Inés y Begoña son hermanas. O casi habría que decir que lo eran, porque desde hace una década se comportan como dos perfectas desconocidas. Ambas rondan los 40 y siempre se llevaron bien, hasta que su madre falleció e Inés salió favorecida en el testamento por haber cuidado de ella en sus últimos años. Indignación, peleas, distanciamiento y, finalmente, el más absoluto silencio se instaló entre ellas. Y su caso no es tan inusual: son muchos los familiares y amigos que deciden cortar por lo sano los lazos que los unen y no dan ningún paso para reconciliarse.
¿Cuál suele ser el origen de estos conflictos que se enquistan en el tiempo? "Hay dos temas recurrentes: todo lo relacionado con el amor, como nuevas parejas, divorcios, etc., y con el dinero, herencias, préstamos, deudas... -afirma Eva Perea, coach y mediadora familiar-. Pero, normalmente, no es un gran problema el causante de un distanciamiento, sino la suma de conflictos previos no resueltos que, llegado un momento, por una situación que puede ser insignificante o grave, salen a la luz y provocan la ruptura. Digamos, que es la gota que colma el vaso. Porque si dos personas se llevan realmente bien es difícil que no se den una segunda oportunidad y superen sus diferencias".
¿Quién no se imagina una cena en la que unos amigos de toda la vida e mpiezan hablando de fútbol y acaban echándose en cara cuentas pendientes desde el siglo pasado? La psicóloga Patricia Ramírez resume los motivos en una palabra: decepción."El motivo principal de una ruptura es sentirse desengañado porque esa persona no cumple tus expectativas. Bien porque no te deja dinero, no te hace el suficiente caso, no te valora... Y el grado de decepción depende mucho de tu escala de valores. Si lo que hace la otra persona ataca directamente lo que para ti es muy importante, va a ser mucho más difícil la reconciliación. Por ejemplo, hay hijos que son tremendamente egoístas y creen que ese amor incondicional de los padres implica que renuncien a todo. Quieren que les den dinero, que cuiden de sus nietos, que les apoyen siempre... Y si no lo hacen piensan que les están fallando cuando, en realidad, se trata de expectativas equivocadas".
La escasa flexibilidad ante los cambios también juega un papel determinante. "Todos evolucionamos a lo largo de nuestra vida, no somos seres lineales y, a veces, cuesta aceptarlo -explica Perea-. La persona cambia en sus principios, sus costumbres, su manera de ver la vida o su forma de hablarnos; percibimos que ya no es la que era y aparecen las fricciones: "Tú antes no te comportabas así conmigo", " no te tomabas tan en serio ese tema...". Comienza a haber una no aceptación de la persona en que se está convirtiendo mi amiga, mi padre o mi hermano y las recriminaciones desembocan en ruptura. Por eso la aparición de personas nuevas en un grupo, como un yerno o una novia, puede ser conflictivo. Idealizamos las relaciones para siempre, como la de los amigos del colegio, pero para que funcionen tenemos que estar muy abiertos al cambio".
Voces escondidas. Rupturas familiares en la época adulta, un estudio realizado en 2015 por la Universidad de Cambridge y la ONG Stand Alone, recoge los motivos de 800 personas que dejaron de relacionarse con algún familiar. Y los más frecuentes, tanto entre padres e hijos como entre hermanos, son abuso emocional, desigualdades en los roles familiares, diferencias de personalidad, desatención, enfermedad y un evento traumático. Además, los hijos varones destacan cuestiones relacionadas con la familia política (25%) como el detonante del alejamiento.
Y si describimos una ruptura tipo, en la mayoría de los casos son los progenitores los que inician el distanciamiento, los hijos están en la treintena y se produce en fechas señaladas como Navidad o celebraciones importantes. Otro dato interesante: los hermanos aluden como desencadenante, en un 34% de los casos, al favoritismo de los padres. Un dato: según una encuesta realizada por la Universidad de Oakland (EE.UU.) entre el 66% y el 75% de las madres tiene un hijo preferido. Y eso también sucede con los padres, lo que genera una rivalidad que puede tener consecuencias desastrosas.
