El equipo de Mujerhoy sigue trabajando desde casa. Cada uno con nuestras circunstancias, viviendo, como todos vosotros, una situación excepcional que nos ha llevado a ingeniárnoslas para que esta cuarentena se haga lo más llevadera posible. Así las cosas, queremos acercarnos mucho más a todos vosotros, y compartir, cada día, las recomendaciones de la redacción de Mujerhoy. Ese libro que estamos devorando, esa filosofía slow que ahora entendemos tan necesaria, esa app que nos hace sonreír y todo aquello que pensamos puede ayudarnos a hacer que este tiempo merezca la pena. #mujerhoyencasa va a acompañarte estos días como siempre lo ha hecho, pero con más fuerza que nunca. Estamos con vosotros.

Mi primera focaccia chispas / d.r.

Hoy recomienda: Rosa Gil, redactora de cultura de Mujerhoy

Mi marido y yo llevamos toda la vida preparándonos para el apocalipsis. No para este, claro, sino para el apocalipsis zombi, que era el que creíamos más probable hasta hace cosa de un mes. Y es que planificar el fin del mundo tal como lo conocemos es un entretenimiento magnífico para los viajes largos en coche, aunque no seáis unos frikis como nosotros: ¿será más seguro quedarse en Madrid o huir al campo? ¿Qué deberíamos meter en nuestra mochila del fin del mundo? ¿A quiénes admitiremos en nuestro grupo?

En el fondo, los dos sabemos que nuestra esperanza de vida en caso de colapso de la civilización sería de aproximadamente un cuarto de hora. Sobre todo la mía; él, al menos, sabe orientarse en campo abierto y tirar con arco. Yo puedo acentuar triptongos y poner titulares pizpiretos y, por asombroso que os parezca, esas no son habilidades que se valoren en un apocalipsis.

Flatbreads con mala iluminación / d.r

Hace unos días, Cristina Macía (a la que deberíais conocer, por lo menos, por ser la traductora de los libros de 'Canción de hielo y fuego', esos que la gente normal conoce como 'Juego de tronos') empezó a publicar en su muro de Facebook recetas para hacer pan. Ella solo quería contribuir al entretenimiento de un país en cuarentena, pero yo supe que el universo friki me estaba mandando una señal: estaba a punto de desbloquear mi habilidad secreta, esa que me convertiría en un miembro valioso de cualquier comunidad de supervivientes. Porque: ¿quién no querría en su pandilla a alguien capaz de hacer molletes para los sándwiches de alubias de lata, o tortas de pan para las largas caminatas de los cazadores-recolectores postapocalípticos?

Para ser sincera, en aquel momento pensé también que hacer pan tendría tres ventajas: reduciría nuestras expediciones a la calle, nos permitiría hacerlo sin recurrir al pan de molde (que estaba vetado en esta casa en tiempos más civilizados) y aplacaría el aburrimiento infantil, algo imprescindible para mantener la cordura en un hogar con niños.

Las hogazas en el horno, el puño americano bien limpio... La calma es total / amc

Lo que no sabía era que tendría una ventaja más y que esta sería para mí sola: en estos tiempos de estrés e incertidumbre, descubrí que hacer pan es relajante: los amasados, los reposos, el horno, el aroma crujiente y cálido y los tuneados (¿le pegará un poco de romero?, ¿y si le pongo nueces?) son el mejor ejercicio de mindfulness del mundo. Por supuesto, parte de este relax viene de saber que mi valía apocalíptica está subiendo enteros, y eso que de momento, como padawan panadera, solo me atrevo con las variantes más fáciles, como la focaccia, la chapata y el pan de pita. Pero todo se andará: dadle a una friki una barra de pan y la alimentaréis un día. Dadle harina de fuerza y levadura y la convertiréis en la próxima Carol Peletier, de 'The Walking Dead'.