vivir
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En el fondo, Marilyn Monroe no creía que los mejores amigos de una chica fueran los diamantes. Ese lugar, en su corazón, lo ocupaban los libros: adoraba a Steinbeck y a James Joyce, y escribía poesía. No estaba sola: Grace Kelly fundó una biblioteca de literatura irlandesa en Mónaco; James Dean se sentía cercano a El principito, de Antoine de Saint Exupery, y Audrey Hepburn, a Ana Frank; Joan Collins sufría pesadillas cuando leía Oliver Twist, y al despertar seguía leyéndolo porque Dickens le hablaba al corazón... La leyenda nos ha descrito a las estrellas del cine clásico como frívolas y extravagantes, pero algunos eran también grandes lectores.
Joan Fontaine con una torre de clásicos. /
No debería extrañarnos: más allá de los muchos vasos comunicantes entre libros y películas, el primer trabajo actoral que realiza todo ser humano es abstraerse en un personaje literario y vivir a través de él. Y esa pasión puede medirse en The Hollywood Book Club (Chronicle), una selección de fotografías que muestran a las estrellas clásicas del cine inmersas –en rodajes, en la bañera, al aire libre– en el simple y absoluto placer de la lectura. El autor de este peculiar volumen de shelfies (selfies con libros de fondo) es Steven Rea, archivista fotográfico y autor de otras crónicas visuales del backstage cinéfilo, como Cycling with the Stars y Hollywood Cafe.
Portada de Hollywood book club. /