Melanie Rostock / Vicens Gimenez

vivir

“Sentía que no merecía ni el aire que respiraba”

"Así va a ser mi vida a partir de ahora y ni siquiera mi madre puede hacer nada para ayudarme"

32 años. Sufrió acoso en el colegio desde los 11 años.

Nació en Francia, hija de padre alemán y madre española, pero la familia se instaló en nuestro país cuando ella tenía dos años. Fue hija única hasta los nueve, le encantaban las películas de Disney y jugar con su Barbie, que era la protagonista de las historias que inventaba. "Siempre he tenido mucha imaginación y, a veces, eso me alejaba del mundo real y me hacía parecer más inocente e infantil. Estoy convencida que ese modo de ser, junto con mi sensibilidad, fue lo que lo desencadenó. Durante la EGB, sufría burlas constantes. Llegaba a casa cada día llorando. Decían que era tonta, fea, me etiquetaron como la pava. Yo no entendía qué había hecho mal. De pronto, todo el mundo despreciaba mi modo de ser, mi físico, todo de mí. Cada día me sentía más sola y deprimida".

Un día su madre fue a hablar con la directora del colegio y expulsaron temporalmente a la chica más popular, pero la violencia continuó: "Al día siguiente un chico me atacó. Había tal odio en su mirada, que me sentí como si no mereciera ni el aire que respiraba. Me empujó y caí al suelo. No me hizo daño, pero tuve una sensación. "Así va a ser mi vida a partir de ahora y ni siquiera mi madre puede hacer nada para ayudarme", pensé. Sentí impotencia. Una tristeza tan profunda que se grabó en mis ojos. Tenía la mirada triste, pesimismo, desgana, muy baja autoestima. Acabé creyéndome que era tonta, fea y que nadie iba a quererme nunca. Empecé a ponerme enferma con más asiduidad. Si los profesores se daban cuenta de algo, no hacían nada. Y era un acoso muy complicado, porque aunque en Primaria fuera tan evidente, en Secundaria se camuflaba muy bien Era exclusión".

"Así va a ser mi vida a partir de ahora y ni siquiera mi madre puede hacer nada para ayudarme", pensé

La experiencia del acoso, cuenta, lo cambió todo. "Dejó grandes secuelas, una inseguridad que afectó a muchos terrenos de mi vida, una autoestima que me costó años recuperar, y claro, el optimismo era algo que desconocía. Pero los amigos que hice después, mi pareja y una terapia que decidí hacer ya de adulta, me ayudaron a superar todas esas inseguridades. Ahora todo lo malo lo canalizo solo para lo bueno: demostrarme día a día que puedo hacer lo que me proponga, cualquier cosa".

Fundó un sello editorial de fantasía juvenil con otros socios, Oz Editorial, y tiene dos novelas publicadas, una de ellas, Bittersweet (Plataforma Neo) sobre la realidad del acoso. "Tiene partes muy duras, pero en algunos momentos es muy dulce, porque hay esperanza: el acoso se puede superar. Hoy solo hago una lectura positiva de ello: de algún modo, esa parte negra de mi vida me ha convertido en la persona que soy ahora. Y me gusta cómo soy".

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