balenciaga en Madrid en casi 50 años, y su enfoque la convierte en un puzle de inspiraciones cruzadas cuyas piezas encajan a la perfección.
20 de enero-18 de febrero
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¿Qué me deparan los astros?