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Letras, envidia y celos

Truman Capote y Harper Lee fueron amigos desde niños, pero el éxito de ella y la falta de reconocimiento de él los alejaron. Hearst y Pulitzer se convirtieron en los dos grandes magnates de la prensa y usaron sus diarios para atacarse. Y la estrecha relación de García Márquez y Vargas Llosa se rompió por algo que solo sus protagonistas sabían. Con sus historias podría escribirse más de una novela.

La amistad de Harper Lee y Truman Capote acabó tras la publicación de 'A sangre fría' / sean mackaoui

elena castelló

Periodismo y literatura son dos mundos en los que el ego puede llegar a crecer desmedidamente. La consecuencia son los celos y la animadversión hacia quien puede convertirse aunque solo sea en una pálida amenaza al resplandor propio. Puede parecer difícil de creer, pero, cuanto más alta es la cima del éxito alcanzado, más infantil suele resultar la reacción de quien se considera agraviado. Todos nuestros protagonistas dan fe de ello.

Truman Capote y Harper Lee. Una amistad traicionada

En un verano de hace 87 años, en una pequeña ciudad de Alabama (EE.UU.) llamada Monroeville, Nelle, una chica a la que le gustaba andar descalza, vestida con pantalones anchos y grandes jerseys masculinos, se hizo amiga del nuevo vecino que se había instalado en la puerta de al lado de su casa. Todo el mundo le llamaba Tru y era un chico peculiar: un ratón de biblioteca, que siempre vestía de forma impecable, con una voz aguda y muy travieso. Él tenía solo siete años y Nelle, seis, pero ella le sacaba una cabeza.

"Vivíamos la mayor parte del tiempo en nuestra imaginación"

A pesar de sus diferencias, se cayeron bien inmediatamente: Nelle protegía a su nuevo amigo cuando le acosaban en el colegio por su peculiar forma de vestir. A ambos les encantaban las novelas de misterio y de detectives, y se pasaban las tardes, en su cabaña construida en un árbol, leyendo. Para entretenerse, se les ocurrió empezar a escribir historias en la vieja máquina del padre de Nelle. Uno escribía, mientras el otro narraba la historia. "Vivíamos la mayor parte del tiempo en nuestra imaginación", explicaba décadas después Harper Lee en una de sus escasas entrevistas.

La relación infantil de Nelle Harper Lee y Truman Capote se convirtió en una gran amistad. Harper Lee la narró en su novela Matar a un ruiseñor. A su vez, Capote la retrató a ella en el personaje de Idabel Thompkins, en Otras voces, otros ámbitos. Dos años después de su llegada a Monroeville, Truman Capote se marchó a Nueva York, aunque siempre volvía en los veranos. Publicó su primera novela con apenas 20 años. Animada por el éxito de su amigo, Harper Lee se marchó también a Nueva York cuando cumplió los 23.

Poco después publicó Matar a un ruiseñor. Sin embargo, la amistad entre los dos se resintió: Capote no pudo evitar los celos por el éxito de su amiga Nelle, que vendió 40 millones de ejemplares y ganó el Pulitzer en 1961, aunque él mismo estaba ascendiendo al Olimpo de las letras norteamericanas. in embargo, el episodio más grave llegó con la publicación de A sangre fría, la novela que lanzó a la fama a Capote y abrió un género literario, el nuevo periodismo.

Harper Lee ayudó a su amigo a hacer una gran parte de la investigación sobre los personajes de la novela, basados en dos asesinos reales, uno de los cuales estaba en el corredor de la muerte, y en un suceso que conmovió a una pequeña ciudad de Kansas, Holcomb, en 1959. Le ayudó también a mecanografiar 150 páginas de notas manuscritas y revisó el manuscrito, justo antes de su publicación, anotando pequeños comentarios al margen.

Harper Lee ayudó a Truman Capote a investigar para "A sangre fría".

