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El equipo de Mujerhoy quiere compartir con vosotros, través de #mujerhoyencasa, sus consejos, ideas y recomendaciones para que el encierro sea más llevadero.
Tengo que empezar con una confesión: me metí en TikTok hace más de tres años, (cuando todavía se llamaba Musical.ly) con un objetivo claro: espiar sin reparos a mi sobrina que entonces tenía 11 años. Ella lo sabe, pero todavía no me ha localizado entre sus seguidores. Aunque me amenaza de muerte cada vez que su madre le recrimina que se ha hecho un vídeo enseñando el ombligo o que ha subido otra locura a su cuenta.
La cuestión es que revisar vídeos de adolescentes ( o famosos como Tamara Gorro) haciendo coreografías puede parecer una actividad de las que te empuja a la bebida temprana. Pero te aseguro que vas a encontrarle el punto. Y cuando lo hagas, lo vas a convertir, ( ya que no te puedes pintar las uñas), en tu terapia anticoronavirus favorita. Después de aplaudir en la ventana, por supuesto.
No hay misterio: TikTok es una red social. Como Facebook, como Twitter y como Instagram. Pero está habitada por escolares ( adolescentes y preadolescentes muy muy precoces) y estudiantes universitarios de primeros cursos, que todavía no han encontrado su camino en la vida, siguen apegados a sus costumbres de Bachillerato y tienen, en general, mucho más tiempo libre del que le confiesan a sus padres. Sí, ahí es donde pasan tantas horas vuestros hijos después de las partidas interminables de Fortnite.
Los millennials, que todavía no han caído en la cuenta de que se acercan peligrosamente a esa edad en la que ya dejas de ser relevante para las reglas del consumo, siguen en Instagram, creyendo que es supercool, supercreativo y muy grande. Pero TikTok, que, por cierto, es un invento Chino, ha superado ya los 1.500 millones de descargas y creció más de un 300% en 2019. En un solo mes se unieron 71 millones de usuarios de golpe.
Que conste que TikTok requiere esfuerzo: lo que ofrece es un feed de vídeos de varios segundos (entre 15 y 60, pero solo los viejunos se enrollan tanto), que os aseguro que están muchísimo más currados que vuestras stories de Instagram. Para empezar, porque la mayoría sincroniza a la perfección playback (ahora se llama lip sync, lo sé) y pasos de baile con canciones de temporada (con obsesión recurrente por el trap, el regaetton, Shawn Mendes y Oh nanana).
Si os sirve de consuelo, conseguir la perfección exige ensayar los movimientos varias veces antes de grabar, así que podéis estar tranquilos, vuestros retoños hacen más ejercicio encerrados en su habitación de lo que pensabais. Y están adquiriendo una habilidad extraordinaria en edición de vídeo.
Pero además, los usuarios han evolucionado y empiezan a abandonar el videclip musical ñoño para entrar en terrenos más audaces, con tutoriales desquiciados de 15 segundos y vídeos que son auténticos microcortometrajes. Si quieren estar a la altura de lo que hacen los demás, tienen que echarle imaginación. La gente demuestra en estas cosas que tiene mucho ingenio, os lo aseguro. Y eso, en tiempos de estar encerrados en casa hay que aplaudirlo. Y disfrutarlo.
Porque ahora mismo necesitas reírte. Y mucho. Y si risas tontas es lo que buscas, los vídeos de TikTok van a provocarlas quieras o no. ¿Recuerdas esa sensación de entusiasmo cuando empezaba Instagram y parecía que todo el mundo se había vuelto fotógrafo profesional de golpe y se abrían ante ti miles de posibilidades de ver cómo era esa vida rosa flamenco perfecta de los demás? Pues no, olvídate, eso no es lo que provoca TikTok. Ni de lejos.
Tienes que remontarte mucho antes, a cuando empezaban los realities en televisión y veías a gente que no conocías de nada hacer un ridículo espantoso que te provocaba entre morbo y vergüenza ajena. Enseguida nos metimos en ello y lo convertimos en nuestro placer culpable favorito. Te propongo que hagas lo mismo con TikTok.
Aunque al principio te desconcierte y te fijes más en qué hacen esas niñas bailando en sujetador y moviendo su cucu. Luego te toparás con pequeñas joyas hilarantes que se ríen de nuestras miserias y son pura genialidad. Es como la recurrente caja de bombones de Tom Hanks mucho antes de que pillara el COVID-19: nunca sabes qué sabor te va a tocar. Pero si entras en el flow, te aseguro que se van a oír las carcajadas en todo tu edificio.