vivir
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La semana empezó en alto, con Pedro Sánchez absolutamente conmovido en el prime time matutino y medio país emocionándose con su recién encontrada vulnerabilidad. Ayer hubo un momento en el que parecía que sí, que también Ramón Espinar dejaría caer una lágrima en la arena de sus explicaciones por la venta de un piso de protección oficial. Falsa alarma. Por suerte, a la noche nos reencontramos con tres hombres que sí están en contacto con su fondo de armario emotivo: todos los 'coaches', Melendi, Manuel Carrasco y Alejandro Sanz, se emocionaron hasta la lágrima en la última edición de La Voz. Y eso que las batallas acaban de empezar.
Enseguida se vio que la segunda tanda de batallas iba a traernos momentos especiales: actuaron la favorita entre favoritas, la gallega Irene, nuestra particular Adele, que quizá se convierta en la primera mujer que gane el concurso, y Malú no pudo resistir los llantos de los hijos de Rafael, expulsado tras su dueto con el flamenquísimo Carlos de Pepa, y rescató in extremis al francamente lloroso padre. A partir de aquí se desataron los lloros. Los jovencísimos Raúl y Job salieron a cantar “Impossible”, de James Arthur, y Melendi se vino abajo de la emoción: “Estoy muy orgulloso de vosotros, Por cosas como estas veo que vale la pena nuestro trabajo”.
El siguiente en caer fue Manuel Carrasco, que tuvo que limpiarse los lagrimones de despedir a la simpática Carlota con la manga de la camisa. Cantó “Riptide”, de Vance Joy, junto a la indie Nuria, que encantó hasta a Alejandro Sanz. Este tuvo el atrevimiento de encargar a Manuel y Eder la interpretación de “Amiga mía”, y con los primeros compases se le llenaron los ojos de lágrimas en lo que podría ser la primera vez que un cantante llora en televisión de lo buenas que son sus propias canciones. Perdió Eder, que se marchó con la sempiterna promesa de Melendi de que le grabaría una canción. A este paso, el cantante asturiano va a tener que poner su propia academia.