Cada año por estas fechas Papá Noel y los Reyes Magos llenan de ilusión la vida de los pequeños. ¿Por qué hay que mantener la fantasía?
Si algo gusta y enternece a los adultos es contemplar la cara de los pequeños cuando descubren los regalos que Papá Noel o los Reyes Magos les han traído. Su alegría nos hace recordar nuestra infancia, esa época que con frecuencia se idealiza. Pero muchos padres se preguntan hasta qué punto es bueno hacerles creer en esa ilusión. ¿Hay que decirles la verdad?
Papa Noel simboliza un padre bueno y omnipotente que cumple los deseos de sus hijos. Los niños proyectan en este personaje la imagen inconsciente que tienen de sus padres, un padre idealizado que sería lo opuesto a como ellos se sienten: dependientes y sin recursos para valerse por sí solos.
Con el paso del tiempo los niños descubren que los padres son seres humanos con limitaciones, pero esto se va produciendo poco a poco a medida que ellos se sienten con más recursos y cuando en su subjetividad se puede organizar un "yo" que va dominando sus impulsos y acepta las diferencias y los límites.
Su maduración psíquica les permite ir diferenciándose de los demás y distinguir también entre la fantasía y la realidad, que siempre pone límites. La ley interna de lo posible y lo imposible se va aceptando y comprendiendo que tanto los padres como ellos mismos tienen limitaciones.
La decepción que los niños se llevan cuando comprenden que no hay un padre todopoderoso será menor cuanto mejor hayan elaborado y aceptado la relación con sus padres y con sus deseos de omnipotencia. Entonces también aceptarán mejor que Papá Noel no existe. Los regalos seguirán llegando, pero de la mano de sus progenitores reales.
Complicidad tácita
Clara escuchaba asombrada cómo Carmen, una madre del colegio de sus hijos, le decía que a ella le parecía mal engañar a los niños hablándoles de la existencia de personajes como Papá Noel. Sus hijos tenían cuatro años, pero ella no iba a montar toda la parafernalia de decirles que un ser mágico les iba a traer los regalos que pidieran. Consideraba que eso les haría consumistas al hacerles creer que podían tener todo lo que querían. Además, cuando se enteraran de la verdad, ya no confiarían en ella por haberles mentido.
Clara sintió cierta tristeza. Para ella, la Nochebuena era muy especial porque se reunía con su familia. Pero lo que más le gustaba era dejar los regalos debajo del árbol el día de Navidad para ver la cara de sus hijos al abrir los paquetes. Prefería darlos en esta fecha que en la de los Reyes Magos. De pequeña, siempre le había parecido fatal que los Reyes vinieran dos días antes de empezar el colegio. Los primeros días de clase le parecían un suplicio, solo pensaba en volver a casa para jugar y decidió que sus hijos jugaran todas las navidades, con los juguetes que pedían, celebrando Papa Noel.
Había algo en la idea de la madre del colegio que a Clara que le daba pena. Parecía que era tratar a los niños como si fueran adultos. Para Clara, Carmen tenía que estar equivocada. Ella había disfrutado de esos días en su infancia. Cuando se enteró por un compañero de la verdad se lo preguntó a su madre, que le confirmó sus sospechas. Pero no se enfadó. Pensó que, como ya era mayor, podía colaborar en organizar y colocar los regalos de su hermano pequeño.
No existe una edad concreta para decirle la verdad a un niño sobre este tema, porque no se trata de cumplir años, sino más bien de la maduración psíquica que cada niño tenga. Esta maduración se produce poco a poco.
En principio, alrededor de los seis años se comienza a abandonar el pensamiento mágico, distinguiéndolo de la realidad. El mito de Papá Noel funciona porque durante un tiempo el niño desea mantener la idea de que hay seres omnipotentes en el mundo. Es una manera de mantener su omnipotencia en la fantasía, proyectada en este personaje.
Durante una etapa de su vida los niños saben inconscientemente que sus padres no son omnipotentes y que estos personajes no existen, pero no quieren saberlo conscientemente. Reconocerlo y aceptarlo es el primer paso para reconocer las limitaciones de los demás y las suyas propias, y eso lleva tiempo. Una tarea que dura en algunas personas, toda la vida.
Tratar a los niños muy pequeños como si fueran adultos suponiendo que la fantasía sobre Papá Noel o los Reyes Magos les va a hacer negar la realidad es un error. La fantasías son una forma de estructurar su psiquismo y estos personajes les sirven para proyectar la idea que tienen sobre el primer padre.
En los primeros años de la infancia no hay recursos psicológicos para aceptar la realidad. El mundo mágico les ayuda a aceptarla y a realizar algunos de sus deseos.
Hay que esperar a que estén preparados para decirles la verdad. En cómo preguntan hay implícita una afirmación o una negación. Él sabe la respuesta aunque no quiera aceptarla, y hay que respetarlo.
La decepción que sigue a esa verdad, se palía, haciéndoles cómplices y pidiéndoles que no se lo digan a los más pequeños, para que estos puedan seguir soñando. Así se sienten del clan de los mayores y esto les ayuda a seguir una tradición necesaria para la vida psíquica de los pequeños.
20 de enero-18 de febrero
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