La relación entre Boris Johnson (55 años) y Carrie Symonds (32 años), novios y padres de un bebé de apenas seis meses, comenzó en 2018, secretamente y antes del polémico divorcio del político, acusado por su ex mujer, Marina Wheeler, de infinidad de relaciones extramatrimoniales a lo largo de sus dos décadas de unión. Hija de Matthew Symonds, uno de los fundadores de 'The Independent', y Josephine Mcaffee, abogada del periódico, Symonds entró como agregada de prensa en la oficina de comunicación del partido conservador británico en 2009, tras una frustrada carrera como actriz: se atrevió a participar en el 'casting' para el papel de Keira Knightley en 'Expiación' pero no logró superar la prueba. Y decidió cambiar de rumbo.
En el territorio del marketing, la carrera de Carrie Symonds sí prosperó: a principios de 2018 fue nombrada directora del partido 'tory' (una 'spin doctor' en toda regla), puesto que abandonó en verano tras los rumores que la unían a Boris Johnson . Poco después se mudó al 10 de Downing Street, aunque en realidad la pareja vive en el número 11, una casa anexa que posee cuatro habitaciones en vez de dos. Feminista y ecologista, desde el minuto cero de la relación se ha subrayado con recalcitrante insistencia su influencia sobre el Primer Ministro. Como si el resto de mujeres que comparten vida con hombres poderosos no la tuvieran.
Sus compañeros la describen como “carismática”, “divertida” y, sobre todo, “altamente inteligente”. La prensa británica le atribuye no solo cierto refinamiento reciente en la imagen del agreste primer ministro conservador (corte de pelo y guardarropa nuevo y, sobre todo, una dieta), sino ciertas decisiones clave que revelan un temperamento estratégico y calculado, bien distinto a la impulsividad emocional que suele blandir como seña de identidad el 'premier' británico. Por ejemplo, que este renunciara a su decisión de salir de la Unión Europea sin acuerdo o una renovada apertura hacia cuestiones relativas a la sostenibilidad que amenazan el radical concepto de libertad individual de los liberales británicos.
Carrie Symonds se ha convertido, de repente, en un peligro. Y el partido entero se ha puesto en guardia ante la constancia de que una persona no elegida por los ciudadanos tenga tanto ascendiente en la política nacional e internacional. Aunque eso mismo pueda decirse de cualquier asesor próximo a Boris Johnson. Como si las mujeres del siglo XXI pudieran aún atenerse al molde de esposa y madre, remanso del guerrero. Ninguna mujer que haya tenido responsabilidades al más alto nivel puede convertirse de la noche a la mañana en figurante sin frase, sin más conversación que las cosas de casa y el tiempo. ¿O acaso alguien cree que Michelle Obama hablaba con el Presidente de la cena del día siguiente?
En los últimos días, Carrie Symonds se ha enfrentado a un recrudecimiento de estas críticas que suelen sembrar dudas acerca de la buena fe de las mujeres inteligentes. No son casuales. Coinciden con la salida del equipo de Boris Johnson de Dominic Cummings, el polémico y maquiavélico estratega en chándal que inspiró 'Brexit', la película que expuso cómo Facebook y Cambridge Analytica influyeron, por instrucciones de Cummings, en el referendum para la salida del Reino Unido de la Unión Europa.
Su salida (nunca mejor dicho salida, pues su foto saliendo de Downing Street con una caja en ristre dio la vuelta al mundo) se achaca a la influencia manipuladora de Symonds, empeñada en que la imagen del Primer Ministro se aproxime a valores distintos a los de Cummings, bastante refractario a considerar las cuestiones relativas a la sostenibilidad o a los derechos trans, cada vez más centrales electoralmente.
En realidad, lo que la primera pareja británica está viviendo en estos días se acerca mucho a una tormenta perfecta, pues el gobierno de Johnson ha tenido que enfrentarse también a una rebelión interna contra sus medidas de protección frente al Covid-19: casi un centenar de diputados 'tories' votaron en contra. Criticado doblemente, por sus políticas restrictivas y su 'ambiciosa novia', Boris Johnson se encuentra en un momento delicadísimo de su mandato.
Y aunque la llegada de la vacuna le ha permitido un pequeño respiro, lo cierto es que va a tener que firmar un acuerdo para el Brexit que no va a gustar al ala dura de su partido o a los partidos radicales. De hecho, se va a comprometer a respetar las normas de la UE sobre derechos laborales, bienestar animal, medioambiente y muchas otras cuestiones.
Casualmente, en las horas siguientes a la caída en desgracia de Dominic Cummings se pudo leer en la prensa británica una retahíla de ataques que difícilmente podrían dirigirse a un hombre. “Es encantadora y tóxica a la vez”, afirma una fuente anónima en el diario 'The Guardian'. “Es la líder de las esposas ambiciosas”, sostiene un político 'tory' no identificado.“Quiere ser la nueva Princesa Diana”, denuncian algunos aliados de Cummings, que de paso revelan que en 'petit comité' llamaban a Carrie Symonds 'Princess Nut Nuts' (algo así como 'princesa de la tontería'). Por desgracia, estas descalificaciones y sospechas que ahora llueven desde la prensa han eclipsado una de las tormentas de fondo que explica la salida del hombre más influyente de Downing Street, después de Johnson.
Según relatan ahora varias fuentes próximas al equipo de Jonhson, varias trabajadoras llevaban meses quejándose sobre la cultura machista y misógina que Cummings había logrado normalizar, con un brutal lenguaje despectivo y descalificador. “El acoso y la intimidación era habitual. Su lenguaje era el de un mafioso de colegio”, denuncian fuentes próximas a Downing Street.
De hecho, algunos asesores apoyan que Carrie Symonds haya dado un paso adelante a al hora de denunciar estos desmanes, que revelan una gran pobreza política, además de una total ausencia de sintonía con la realidad social. Otros afirman algo que resuena también en nuestro país: "La gente está harta de estas pantomimas. Son sus problemas los que tendrían que preocupar a los políticos, y más con la que está cayendo", declara a 'The Guardian' un parlamentario conservador.
20 de enero-18 de febrero
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