Adiós al curso de la pandemia, ¿qué hemos aprendido de educar desde casa?

El curso más extraño y tenso llega a su fin. Pese al éxito de haber mantenido las aulas abiertas, la crisis sanitaria ha dejado al descubierto las costuras del sistema educativo. Aunque también ha despejado el camino.

Seis meses después de que los escolares dejaran las aulas por la pandemia, el curso arrancó en un clima de tensión e incertidumbre. Los augurios no eran buenos. Las conversaciones entre familias, docentes y equipos directivos vaticinaban confinamientos encadenados, contagios masivos, el inevitable regreso a las clases online, la imposibilidad de conciliar... Sin embargo, las peores previsiones no se han cumplido. Las mascarillas, los grupos burbuja, las entradas y salidas escalonadas, los protocolos de higiene, la ventilación y la disciplina de la comunidad educativa han funcionado con una eficacia que ni los más optimistas habían pronosticado.

Gracias a eso, la presencialidad ha sido la norma, al contrario que en países como Alemania o Reino Unido, donde los centros cerraron durante semanas o meses. Y las aulas confinadas o colegios cerrados por brotes se han mantenido en una estadística anecdótica. De hecho, un informe de la OCDE confirma que España está entre los países donde los alumnos perdieron menos días de clase. Sin embargo, la experiencia, positiva dentro de la excepcionalidad, no debería traducirse en autocomplacencia. La pandemia ha desnudado al sistema educativo, dejando al descubierto muchas fallas estructurales, pero también oportunidades que convendría no desaprovechar.

La pandemia ha aumentado las DIFERENCIAS. Los que se quedan atrás, se van a quedar más atrás si no se invierte en ellos», asegura el catedrático Jorge Sanz. Una de las primeras obligaciones de la escuela pasa por garantizar la igualdad de oportunidades y el funcionamiento del llamado ascensor social. Pero la realidad es muy distinta. «Mi hijo de 13 años tiene un padre catedrático, una madre que es doctora y vive en un hogar de renta media-alta. Y me voy a asegurar de que aprenda la estadística que tiene que saber. Pero ese no es siempre el caso. La pandemia ha aumentado las diferencias entre estudiantes ricos y pobres, entre quienes tienen más o menos capacidad y entre quienes tienen apoyo y quienes no. Los que se quedan atrás, se van a quedar más atrás si no se invierte en ellos y ese efecto se prolonga toda la vida. Hay que invertir en tutorías personalizadas», explica Jorge Sanz, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos que, junto a Ismael Sanz, ha publicado un informe recogido por la UNESCO y titulado Repensar la educación después del coronavirus: lecciones de España para evitar ampliar la brecha de rendimiento socioeconómico. «

Hay que trabajar en la equidad. Y eso no pasa por bajar el nivel para que todos vayan al mismo ritmo, sino por ayudar a quienes lo necesitan». Otro problema agravado por la pandemia es un temario inflado de contenidos que, sin embargo, no garantiza los aprendizajes profundos. «La amplitud del currículum se ha hecho más evidente. Yo me he visto obligada a seleccionar: descartas lo accesorio y te centras en lo fundamental», explica María García-Sauco, premio ABANCA a la mejor profesora de España, que imparte clases de Administración y Finanzas en grado medio y superior de Formación Profesional con alumnos de 16 años en adelante. La reclamación de la comunidad educativa es unánime: el currículum debe reformarse, abreviarse y centrarse en las competencias. Pero para eso hay que solventar varios problemas. El primero es el pecado original del sistema educativo español: la falta de consenso en torno a las leyes, que cambian en función de qué partido esté en el Gobierno.

«Hemos aprendido que las relaciones profesor-alumno son esenciales para lograr aprendizajes eficaces. Pero necesitamos modelos híbridos», dice el catedrático López Rupérez

Seguimos arrastrando un estancamiento en políticas educativas: muchas leyes y poco acierto. Si no hacemos las reformas necesarias para asumir los desafíos del futuro, el riesgo de que este termine arrollándonos es elevado», explica Francisco López Rupérez, director de la Cátedra de Políticas Educativas de la Universidad Camilo José Cela y ex presidente del Consejo Escolar del Estado. «Como los políticos no se ponen de acuerdo en universalizar un sistema educativo, las generaciones pasan por tres leyes y cuando terminan, ya no sabemos cuál les ha hecho más daño», coincide el filósofo José Carlos Ruiz, profesor de la Universidad de Córdoba, pero durante muchos años docente de Secundaria. El segundo escollo, a su juicio, es quién elabora esas leyes. «Lo que se hace en clase va por un lado mientras el que diseña los planes de estudio es el teórico de la educación que nunca ha pisado un aula. Las propuestas deberían ir de abajo a arriba, para dar un lugar a un realismo educativo que ahora no existe», explica Ruiz, que apunta otro problema: «En las facultades de Magisterio, el 80% de los docentes nunca han dado clases. Educar a los futuros maestros con la teoría puede traer consecuencias terribles.