Sin embargo, se llevó una gran decepción cuando abrió uno de los ejemplares recién publicados: Capote no la mencionaba en los créditos de la novela, tan solo se la dedicaba junto al que era su pareja desde hacía varios años. odavía hicieron varios viajes juntos. Harper Lee acompañó incluso a Truman Capote durante una entrevista, en 1976, a pesar de sus recelos con la prensa, porque él se sentía inseguro. Pero el deterioro de su relación, aunque lento, fue inexorable, a causa de los celos, el egocentrismo y las adicciones de Capote.

Harper Lee se había retirado de la vida pública tras el éxito de Matar a un ruiseñor. No soportaba la fama. Su segunda novela, Ve y pon un centinela, apareció poco antes de su muerte, casi 50 años después de la primera. La escritora permaneció en Monroeville hasta el final de su vida. Murió en 2016, con 90 años y convertida en un auténtico misterio.

Capote, que adoró toda su vida la fama y se convirtió en un personaje de la vida social neoyorquina, murió en 1984, alcoholizado y drogadicto, a los 59 años. Escribió prolíficamente, y vivió de fiesta en fiesta, rodeado por la jet-set y las celebridades de la época. "El alcohol y las drogas no fueron la causa de su locura, sino el resultado de ella", escribió Harper Lee tras la muerte del que había sido su amigo.

La amistad de Harper Lee y Truman Capote acabó tras la publicación de 'A sangre fría'. / sean mackaoui

Randolph Hearts y Joseph Pulitzer. La rivaldiad que creó el gran periodismo

Joseph Pulitzer desembarcó con 17 años en Boston, en 1864, para unirse a las fuerzas unionistas en plena Guerra Civil norteamericana. Había nacido en Hungría, en la ciudad de Mako, y aprendió pronto a buscarse la vida cuando falleció su padre y dejó a la familia, hasta entonces acomodada, en la pobreza. No hablaba inglés, pero dominaba el francés y el alemán además del húngaro, y es el ejemplo del hombre hecho a sí mismo.

Desempeñó todos los trabajos imaginables -desde ballenero a cuidador de mulas- y decidió viajar a Missouri, a donde llegó como polizón en un tren. Allí empezó a frecuentar la biblioteca pública, estudió inglés y escribió su primera crónica periodística, contando cómo había sido engañado, junto a otros temporeros, por el dueño de una plantación de azúcar. Se publicó en un periódico para inmigrantes, el Westliche Post, del que tiempo después se convirtió en gerente. ero su ambición iba más allá.

Creo su propio periódico fusionando dos más pequeños: el Saint Louis Post-Dispatch, en el que defendía al 'hombre común' y denunciaba la corrupción. Diez años después dio el salto a Nueva York, donde compró otro diario, el New York World, e insistió en las historias de interés humano, la guerra contra la corrupción y los crímenes más llamativos. Quería acercarse al inmigrante que trabajaba duro para salir adelante y que los domingos pasaba el día leyendo los reportajes fotográficos de su periódico, sus novelas por capítulos y su tira cómica.

Poco a poco, se consolidó como el editor de diarios más prestigioso de Estados Unidos. En The World trabajaban los mejores periodistas y columnistas. Sin embargo, la hegemonía de Pulitzer estaba a punto de terminar, por la aparición en el panorama periodístico de Nueva York del rico heredero californiano de un magnate de la minería, al que su padre había comprado un periódico, el San Francisco Examiner, para que sentara cabeza. Se llamaba William Randolph Hearst y admiraba las tácticas de Pulitzer.

Ambos perdieron grandes cantidades de dinero.

En Nueva York compró el New York Morning Journal y pronto lo situó entre los más leídos, aplicando las mismas recetas, pero bajando el precio. ncarnizada fue la competencia entre el Journal de Hearst y el World de Pulitzer. Hearst contrató a gran parte del equipo de Pulitzer y no dudaba en falsificar historias y fotografías o plagiar a otros periódicos. Era muy distinto a Pulitzer: disponía de una fortuna y no tenía escrúpulos. Por ejemplo, no dudó en acusar al ejército español del hundimiento del acorazado Maine, anclado frente a La Habana, creando un estado de opinión que propició la guerra de Cuba, en 1898.

