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Rendidos a la melancolía en Navidad

¿Por qué nos sentimos propensos a la depresión durante las fiestas? En los recuerdos de la infancia está la clave.

ISABEL MENÉNDEZ

En las reuniones navideñas hay abundancia de comida, solidaridad y buenos deseos. Es como si se intentaran satisfacer, de una forma simbólica, las dos grandes necesidades del ser humano: el hambre y el amor. Se dice que la infancia es la patria del hombre y todos sabemos que la Navidad es el tiempo de los niños. No hay más que observar la alegría de los más pequeños para darnos cuenta de que mucho de lo que ocurre en estas fechas está dirigido a ellos y al niño que todos los adultos fuimos.

La forma en que hayamos vivido estas fechas en nuestra infancia determinará también nuestro futuro cada vez que vuelvan. Si tuvimos experiencias infelices, se volverá a sufrir una cierta tristeza. La repetición de este sentimiento es un mecanismo psicológico, cuyo objetivo es desgastar las emociones que nos quedaron dentro y que no pudieron ser expresadas de forma adecuada. Esto no ocurre si se disfrutaron en la infancia unas navidades felices, incluso aunque en la actualidad haya problemas.

La tristeza surge cuando no hemos asumido las pérdidas que hemos sufrido

Por esta causa, y por paradójico que parezca, puede suceder que personas con una vida relativamente afortunada sientan depresiones, sin saber por qué, cuando se acerca la Navidad. En cambio, otras con una situación más precaria pueden disfrutar de las fiestas porque sus recuerdos son un capital que les ayuda a sobrellevar las adversidades.

El sentimiento depresivo se organiza cuando no hemos asumido las pérdidas que han marcado nuestra vida. A ello suele añadirse un sentimiento de desvalorización profunda de nosotros mismos. La manera en que aprendemos a valorarnos nos viene dada: así como nos miraron nuestros padres, así habremos aprendido a vernos. La familia modela nuestra subjetividad pero, afortunadamente no lo es todo. Si bien la historia nos determina, siempre tendremos un margen de libertad para actuar sobre ella. Una forma de reparar nuestras heridas infantiles asociadas a estas fiestas es intentar experimentar, ahora con los propios hijos, lo que nos dijeron que simbolizaban y no lo que en realidad padecimos.

Para vencer la melancolía...

  • Durante las semanas que duran las fiestas navideñas, es común que se tenga una pequeña depresión, cuyos síntomas son cierta tristeza y desgana.

  • No es raro aliviar el malestar con un consumismo excesivo. Pero no hay producto capaz de llenar los vacíos de nuestro sistema afectivo.

  • Si en estos días te encuentras deprimida, regálate tiempo para pensar en ti y procura disfrutar de las pequeñas cosas. No intentes negar la tristeza ni compensarla comprando.

Repensar el pasado

Teresa se ponía triste cuando se aproximaba la Nochebuena y no sabía por qué. Había conseguido formar una pareja que funcionaba muy bien. Tenía un trabajo que le encantaba. Podía considerarse una mujer afortunada. Entonces, ¿de dónde le venía esta tristeza? Procedía de antiguas escenas que habían dejado en ella una pesada carga de emociones asociadas a las fiestas de Navidad. Cuando era niña, en casa se esperaba la llegada de su padre a la cena de Nochebuena con una inquietud más elevada de lo normal.

El miedo a la pérdida del amor es una antesala hacia la depresión

La razón de esa sensación se debía a que su padre bebía mucho. Durante muchos años, Teresa no supo distinguir si su madre exageraba o su padre se pasaba con la bebida. Era como si tuviera que elegir a uno de los dos. El amor por su padre y su corta edad le impedían medir la realidad de forma adecuada. Y así le quedó una amalgama de sentimientos de miedo e intranquilidad asociados a esta noche. Estas sensaciones fueron desapareciendo gracias a sus dos hijos y su pareja. La tristeza que le atacaba en estas fechas se fue desgastando y acabaron convirtiéndose en días felices para todos.

Luces de Navidad

  • El psicoanálisis señala que en Navidad recuperamos lenguajes infantiles.

  • La expresión de esos contenidos mágicos, microcósmicos, de los paisajes en miniatura de los belenes nos despierta evocaciones de la niñez.

  • Una ciudad engalanada con iluminaciones navideñas evoca imágenes primordiales que dejan un poso en el inconsciente que promueve la alegría interior de sentir que algo se renueva.

  • El calor que evocan las luces nos hace suponer que estaremos acompañados al igual que cuando éramos pequeños.

Las mujeres suelen sentirse un poco sobrecargadas en estas fechas porque se involucran mucho en todos los quehaceres de reunir a la familia, podríamos suponer que se deprimen más, pero sin embargo, la actividad en la que se embarcan se puede utilizar como un mecanismo de defensa contra la depresión.

Otro de los motivos que pueden promover una cierta tristeza en esta época del año es si se ha sufrido la pérdida reciente de algún familiar, porque su ausencia se nota más en estas fechas. Los primeros años después de la muerte de alguno de nuestros mayores tenemos que soportar el hueco que dejaron. Incluso podemos sentir una cierta rabia por sentirnos abandonados.

Ese miedo a la pérdida del amor nos conduce a la antesala de la depresión. El duelo por el ausente necesita un tiempo de elaboración. Para superarlo es preciso que desaparezcan también culpas y autorreproches, en el caso de que los haya.

Los que se fueron quedan en el recuerdo y forman parte, para siempre, de nuestra historia, que desde su desaparición ya no será como hasta ahora. Las navidades recuperan algo pasado y señalan el paso del tiempo.

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