Elisabeth Moss elige papeles que meten el dedo en la llaga. Su Peggy de Mad Men se enfrentaba al machismo de los creativos publicitarios de los 50 y los 60, pero también trataba las renuncias que una mujer tiene que hacer para ser considerada una buena profesional. En El cuento de la criada nos transporta a una dolorosa distopía en el que las mujeres son violadas para procrear hijos que después les arrebatarán.

Con este curriculum, no es de extrañar que uno se pregunte: ¿y cómo se pone ahora Elisabeth Moss a hacer una película de terror? Y es que hay trampa. Esto no es 'Viernes 13' y la actriz se ha reconvertido en una scream queen. Lo que sí es cierto es que la intérprete tenía ganas de hacer una película de miedo y encontró este proyecto, que le encaja como anillo al dedo.

En la película, Moss da vida a Cecilia Kass una mujer que sufre abusos por parte de su marido, Jack Griffin, un brillante y adinerado científico. Harta de la situación, consigue escapar y al poco él se suicida, dejándole parte de su fortuna. Pero ella huele a chamusquina y no le falta razón, porque el que fuera su esposo se ha convertido en el hombre invisible y sigue acosándola incluso con más inquina que cuando vestía traje.

DPR

El terror está servido: un hombre invisible acechando a su víctima. Pero más allá del grito fácil, como en todas las películas de la actriz, subyace una reflexión dolorosa. Pues como les ocurre a muchas mujeres que son acosadas, nadie cree a Kass, que parece una enajenada asegurando que la persigue su difunto marido. “Literalmente tienes a un hombre que es invisible, no puedes verlo, ella dice que está allí, que la está atacando, abusando de ella, manipulándola, y todos a su alrededor dudan de ella, no la creen. La analogía es increíblemente clara”, asegura la actriz.

Y es así como el director, Leigh Whannell, le da la vuelta al clásico del escritor H.G. Wells y además de aterrorizarnos un rato, lanza un mensaje sobre la invisibilidad a la que se expone a las mujeres acosadas. Dos pájaros de un tiro. Y con una interpretación de Elisabeth Moss que pone los pelos de punta.