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Necesitábamos una serie victoriana: se llama Belgravia, es de los creadores de Downton Abbey y nos trae los vestidos y los palacios, los bailes y los carruajes que amamos

De todos los viajes en el tiempo que nos proponen las series, somos legión las que morimos por la Inglaterra victoriana: casas-palacio señoriales en la campiña, imponentes carruajes, vestidos imposibles y mesas de desayuno, comida y cena para llorar de bonitas.

En el centro de todos los personajes de la serie está un matrimonio falso, una treta con la que por entonces los jóvenes aristócratas solían seducir a sus potenciales amantes. / D.R.

Elena de los Ríos
Elena de los Ríos

Todo eso vuelve en ‘Belgravia’, la nueva serie de Julian Fellowes, el creador de ‘Downton Abbey’ , que se puede ver desde mañana en Movistar+. Aquí, el motor de la acción es el cotilleo. Pero no cualquier ‘gossip’, claro. Nos sumergimos en los rumores y escándalos de la alta sociedad londinense en 1840. Es un momento de máximo orden: hablamos de 70 años antes de la crisis de las grandes familias aristocráticas (y la llegada de los ‘nuevos ricos’) que vemos en ‘Downton Abbey’.

En realidad, la historia comienza en 1815, cuando la Duquesa de Richmond celebra una fiesta en Bruselas en honor del Duque de Wellington, poco después ganador de la batalla de Waterloo. Edmund Bellasis, el hijo y heredero de una de las familias más ricas de Inglaterra, se queda prendado Sophia, hija de los ricos comerciantes James y Anne Trenchard. Unos 25 años después, cuando ambas familias se instalan en el nuevo distrito de Belgravia, lo ocurrido en aquel baile, lo que se sabe y lo que no, aún se comenta en los cenáculos de la alta sociedad londinense. Una pista: en el centro de todo está un matrimonio falso, una treta con la que por entonces los jóvenes aristócratas solían seducir a sus potenciales amantes.

En esta sociedad fuertemente atrincherada tras la impecable apariencia de su férrea etiqueta, cualquier maniobra ha de discreta, indirecta y cuidadosamente diseñada para lograr el efecto deseado. Por eso los rumores, casi siempre instigados por ellas, son verdaderas armas de guerra . A lo largo de seis episodios contemplaremos una batalla de secretos y mentiras, flechazos y matrimonios de conveniencia, entre ricos y muy ricos, con el inconveniente añadido de que el servicio se cuenta como un enemigo más (aquí no veremos leales mayordomos a lo ‘Downton Abbey’). ¿Nos enamoraremos de ‘Belgravia’ como lo hicimos de la familia Crawley? Difícil. Pero el disfrute estético y la intriga está servida.

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