Un niño agarrando del brazo a su padre / getty

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Así marca un padre

La construcción de nuestra identidad para por sus palabras, sus límites y su mirada. Somos como somos por y pese a él. ¿Qué aspectos de nuestro psiquismo se ven afectados por su figura?

La forma en que nos desenvolvamos en el terreno profesional y social, el acceso a la cultura y la capacidad para aceptar los límites tienen mucho que ver con la función paterna. Para el psicoanálisis, esta función constituye el cimiento sobre el que se estructura el psiquismo y separa a la madre del hijo, ayudándole a organizar una identidad propia. Si la función paterna se ejerce adecuadamente, los hijos tendrán mayor seguridad en la vida. Pero cuando ha habido graves alteraciones en su desempeño, la feminidad y la masculinidad se vivirán de manera conflictiva.

El padre verdadero (que no tiene por qué ser el biológico) será aquel que quiere al niño y le protege con reglas y límites que le harán interiorizar una moral para no dañar a otros ni a sí mismo. Será, también, el que le acompañe en su crecimiento porque desea transmitirle lo que recibió. La paternidad es una tarea emocional que consiste en acompañar al hijo hasta que puede salir al mundo para hacerse cargo de sí mismo. El padre es fundamental para la formación del psiquismo y la construcción de la identidad, determina en qué modo el hijo o la hija se relacionará con su pareja. El hombre que ejerce de padre siempre se encuentra influido por su propia historia afectiva y por la relación que tiene con su mujer.

Si la madre valora al padre, el niño tiene más fácil identificarse con él.

La mirada de la madre sobre el padre favorece la relación con el hijo. Si la madre le valora, porque cumple con su papel, el chico tiene el camino más fácil para identificarse con él. El hijo desea ser como el padre, porque le quiere y porque quiere tener lo que su padre tiene: una mujer como su madre. El niño, durante los primeros años de su vida, idealiza a su madre y después a su padre. En ocasiones, intenta que el padre le compense de una madre que no ha conseguido contenerlo lo suficiente. En tal caso, se negará a bajar al padre de esa posición idealizada, lo que le mantendrá sometido a lo largo de la vida a otras personas porque las considerará superiores. Soportar la rivalidad del hijo es tarea del padre. Si es él quien rivaliza con el hijo, éste se verá afectado. Esta situación se da cuando el padre no ha podido elaborar algunos conflictos.

Evitar errores

  • La palabra del padre pesa sobre los hijos y favorece su identidad, ya se pongan en contra de lo que le dice o estén de acuerdo. Es un error suponer que no les afecta porque, en principio, muestren que no hacen caso.

  • La rebelión contra el padre puede mostrar la lucha del adolescente por ser independiente. Con esta actitud, está revelando que pelea por su identidad y que su padre es su modelo.

Acompañar frente a rivalizar

Raúl tiene muchas dificultades en los estudios y repite cuarto de Secundaria. Ha discutido con su padre porque casi se le pasa el plazo de la matrícula. Daniel es abogado y está enfadado con su hijo por su fracaso en los estudios. Aunque intenta ayudar al chico, siente ambivalencia hacia Raúl. Desea ayudarlo, pero también siente una intensa rivalidad con el niño, que cuenta con ventajas que él no tuvo a su edad. Eso le lleva a insistir en que su hijo debe arreglárselas solo y reproducir lo que él mismo había hecho en su pubertad, asumiendo una presunta independencia que no era tal y que resultó conflictiva para su desarrollo psíquico.

Lo que Raúl le pide a su padre es que le acompañe en su crecimiento, que no le deje solo. Convierte la hostilidad que le produce la falta de compañía en una conducta con la que molesta a su padre, para llamar más su atención.

Qué podemos hacer

  • No hay padres perfectos, pero sí los hay más o menos adecuados para ejercer su función. Su historia infantil les afecta en la relacion que tienen con sus hijos. Conviene que se pregunten hasta dónde repiten lo que vivieron y hasta dónde lo cambian.

  • El padre incapaz de implicarse en la vida de sus hijos se está perdiendo una parte importante de su vida. En este caso debe pedir ayuda a la madre.

Sin ocupar su puesto

Un padre demasiado permisivo, que no se atreve a poner límites a su hijo, le deja demasiado apegado a su madre. En realidad, un hombre de estas características ocupa más un lugar de niño que de padre. Delega el cuidado y la educación en la madre porque no quiere ocupar el puesto que le corresponde, sino el de su hijo, por eso le tiene celos. El hijo queda así debilitado en su posición de hombre, porque su padre lo abandonó como hijo y rivalizó con él.

Por otra parte, un padre demasiado autoritario también oculta carencias importantes que no escapan a la observación de los hijos. Estos se sienten poco respetados y reconocidos por su progenitor, lo que les debilita en su identidad de hombres a menos que sean capaces de enfrentarse a él.

Quien vive sometido a sus "superiores" no ha logrado desidealizar a su padre.

El padre capaz de sostener una posición adecuada respeta la singularidad de su hijo. Es aquél que se implica en su educación y le respeta para que sea autónomo. Le acompaña, pero le deja espacio. Tiene que ser coherente con lo que dice y confiar en sí mismo, pero también debe saber ponerse en cuestión. Un padre que ejerce su función de forma adecuada para la maduración psicológica de sus hijos no se cree infalible, no tiene miedo de sus fallos ni de los de sus hijos, porque sabe aprender de sus errores y no es prepotente.