vivir
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Elena observaba a su amiga Sofía, que acababa de pedir el tercer gintonic mientras le contaba lo mal que se llevaba con Raúl. "¿No te parece que quizá bebas demasiado? -le preguntó Elena. Cuándo salís de copas, si bebes mucho, no te enteras de lo que está sucediendo, y acabáis discutiendo a la mañana siguiente, que es cuando estáis sobrios.- Tú antes no eras así. Si te viera bien, no te diría nada, pero llevo tiempo observando que bebes más de lo que era tu costumbre y que, cuando estás sobria, pareces triste y estás de mal humor. ¿Por qué no te concedes la ayuda que necesitas?".
Al escuchar esa pregunta, a Sofía se le llenaron los ojos de lágrimas porque sabía que algo no iba bien. Aceptó la recomendación de su amiga y acudió a una psicoterapia psicoanalítica. Allí descubrió que después de que le cambiaran de departamento en el trabajo y a consecuencia de ello le bajaran el sueldo, lo que ella sintió como un fracaso, se había identificado con su padre, al que su madre consideraba un perdedor, y que bebía más de la cuenta.
La ambivalencia de sentimientos hacia su madre no le había permitido organizar una feminidad placentera y ahora se castigaba porque se consideraba un fracaso, como su padre. En el deseo de estar cerca de él, había elegido una pareja que bebía, lo que ella también empezó a hacer. En el proceso terapéutico pudo elaborar, entre otros aspectos, esa identificación con el padre y la maraña de deseos y afectos que no la dejaban sentir que dominaban su vida.
La mejor forma de prestar ayuda a una amiga en estas circunstancias es preguntarle sobre algunas cuestiones que le permitan reconocer lo que le ocurre.
La persona que ayuda jamás lo debería hacer desde una posición de crítica. Se deben aceptar las limitaciones que el otro tiene para resolver sus problemas, incluso el miedo que le da enfrentarse a ellos.
Las preguntas constituyen una forma respetuosa y eficaz de prestar ayuda a una amiga porque la obligan a reflexionar y le dan la posibilidad de que sea ella quien encuentre el camino de salida. Esta forma de acercarse a un conflicto evita que quien necesita ayuda se sienta desvalido ante quien se la suministra. La pregunta nos coloca en una posición activa ante el problema, ya que no nos dice lo que tenemos que hacer, sino que nos ayuda a encontrar la respuesta.
Una mujer que bebe demasiado, tiene dentro un enemigo que trata de eliminar durmiéndolo a base de alcohol. No se pregunta, no reflexiona, intenta adormilarse. Se siente a disgusto en su identidad y no vive su feminidad con placer. En última instancia, el alcohol la reduce a un estado de pasividad que le impide hacerse cago de su vida.
La persona que depende del alcohol se atreve a hacer cosas que sin haber bebido no haría porque acalla a su "superyó", la parte del psiquismo donde guardamos las reglas que a lo largo de nuestra educación hemos interiorizado. Ahora bien, puede ser rígido y cruel o tolerante y flexible. El "superyó" ha sido definido como "aquella parte de la psique que es soluble en alcohol".
Cuando el alcohol aturde, los obstáculos parecen menores y la satisfacción de los deseos más cercana porque disminuye las inhibiciones. A otras personas las aleja de la realidad sustituyéndola por placenteros sueños diurnos. En ambos casos, el conflicto con el mundo emocional es grande y permanecen en una posición de negar la realidad y buscar la desinhibición que proporciona el alcohol para obtener satisfacciones neuróticas.
En cualquier caso, la persona destruye las conquistas que va realizando en la vida para dejarse llevar por un mundo pulsional que no controla. En alguna medida, está sometida por deseos que la colocan en una posición infantil, donde una subjetividad madura aún no ha aprendido a dominarse.
Las situaciones que hacen acudir al alcohol tienen que ver en unos casos con la existencia de frustraciones externas que uno quisiera olvidar o reemplazar por fantasías placenteras. En otros, con inhibiciones internas, es decir, con estados en que uno no se atreve a actuar contra el "superyó" sin ayuda artificial.
Algunos expertos atribuyen la tendencia a beber demasiado a aspectos específicos, tales como constelaciones familiares difíciles que habrían creado frustraciones durante la infancia. Esas frustraciones pueden dar origen a ciertas fijaciones que mantienen a sus víctimas en una posición infantil y demandante que se metaforiza en forma de enganche a la bebida.
Para estas personas el alcohol actúa como un objeto privilegiado que ayuda a evitar conflictos internos. El alcoholanestesia lo que sienten insoportable.
En la adolescencia, si los menores no se han desarrollado, sustancias como el alcohol alivian el miedo a la independencia y evitan la sensación de abandono: ya no dependen de los demás, solo de la sustancia que creen controlar.