Pulitzer, al principio reticente, acabó entrando en el juego. Ambos perdieron grandes cantidades de dinero en su competencia y vieron cómo se deterioraba su prestigio. Hearst llegó a vender un millón de periódicos diarios. A su muerte, en 1951, con 88 años, Hearst poseía 17 periódicos (aunque en los años 40 tuvo 42), cuatro revistas, dos agencias de noticias y una productora de cine.

Su nombre sigue al frente de un gran imperio periodístico, el más grande de su país. Pulitzer falleció en 1911 a los 64 años. Al final de sus días, contribuyó a crear la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia (Nueva York), una de las más respetadas del mundo, y dejó un fondo para premiar los mejores trabajos periodísticos. Ha pasado a la historia asociado a ese premio, el Pulitzer, que se otorga desde 1917.

Pulitzer y Herast se enfrentaron por la hegemonía de la prensa en EE.UU. / sean mackaoui

Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. El fin de una íntima complicidad

Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa rompieron su amistad de casi 10 años en 1976 y no volvieron a hablar de ella. Este desencuentro entre los dos Nobel (el escritor colombiano lo recibió en 1982 y el peruano, en 2010) es uno de los misterios que más curiosidad ha despertado en el mundo literario. Se conocieron en 1967, el mismo año en que García Márquez publicó Cien años de soledad. Fue en Caracas, en el acto de entrega del Premio Rómulo Gallegos a Vargas Llosa, por su novela La casa verde.

Antes habían mantenido una intensa correspondencia. Tenían muchas cosas en común, literarias y personales: ambos fueron criados por los abuelos maternos y tuvieron relaciones complicadas con sus padres. A Vargas Llosa le deslumbró la novela de García Márquez. "Es una obra maestra", ha afirmado muchas veces. Le dedicó artículos y ensayos, y dio varios cursos sobre ella en España y en Inglaterra. Se convirtieron en inseparables. Gabriel García Márquez y su esposa, Mercedes Barcha, son los padrinos de Gonzalo, el segundo hijo de Vargas Llosa.

Su amistad acabó de una forma tan brusca y tajante.

El escritor peruano y su familia se instalaron en Barcelona dos años después de los García Márquez, muy cerca de donde vivían. Tenían la misma agente literaria, Carmen Balcells, y pasaban las veladas hablando de literatura. Se sentían cómplices en el exilio. Estaban tan unidos que a sus viviendas las llamaban las casas comunicantes. qué ocurrió entonces para que una amistad tan firme acabara de una forma tan brusca y tajante. La causa fue un incidente del que todavía circulan versiones contradictorias, pero la ruptura fue espectacular.

Ocurrió el 12 de febrero de 1976, en México D.F. Ambos se encontraron en el vestíbulo del teatro Palacio de Bellas Artes. Intercambiaron un saludo y algunas frases y, de pronto, según han contado los testigos que presenciaron el incidente, Vargas Llosa le plantó un puñetazo en plena cara al colombiano. Parece que el escritor peruano exclamó: "¡Esto por lo que le hiciste a Patricia (su mujer) en Barcelona!". Había sido boxeador amateur en su juventud, así que el escritor colombiano quedó con la mejilla y el ojo morados.

¿Cuál fue el motivo? Quizá los celos. Se cuenta que Vargas Llosa y su esposa atravesaban entonces una crisis matrimonial y que ella buscó refugio en García Márquez y su mujer. El escritor peruano malinterpretó la relación de los tres. Se sintió traicionado por su amigo. Y no supo o no quiso contener la ira. Nunca ha vuelto a hablar de ello. Cuando le preguntan, solo responde: "Eso vamos a dejárselo a los historiadores". No volvieron a verse nunca más, ni ellos, ni sus familias, que también quedaron enfrentadas.

Su enemistad fue alimentándose también con sus diferencias políticas -García Márquez defendió la Cuba de Fidel Castro, Vargas Llosa la criticó- y una rivalidad encendida por la prensa y la crítica. Gabriel García Márquez murió en 2014. Mario Vargas Llosa se separó en 2015 de su esposa, Patricia, tras 50 años de matrimonio. Se había enamorado de otra mujer: Isabel Preysler.

García Márquez y Vargas Llosa, dos Nobel enfrentados. / sean mackaoui

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