Madre enseñando a leer a su hija / Fotolia

vivir

Querido tutor...

Acompañar, proteger y enseñar a organizar todo un mundo emocional son las tareas a las que se enfrentan estos maestros, las otras figuras de autoridad de nuestros hijos.

El tutor es el profesor que orienta al niño, el que se comunica con él cuando tiene dificultades y con los padres para comentar su evolución. La tutoría tendría que ser un lugar para el diálogo, donde se produzca un intercambio que enriquezca la subjetividad del alumno. Entendida así, se convierte en un factor de prevención que resuelve algunas de las dificultades en las que se ve envuelto el joven. El tutor es aquella persona en la que el alumno puede confiar.

Para ello, este maestro tiene que conocer al niño y dedicarle tiempo, además de poseer una gran capacidad de escucha y empatía, porque con esa relación el alumno reedita otros lazos afectivos.

El tutor de Daniel le ha dado una nota para que se la entregue a sus padres. Le ha dicho que hablaría con ellos y que esperaba que a él no le importara. A Daniel le parecía bien, confiaba en él porque le trataba como alguien a quien tenía en cuenta. Al principio tenía sentimientos encontrados hacia su tutor, ya que le daba vergüenza hablar de cuestiones personales. Pero ya no.

El tutor le sirve al niño como modelo sobre el que depositar afectos.

En la conversación que había tenido su tutor con él, le dijo que había bajado mucho su rendimiento escolar. En esa charla, su tutor le había asegurado que nada de lo que hablaran se lo diría a sus padres, solo estudiarían qué podrían hacer para ayudarle a recuperar sus calificaciones anteriores. Daniel le contó que no podía concentrarse, que se sentía mal, pero desconocía el motivo. A veces se sentía muy solo y se preguntaba para qué tenía que estudiar. El profesor sabía que el abuelo de su alumno, al que estaba muy unido, había muerto hacía pocos meses y parecía que el niño estaba deprimido.

El tutor concedió importancia a su estado de ánimo, le dijo que comprendía lo que le pasaba y que se debía a que estaba creciendo y se preguntaba por el sentido de la vida. Pero también tenía que pensar sobre todo lo que él podía hacer, pues era inteligente y trabajador, y tenía que valorar su esfuerzo y lo que podría hacer por los demás. Daniel quería ser médico, como su abuelo. Cuando el tutor habló con los padres de Daniel, que no se habían dado cuenta de la tristeza de su hijo, les sugirió que necesitaba apoyo. No quería molestarles y por ello ocultaba su tristeza, pero la maraña emocional que el niño sentía no le dejaba estudiar. En un tiempo, si seguía así, sería recomendable una atención psicológica. El tutor estuvo muy acertado en su intervención.

Evitar errores:

  • No hay que ver al tutor como alguien que solo va a decir lo que está mal. Su función es ayudar a nuestro hijo.

  • Los tutores tendrían que ejercer su labor por deseo propio y habría que evitar que ejercieran esa función por obligación. Es un error institucional imponer esa tarea a alguien que no esté capacitado para ello.

  • No hay que buscar culpables (el niño, un profesor, otros compañeros, o nosotros mismos). Hay que hablar de ello, para buscar soluciones.

  • El padre y la madre no tienen que hablar por separado de su hijo, deben ponerse de acuerdo en lo que le van a decir al niño.

Aprender a escuchar

El padre de Daniel salió de la reunión pensando que estaba muy alejado de su hijo y que quizá tendría que hablar más con él. Sin saberlo, el tutor había apuntado al núcleo del problema. Daniel, inconscientemente, tenía idealizado a su padre, al que sentía muy lejos y del que recibía poco apoyo.

Ahora que su abuelo, al que tan unido estaba, había muerto, sentía más aún la lejanía del padre, se sentía abandonado por ambos y eso le daba rabia, sentimiento del que se sentía culpable. No estudiar haría que su padre le prestara atención y probablemente le regañara, así pagaría un poco la culpa que sentía. La cercanía del tutor le ayudó a sentirse menos solo y a acercarse más a su padre, que ahora sí estaba más receptivo.

Freud, en Psicología del escolar, señala que la adquisición de conocimientos está íntimamente ligada al tipo de relación con sentimientos ambivalentes tanto de amor como de rechazo, que el alumno puede mantener con su profesor. Esta relación hereda el vínculo afectivo del niño con los padres de su infancia. El tutor, si sabe escuchar y empatiza con el alumno, le sirve como modelo sobre el que depositar afectos que ya ha tenido hacia su padre.

El alumno puede construir su personalidad en base a su tutor.

A la salida del complejo de Edipo, que se organiza hacia los seis años, y donde el niño resuelve sus deseos e identificaciones, los sentimientos de admiración y hostilidad se reactualizan hacia el profesor o el tutor. Al transferir sobre él la forma de relacionarse con una figura de autoridad y nombrar algo de sus afectos, se libera de la presión emocional y se pueden aliviar algunos conflictos internos que no le dejan estar bien con los estudios o con sus compañeros.

Ante todo, empatía

Para que el tutor ejerza bien su papel, tiene que desarrollar una empatía muy alta con los conflictos infantiles, lo que sucede cuando ha conseguido llevarse bien con el niño que fue. Cesar Bona, finalista del Premio Mejor Profesor del Mundo, tiene un sistema desde el que tutela a todos sus alumnos. Les da la palabra y sabe escuchar.

Entre alumnos y tutores existe una corriente subterránea de afecto que les une. Esta corriente implica un lazo inconsciente emocional. La importancia del tutor es tal que el alumno puede construir su personalidad en base a este. El tutor tiene como misión guiar al alumno y alimentar todo aquello que le va a hacer sentirse mejor consigo mismo y enseñarle a hacerse dueño de sus conocimientos.

Las agresiones dentro del centro, las conductas extrañas y el bajo rendimiento escolar son un mensaje para los padres que hay que escuchar. Una tutoría es el lugar para empezar analizar la situación.

Qué podemos hacer:

  • Hay que informar al niño de que vamos a hablar con el tutor. No hay que decir todo lo que hemos hablado, pero sí lo que le puede hacer sentir mejor.

  • Debemos aprender a verbalizar los conflictos y escuchar al niño para que llegue a interrogarse sobre lo que le pasa, para que desee saber y, junto a él, analizar la situación.

  • Pedir una entrevista con su tutor si suponemos que tiene problemas en clase o en el colegio.

  • Sopesar las indicaciones del profesor nos puede aportar datos que nos ayudará a conocer mejor a nuestro hijo y lo que podemos hacer para ayudarle. El tutor debe hablar con respeto de su alumno.