En un año de grupos burbuja y distancia social, las infraestructuras también han pasado su reválida / Rebeca Losado Blanco

En un año de grupos burbuja y distancia social, las infraestructuras también han pasado su reválida. Sobre todo, los espacios exteriores, a menudo infrautilizados. «Tenemos una enorme dificultad cultural para que los niños pasen más tiempo en exteriores fuera del recreo. Superarlo nos permitiría tener una educación más desde la experiencia, pero también dar respuesta a los niños que no consiguen estar sentados en una silla toda la mañana. Si estás estudiando las plantas o los árboles, ¿qué mejor que salir al parque de enfrente y verlos in situ?», explica Raquel Mielgo, arquitecta que ayuda al colegio de sus hijos en Vitoria a repensar su patio. Ella aboga por traspasar las barreras que separan los centros educativos de sus entornos. «Nos hemos dado cuenta de que los patios son reducidos e inhóspitos. ¿Por qué la ciudad no da respuesta a las necesidades de espacio exterior de los colegios? No tiene sentido que los parques estén vacíos hasta las cinco de la tarde si hay un colegio enfrente».

La gran asignatura pendiente es la DIGITALIZACIÓN: las limitaciones se han puesto en evidencia por la brecha digital de los estudiantes y la falta de formación del profesorado.

En su centro, la experiencia de los grupos burbuja y la desaparición del fútbol, ha hecho que niños y niñas se reencuentren en el horario de patio, que haya menos conflictos y que los alumnos se integren mejor. Aunque la enseñanza online ha estado limitada, la pandemia ha puesto en evidencia que la gran asignatura pendiente es la digitalización. «Las limitaciones de la enseñanza online se han evidenciado debido a la brecha digital que afecta a estudiantes socialmente menos aventajados, pero también por falta de formación: según una investigación reciente, el 27% del profesorado de ESO nunca usaba herramientas digitales», explica López Rupérez. La experiencia de María García-Sauco lo confirma: «Algunos compañeros nunca habían utilizado el ordenador en clase. Grabé vídeos para ayudarles con herramientas como Zoom. Debería haber una formación continua», explica la profesora, que también ha detectado deficiencias entre el alumnado. «Aunque son nativos digitales, no tenían competencias sencillas, como enviar un e-mail con un archivo adjunto». De hecho, la conclusión principal es que la presencialidad es insustituible. «Hemos aprendido que el papel de las relaciones profesor-alumno es esencial para lograr aprendizajes eficaces. Pero es necesario tener modelos de enseñanza híbrida apoyados en la tecnología para adaptarnos a las diferencias de los alumnos y hacer más efectivos los aprendizajes», explica López Rupérez. Eso puede aplicarse tanto a alumnos que necesitan apoyo como a los que no pueden ir a clase durante una temporada. Porque aunque la crisis sanitaria ha destapado algunas de las vergüenzas del sistema, también ha visibilizado oportunidades.

«El boom de los webinars y de la formación online del profesorado es una oportunidad tremenda. Cuando hacíamos formaciones teníamos que juntar a todos, ahora es más sencillo», explica Fernando Orcástegui, director general de la Fundación Educativa Sofía Barat, que agrupa a 14 colegios. «Ahora tenemos una cantidad de recursos increíbles –coincide María García-Sauco–. También es muy positiva la comunidad de profesores que se ha creado: compartes recursos, ideas, metodologías.. Pero el curso de la pandemia también ha dado lugar a reflexiones sobre el papel de la escuela y las relaciones en ella. «Nos dimos cuenta de que había que responder a la situación con planes de acompañamiento emocional para el alumnado, el profesorado y las familias. Tenemos que acoger, cuidar y escuchar. Los colegios tienen que ser espacios seguros, en lo sanitario y en lo emocional», explica Orcástegui. En septiembre, las aulas volverán a llenarse en un escenario todavía incierto, pero con muchas lecciones aprendidas y algunas asignaturas pendientes.

Temas

Educación