En la adolescencia muchos niños pueden sufrir depresión. / fotolia

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¿Estará deprimida?

Los adolescentes son rebeldes, se aíslan, cambian de humor y se pueden mostrar tristes y decaídos. Pero, ¿ante qué síntomas debemos estar atenta?

La adolescencia es, ante todo, un período de transformación en el curso de la cual el joven se enfrenta a dificultades y conflictos que tendrá que superar. Dificultades que miran hacia el futuro, donde se colocan los ideales y las ambiciones, a veces, tan difíciles de alcanzar. Pero también dificultades para abandonar el pasado, para renunciar a las comodidades de la infancia que aportan tanta seguridad.

El adolescente se enfrenta a varios duelos que tiene que elaborar psicológicamente.

Etapa de rupturas:

  • Duelo de su cuerpo de niño. Las transformaciones corporales, aunque progresivas, imponen una nueva imagen y le obligan a cambiar sus modelos e ideales. Además, ese cuerpo le empuja a pulsiones sexuales que pueden resultar complicadas.

  • El duelo del grupo de los amigos de la infancia. Cuando llega el instituto, puede perder algunos de sus referentes amistosos. Los profesores y las clases cambian, los juegos también, y no todo se vive necesariamente con los mismos amigos.

  • El duelo por los padres de la niñez. Durante la adolescencia los padres pierden el lugar que ocupaban. Antes eran los progenitores, ahora sus hijos les contradicen. La construcción de la identidad pasa también por ahí, pero ese cambio no está exento de dolor.

En ocasiones el adolescente vive estos "duelos" con un sufrimiento que puede conducirlo a un estado depresivo. Aunque las nuevas motivaciones y la energía que pone en ellas les permiten, en general, superar esta etapa sin llegar a vivir una verdadera depresión. El adolescente teme al futuro y no siente una identidad firme y entonces puede expresar algunos síntomas que señalarían un estado depresivo encubierto.

En los chicos, por su parte, se puede tratar, sobre todo, de fracaso escolar o la exhibición de ciertas conductas de riesgo o actos violentos. Las chicas, por su parte, tienden a manifestar temores coporales, dolores o trastornos en el comportamiento alimentario. Cuando alguno de estos síntomas se instala, los padres deben permanecer alerta y hablar con su hijo.

Un modo particular de depresión durante la adolescencia es la llamada depresión "de inferioridad". La disminución de la autoestima es común a todas las depresiones, cualquiera que sea la edad del sujeto. Pero las dificultades que encuentran los adolescentes relacionadas con los ideales que se han fijado y que no pueden alcanzar les hacen más vulnerables.

Al sentimiento de inferioridad, de ser un "inutil", suele sumarse el de no ser amado y sentirse rechazado. A veces, el sentimiento de inferioridad se manifiesta con una actitud opuesta, es decir, la de una falsa seguridad que le conduce a la asunción de riesgos inútiles. Este tipo de depresión es el resultado de un conflicto. Es una especie de despecho resultante de la confrontación entre los ideales inaccesibles y la amarga constatación de la incapacidad para alcanzarlos.

Evitar errores

  • No conviene alarmarse si lo vemos triste o melancólico. No hay que forzarle a hablar si no desea hacerlo: el adolescente también tiene cosas que no quiere decir.

  • No hay que negar el hecho de que pueda estar pasándolo mal emocionalmente por el simple hecho de que cueste trabajo entablar un diálogo con él.

  • Nunca hay que actuar ante un estado depresivo con desprecio o soltando frases del tipo: "Tienes que espabilarte y afrontar las cosas". Ya le gustaría a él poder hacerlo. La depresión representa precisamente que no puede afrontar lo que le pasa.

Diálogo sin críticas

Es importante buscar la comunicación con ellos, averiguar lo que les pasa con sus actividades en general y fijarse en qué emociones transmiten al contarlo: si es de enfado, de gusto, de alegría, de tristeza o si intentan ocultar sus malestares. Es habitual escuchar a padres que se quejan de sus hijos adolescentes porque resulta imposible llegar con ellos a acuerdos. Quizá se sientan mal por algo que no han logrado expresar con palabras y que formulan oponiéndose.

Si el silencio entre padres e hijos aumenta, se hace difícil saber si un hijo está afligido. Tal vez el adolescente siente que no se le escucha y carece de confianza para decirlo porque da por hecho que no le van a comprender o, lo que es peor, le van a salir con lo que "debe ser" o lo que "debe hacer". El diálogo solo es posible cuando no hay sermones, críticas o prejuicios.

Es importante observar si el adolescente sufre con frecuencia accidentes. Las caídas, por ejemplo, no son siempre obra de la casualidad. No es raro que los conflictos se manifiesten en un afán de lastimarse. Si está apático, pasa horas ante el ordenador y no tiene interés por nada, si los estudios no le interesan y no busca la compañía de otros, puede que atraviese por un estado depresivo.

Qué podemos hacer

  • Conviene estar atentos a sus palabras. Por ejemplo, si habla mucho de la muerte, de fracaso, de impotencia o de inutilidad, puede estar defendiéndose de un estado depresivo. Atención también a los cambios en el comportamiento, la agitación y la agresividad.

  • En los momentos depresivos, es fundamental que el adolescente cuente con el apoyo de los otros. Por ello, debéis demostrarle que, si él lo desea, puede confiarse. Iniciar el diálogo siempre alivia, sobre todo si parte de los padres, pues él vive con la sensación de estar alejándose de ellos.