Está arrasando en todas las plataformas en las que se emite: tanto en Antena 3 como en Netflix. De hecho, “La cocinera de Castamar” es la emisión más vista de mayo en consumo en diferido, según datos de Kantar. Es cierto que con el avance de los capítulos ha ido perdiendo un poco de interés: el guión no alcanza el máximo interés que tiene el diseño de vestuario, los decorados y las localizaciones, un regalo para la vista que agradecerán las amantes de ‘Downton Abbey’ y compañía. El argumento tiene la previsibilidad de las series del siglo XX: Clara Belmonte (Michelle Jenner), una cocinera agorafóbica , empieza a trabajar para el duque de Castamar (Roberto Enríquez) y, cual Romeo y Julieta de 1720, se enamoran. No les separan dos familias rivales sino la clase social: un clásico desde Jane Austen.
En realidad, la serie se propone como ese contenido confortable que supone un regalo para la vista más que un carrusel emocional o intelectual. Cosa que se agradece, sobre todo después de largas jornadas laborales. Sin embargo, tenemos la oportunidad de disfrutar unas localizaciones maravillosas (del Palacio del Infante Don Luis, todo neoclásico rosa, al Palacio Real de Riofrío, la Granjilla de La Fresneda o el Monasterio de Lupiana) y diseño de los decorados absolutamente fascinante: la cocina de Clara Belmonte es un sueño tan seductor como los salones palaciegos. Son diseño de Mercedes Canales, quien se inspiró en la cocina del Palacio Real de Madrid para construir la que vemos en “La cocinera de Castamar”. Toda la comida que se ve es de verdad, y también la cocina de hierro y sus calderos humeantes.
El segundo puntal de “La cocinera de Castamar” es el vestuario, otro regalo para las amantes de la moda de época. Los corsés híper decorados y las espectaculares faldas de ellas son imperdibles, y no hay que quitarle ojo a las particularidades de la moda masculina de entonces: todos los aristócratas llevan tacones. La jefa de vestuario, Bubi Escobar, y su equipo no solo hab adaptado trajes alquilados, sino que han confeccionado vestidos increíbles, todos son dificilísimos de llevar. Las actrices deben recurrir a corsés ceñidísimos con las inevitables cintas para lograr la cintura estrecha y el pecho aplastado que estaba de moda. Lo han confesado tanto ellas como ellos: comer o respirar resulta complicado después de cuatro horas de rodaje. Pero cómo agradecemos el sacrificio las espectadoras: las imágenes son un placer para la vista.
20 de enero-18 de febrero
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