María Salmerón es una mujer valiente, que intentó escapar del maltrato de su pareja y quiso proteger a su hija de él. Pero ha pagado un alto precio por protegerse del acoso al que ha sido sometida durante años por parte de su expareja. Su triste proceso comenzó en 1998, cuando le conoció. Tardaron poco en convertirse en pareja y, aunque se separaron en varias ocasiones, se casaron en el 2000. Desde ese momento, las palizas, vejaciones e, incluso, las agresiones sexuales se instalaron en su vida diaria, según sus propias palabras.
María no aguantó mucho el maltrato, solo un año. Con un bebé recién nacido, se separaron. Lo que muestra que esta mujer decidió salvarse del infierno de una relación equivocada y proteger a su bebé de una vida de violencia. Pero su exmarido, lejos de aceptar la situación, se empeñó en complicarle la vida.
El castigo corporal y psicológico al que había sido sometida se cambió por un hostigamiento judicial que duró años. Y es que cada uno de los integrantes de esta historia ha tenido un recorrido bien distinto en los tribunales: en 2001, tras la denuncia de María, él fue condenado a 21 meses de prisión, aunque el juicio tardó en celebrarse casi seis años y nunca entró en la cárcel por ser la pena inferior a dos años y carecer de antecedentes penales. María, en cambio, ha estado a punto de ser encarcelada por incumplir el régimen de visitas. El indulto le ha llegado poco antes de entrar en prisión y la pena le ha sido conmutada por trabajo comunitario. Su ex, a pesar de haber sido condenado, no realizó ningún trabajo comunitario.
El motivo de toda esta pelea, en principio, es una niña de 15 años cuyo deseo de no ver al padre ignora la ley hasta que cumpla 16. María ha declarado más de una vez que, al no cumplir el régimen de visitas, no hacía más que respetar el deseo de su hija, pero no la creen, porque parece ser que para la ley no tiene demasiado valor el deseo de los hijos, hasta que no han cumplido los 16 años.
Este hombre siguió acosando a María con la ley, acusándola de no cumplir el régimen de visitas. Siempre al acecho de su víctima, consiguió que en el año 2009 le concedieran la custodia de la niña. Durante año y medio vivió con él y con Inma, su mujer, ya que Antonio, está casado por tercera vez y también compartía casa con la hija de su compañera y un hijo que tiene de su primera mujer.
El odio entre la pareja deja desamparados a los hijos. Una niña puede estar influenciada por su madre, pero eso no quiere decir que no tenga deseos propios. Hay que escucharla, no es un objeto completamente alienado en lo que le dice uno de sus progenitores.
Cuando un hijo no quiere ir a casa de su padre, este se siente perjudicado y puede, por ley, perseguir al otro progenitor. ¿Se hace por el bien de la niña o por vencer al otro? ¿Debe una madre dejar a su hija en manos de un padre que actúa así? ¿No debería protegerla?
Tras ese periodo, cuando la niña tenía nueve años, manifestó su deseo de volver a vivir con su madre. La jueza, tras escuchar su deseo, devolvió la custodia a la madre, aunque obligándola a respetar un régimen de visitas, algo que no hizo porque su hija había manifestado el deseo de no querer volver a estar con él. ¿Se puede obligar a una niña que se encuentra en la pubertad a estar con un padre al que no desea ver?
Cuando se produjo la sentencia de separación, en 2001, se le dio la custodia a la madre y se estableció un régimen de visitas al padre. Según él, la madre saboteó e impidió cualquier encuentro. Este le puso sucesivas denuncias por no dejarle ver a la niña. Hasta los cuatro años de edad, el padre solo vio a la niña una o dos veces. Él ha hecho ahora unas declaraciones en las que se posiciona como víctima, declarando que si no le hubiera reclamado a la niña, ella no le hubiera denunciado. También afirma que fue él quien decidió cortar la relación con María al mes de nacer su hija.
¿ Abandona a la madre con un bebé de apenas un mes de vida y luego desea ver a esa niña? Cuando comenzó a pelear por su custodia, la niña solo había cumplido un año. ¿Acaso un bebé puede ir de mano en mano? ¿El padre no puede esperar hasta que la hija esté preparada?
Vamos a analizar los efectos de esta historia sobre una niña. Cuando una pareja se separa, los hijos deben conocer las razones de la separación. Si la madre ha sido violentada, la hija tiene derecho a saber. La madre desconfiará, con razón, de ese hombre y la niña no querrá estar con él, y menos si la obligan. Por mucho que sea su padre, este hombre tendría que haber esperado a que su hija quisiera conocerle. Cosa que hubiera sucedido si, más allá de reclamar sus derechos como padre, hubiera pensado en los de su hija y hubiera respetado su deseo.
Los padres tienen derecho a ver a sus hijos, pero también han de aceptar que estos no son un objeto de su propiedad. No hay que partirlos por la mitad para que tanto la madre como el padre tengan su parte. Un bebé no debe ser separado de la madre en los primeros años de vida y un buen padre debe comprender eso.
En ocasiones, hay más amor en la renuncia que en una reclamación de custodia. Un padre funciona en el psiquismo más allá de estar presente o no, y Antonio podría haber explicado a su hija lo que quisiera cuando ella estuviera preparada para ello. Eso no es renunciar a ser padre, es aceptar las condiciones de su hija y no obligarla a hacer lo que no desea.
Los progenitores pueden presentar graves conflictos psicológicos y por ello ser incapaces de cubrir las necesidades afectivas de sus hijos. En estos casos, la protección a la infancia tendría que funcionar poniendo a disposición de los menores más medios para poder contener, analizar y aliviar el desamparo que sienten cuando sus padres se enzarzan en una pelea de denuncias y juicios que puede durar años.
El Consejo de Ministros concedió el 5 de febrero el indulto parcial a María Salmerón, una mujer maltratada, condenada a seis meses de prisión por incumplir el régimen de visitas. La pena le fue conmutada por trabajos comunitarios.
El indulto no ha cerrado el caso. La pareja mantiene abierta una guerra judicial que se empezará a resolver a partir de este verano, cuando la menor cumpla 16 años y pueda pedir la emancipación y decidir con quién quiere vivir.
20 de enero-18 de febrero
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