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Viaje al centro de los 90, la década en la que el pop ganaba a la moda y la guerra entre Oasis y Blur era acontecimiento global

La moda ha devuelto la tendencia de los años 90 a los escaparates, a veces con una fidelidad al original que pone la piel de gallina a quien ya la lució hace 30 años.

Los hermanos Liam Gallagher y Noel Gallagher formaban el grupo musical Oasis. / D.R.

Lola Fernández
Lola Fernández

Fue, probablemente, la última década en la que la música pop reinaba como la manifestación de cultura popular más relevante: la adoración que hoy suscitan marcas como Gucci entonces era privilegio de discográficas independientes como Sub Pop (donde grabaron Nirvana) o la británica Creation Records. En Europa, el monopolio pop de Reino Unido hizo que chavales pendencieros y un poco hooligans se elevaran a la categoría de estrellas continentales y hasta activos electorales para el entonces candidato Tony Blair. Se llamaban Oasis , y su guerra con los modositos Blur aún hace correr ríos de tinta.

Los 90 fueron la edad dorada de las discográficas independientes, las que al final de la década serían engullidas por las multinacionales terminando con todo un tejido indie que ligaba, en un circuito pobre pero muy creativo, a salas de conciertos, tiendas de discos y músicos novatos. Hizo falta una revolución digital para que todo el mundo pudiera volver a acceder a una grabación decente y a posibilidades de promoción. Pero entonces, en los 90, aún eran posible locuras como montar un sello con tres amigos antes de cumplir los 20 y descubrir a las bandas más importantes de la década: Oasis, Primal Scream, Teenage Fanclub, Super Furry Animals, My Bloody Valentine, Jesus and Mary Chain, Ride... El chaval se llamaba Alan McGee y su hazaña se ha convertido en una película que acaba de llegar a Movistar+: “Creation Stories”.

El sello de Alan, un chaval incomprendido en casa pero con un sexto sentido para el pop y el dinero, se llamaba Creation Records, y en sus 16 años de vida se convirtió en la discográfica más importante de la escena indie del Reino Unido. El director, Nick Moran, quiso rendir un homenaje a un hombre que logró lo imposible: “Cogió la escena independiente y la convirtió un movimiento masivo. Uno que además hizo explotar la relevancia cultural del Reino Unido como no veíamos desde los años 60”. Lo más alucinante de su historia es que Alan McGee no tenía ningún plan, ni empresarial ni financiero ni creativo: sencillamente disfrutaba de la música y de todo lo que venía con ella (fama, sexo, drogas). Después de hipotecarse innumerables veces para grabar a sus bandas favoritas, terminó vendiendo su negocio a Sony en 1999. Fue el fin de una era.

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