La existencia es una negociación continua entre lo que deseamos de los otros y lo que obtenemos. El equilibrio entre estos extremos nos hace sentir felices o infelices. Cuando necesitamos negociar con quienes mantienen puntos de vista distintos a los nuestros en algo que nos concierne a todos, deberíamos preguntarnos: ¿qué quiero obtener? ¿Qué es lo más importante para mí? ¿En qué puedo ceder?
Algo primordial en este proceso es aceptar los límites tanto propios como ajenos. Aprender a reconocerlos significa haber llegado a una madurez psíquica muy alta y despedirse de un narcisismo primario que se mantiene durante toda la infancia, y que hay que limar en el proceso que lleva a adquirir una subjetividad madura que respeta las diferencias. Ese respeto es la base necesaria para llegar a un acuerdo.
La cuna de la democracia, es decir, de la capacidad para llegar a acuerdos con el otro, se encuentra en el hogar y en las relaciones familiares. Se aprende a ser demócrata y a acordar con el otro dentro de la familia, donde las reglas y el sistema emocional consiguen, cuando sus miembros están sanos, formar individuos maduros, con criterio propio, tolerancia para el cambio y tendencia a la justicia.
Según el psicoanalista D. Winnicott, "para que se instale la democracia es necesario que la sociedad haya alcanzado una cierta madurez emocional". Y añade que la interferencia excesiva en los primeros momentos de la relación entre madre e hijo debilitaría el potencial democrático de una sociedad. Esta interferencia se produce porque el bebé, al no diferenciarse de la madre, necesita un tiempo para construir su yo debido a la inmadurez total con la que llega a este mundo.
Arropando al dúo que forman madre e hijo se encuentra el padre, que será fundamental para la madurez emocional durante los primeros años de la vida del niño. Es en la familia, influida por los valores culturales de la época, donde todos aprendemos a ser respetados, escuchados y contenidos hasta que sabemos dominar nuestras pulsiones y deseos. Si ese proceso ha sido adecuado, podremos, cuando seamos adultos, llegar a acuerdos.
Saber escuchar, aunque no se esté de acuerdo.
Aceptar las diferencias. Si no se es capaz de aceptar que el otro puede mantener sus ideas, habrá pelea.
Evitar posturas rígidas y no enfrentarse a la conversación con prejuicios y sobreentendidos.
Buscar el momento adecuado.
No descalificar al interlocutor.
Clara veía la televisión con su pareja y se preguntaba hasta qué punto la política funcionaba desde la salud mental. Se hacía esa pregunta porque ella había pasado por un proceso en el que el enfrentamiento con su anterior marido había sido espantoso. Se separó cuando ya no pudo aguantar más el carácter dominante de él, que salió a la luz cuando se convirtió en padre. Su ex se transformó en un auténtico dictador.
Al principio, Clara, que tenía problemas para poner límites y estaba un poco sobrepasada por su maternidad, dejaba que él pusiera las reglas en casa, pero las normas se fueron convirtiendo en órdenes. Él no escuchaba y se debía hacer solo lo que él decía, hasta que Clara planteó la separación. La pelea por la custodia compartida de los niños fue difícil y ella acabó agotada. En una psicoterapia a la que acudió para superar la depresión consecuente y enfrentar la relación con él cuando tenían que hablar de los hijos, entendió muchas cosas.
Su ex, lejos de ser tan fuerte como parecía, era un hombre inmaduro, dominado por un padre déspota, con el que se identificó cuando llegó a la paternidad. Ella, hija de un padre ausente y una madre enferma, quería una persona fuerte que la dirigiera en la vida, aunque no sabía nada de ese deseo inconsciente que la había enlazado a su ex en una complicidad patológica.
Cuando Clara pudo hacerse cargo de sus miedos y de su deseo de dirigir su vida y la sus hijos, encontró a su nueva pareja, con la que los acuerdos para la vida cotidiana resultaban fáciles. Ella había madurado y ya no se dejaba dirigir. Había elegido a un hombre con características muy distintas a las de su exmarido, quería un auténtico compañero de viaje, no un dictador. Y ese cambio se amplió a todas las relaciones de su vida, incluso en el trabajo organizaba mejor las cosas con sus compañeros.
Si hay algo que promueve la negociación es haber llegado primero a un acuerdo con nosotros mismos, sentir que dominamos nuestra vida, y estamos abiertos a los cambios cuando nos favorecen.
Es la actitud conservadora de los impulsos inconscientes, que siempre repiten lo conocido y no quieren enfrentarse a nuevas opciones.
Se produce porque el "yo" tiene miedo a conocer sus conflictos y se porta como un niño que se refugia en su casa, convencido de que no puede manejarse en el mundo. El cambio se realiza mirando hacia dentro.
20 de enero-18 de febrero
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