vivir
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Quienes hayan tenido una mascota, sabrán la relación afectiva que se llega a mantener con ellas y lo que se las echa de menos cuando se van. La palabra mascota proviene del francés mascotte, que significa amuleto. Y es que los animales de compañía, especialmente perros y gatos, obran efectos beneficiosos sobre la salud emocional de niños y adultos. Llegan a ser miembros de la familia y alivian las tensiones que en ocasiones padecen. Los mayores saben que su perro siempre está cuando necesitan consuelo. En cuanto a los pequeños, los lazos con su mascota les ayudan a superar sensaciones de miedo o rebelión hacia sus padres.
No resulta extraño entonces que, cuando una mascota muere, se lamente su pérdida. De ahí que resulte preciso atravesar un duelo para aceptar que ese animal, sobre el que hemos depositado parte de nuestros afectos, ya no está.
María fue al médico porque se encontraba mal y lloraba con frecuencia. Cuando empezó a relatarle lo que le dolía, (la cabeza, no podía dormir, no tenía ganas de comer, le dolía el estómago...), el médico le preguntó cuándo había empezado a estar mal. Ella contestó: "Creo que hace tres meses, tras la muerte de Troy. Era mi perro, tuve que sacrificarlo porque estaba muy enfermo". El médico consideró que estaba deprimida, le recetó un antidepresivo y le dijo que volviera en un mes. Cuando salió de la consulta, se encontraba mejor. Había podido hablar de lo que la entristecía. Además, se sentía culpable por haber decidido dormirlo para siempre.
Los síntomas más comunes tras morir una mascota son sentirse deprimido, solo y tener recuerdos de lo que se hacía con ella. Tratar de ocultar lo que se siente hace que se tarde más tiempo en superar la perdida.
En hacer el duelo se tarda varios meses. Si el tiempo se alarga, es un duelo patológico que conviene elaborar. Si el dueño de la mascota es un niño o adolescente, puede que esta sea la primera vez que se enfrenta a la muerte y conviene explicárselo de acuerdo con su edad, pero siempre sin mentirle.
Para María, Troy era un apoyo muy importante en su equilibrio emocional. Ella sabía que estaba triste por eso, pero no lo decía porque no todo el mundo lo entendía. Lo que representaba para ella estaba más allá de lo que racionalmente se podía entender. Llegó a su vida cuando tenía 47 años y durante 16 habían estado juntos. Estaba recién jubilada y se había separado hace años. Las tensiones con su ex fueron duras: las idas y venidas de sus tres hijos entre su casa y la de su ex fueron estresantes. Su relax era pasear con Troy.
En ocasiones María hablaba con él mentalmente que, cariñoso, se acercaba como si quisiera consolarla. Ella se sentía acompañada y a veces pensaba que su perro la entendía. Era una relación simple y sencilla, nunca se había sentido enfadada con él. Era el acompañante perfecto: nunca pedía nada, jamás se enfadaba, era incondicional. Ahora que no trabajaba y sus hijos se habían ido de casa, su muerte la hacía sentirse sola, sin ganas.
Con las mascotas se establecen lazos afectivos que alivian las tensiones emocionales. Los animales no cambian de opinión, no traicionan, no juzgan, no hacen sentir vergüenza, no te lastiman a no ser que tengan que defenderse, no te abandonan, no sienten rencor. El animal te quiere, te espera, te convierte en líder y te defiende. Siempre te busca, no puede mentir ni engañarte. Acompañan en la vida y pueden ser un bálsamo para las tristezas y sinsabores.
Freud, que tuvo perros y a veces pasaba consulta con uno tumbado en la alfombra, hablaba del amor a los animales y señalaba que con ellos se produce un afecto sin ambivalencia, imposible con las personas. Además, se produce con ellos una afinidad íntima y una solidaridad indiscutible, que tranquiliza y relaja a su dueño. El descubridor del inconsciente sabía de la complejidad de los deseos y afectos del ser humano. En el animal todo es más simple.
Su pérdida nos afecta y conviene tenerlo en cuenta y poner palabras a lo que se siente. Realizar un acto de despedida ayuda a hacernos cargo de nuestros sentimientos. Algunas personas se niegan a tener otro animal tras perder al que querían. Una mascota es insustituible, hay que despedirse y realizar el duelo para aceptar su pérdida. Pero, pasados varios meses, se podría pensar en que otra mascota podría estar esperando que nos hagamos cargo de ella.
La ambivalencia es un estado emocional que genera conflicto psíquico. Sucede cuando hay afectos opuestos (amor y odio) hacia algo o alguien.
Está presente en todo ser humano. El niño ama y admira primero a su madre y luego a su padre, pero pronto le detesta porque frena sus pulsiones para educarle. A su madre le reprocha que no sea solo para él. La corriente amorosa coexiste con la hostil un tiempo y luego se desplaza a otras personas. En un proceso saludable, la hostil se reprime y vence la tierna. Este conflicto jamás se da con animales.