"Prácticamente todos nuestros problemas tienen su origen en la infancia -apunta la mediadora familiar-. Y todos asumimos un rol en el grupo, como hijo y como hermano, y en ocasiones llegas a la madurez y ese rol que te han asignado te desagrada. Tú no quieres seguir siendo el que lo hace todo bien, el irresponsable, el triunfador o el soberbio. O crees que a tus hermanos les han favorecido y ese sentimiento, que estaba arrinconado, de repente estalla. Y además siempre planea la duda de que si tu hermano fuera una persona a la que conocieras en la calle tal vez no te gustaría y no mantendrías ninguna relación. Pero lo quieres porque es sangre de tu sangre, como si fuera una obligación. A la familia no la eliges, es un grupo que tiene que ir construyendo unos vínculos emocionales, y no es fácil".
Precisamente, esta es una de las claves para que la ruptura con un buen amigo sea tan traumática: como tú lo escoges, nadie te lo impone y no se tolera la traición. "El círculo de amigos, al igual que la pareja y la familia, se encuentra en el grupo primario del individuo, que es el más duradero y el que más afecto nos proporciona. Forma parte del proceso de socialización y sin él es imposible desarrollar la personalidad -explica el sociólogo Santiago Padilla-. Por tanto, al perder un amigo podemos llegar a sufrir tanto como con una separación amorosa o el alejamiento de un familiar". Y en este punto, Eva Perea hace una distinción de género: " Los amigos suelen distanciarse por las parejas, cambios en el estilo de vida o asuntos económicos, mientras que entre amigas la pérdida de confianza o una deslealtad es lo más difícil de perdonar. Es algo más emocional. Las mujeres tienden a contar intimidades y no soportan que las traicionen".
Que levante la mano quien no se haya peleado en alguna ocasión con un amigo o un familiar. Incluso que le haya evitado por tierra, mar y aire durante una larga temporada hasta que los ánimos vuelven a su cauce. Pero a veces el conflicto va más allá, "se hace bola" y las distancias se tornan insalvables. "Básicamente, depende de tres variables: lo rencorosa que sea una persona, porque hay quien no le cuesta nada pedir perdón pero es incapaz de perdonar y viceversa; la cantidad de veces que el otro te haya desilusionado, porque es probable que no sea la primera; y si aquello en lo que te decepciona es especialmente grave para ti", argumenta la psicóloga Patricia Ramírez.
"El ego y el orgullo es determinante. Y lo que más cuesta es dar el primer paso porque tomar la iniciativa puede percibirse como un síntoma de debilidad -añade la mediadora Eva Perea-. También es probable que ese enfado no sea más que la última manifestación de algo que ya se quería hacer desde hace tiempo. Es decir, te peleas porque el otro te debe una botella de agua pero la realidad es que estabas deseando alejarte de él desde hace 20 años y has encontrado una excusa. Y no le pides perdón porque no lo percibes como una tontería, sino como el resultado de cargar con una mochila llena de reproches".
Vivir enemistado no es fácil. Dejar de hablarte con tu madre o tu mejor amigo acarrea más consecuencias negativas de las que pensamos. De hecho, es algo de lo que no nos sentimos orgullosos y tratamos de ocultar. Pero también un sentimiento que, al final, se convierte en el mejor estímulo para firmar la paz. " Además de estar inmersos en un conflicto, se pierde lo que esa persona aportaba a tu vida y se rompe la imagen idealizada, y equivocada, que tenemos de las relaciones. Y cuando las comparamos con otras que son buenas nos hacen sentir muy mal", afirma Patricia Ramírez.
"En un principio, una ruptura puede ser liberadora: te puedes alejar de esa persona con un motivo justificado. Pero con el paso del tiempo, quieras o no, aparecen los recuerdos positivos que enfatizan la necesidad de rehacer el vínculo. Porque rechazarlo es como rechazarte a ti mismo. Es cierto que hay quien disfruta con esa situación, pero a la mayoría le genera un estado de tristeza, preocupación e insatisfacción constantes", añade Perea.
"La mayoría de las personas que no se relaciona con sus padres o hermanos lo oculta. Está establecido que a tu familia tienes que quererla. La sociedad tiende a señalarte con el dedo por no ser fiel al clan y te exige que justifiques por qué has tomado la decisión de distanciarte. Pero lo cierto es que casi todos tenemos cosas que recriminar a nuestros familiares que, en algunos casos, provocan una drástica ruptura", afirma la coach y mediadora Eva Perea.
"Con algo de pesar y de alivio os anuncio que renuncio a Oasis. La gente escribirá y dirá lo que quiera, pero simplemente no podía continuar trabajando con Liam un solo día más". Con estas palabras Noel Gallagher dio a conocer una ruptura con su hermano que ya dura ocho años. Una separación que ni siquiera se dio una tregua en el reciente concierto celebrado a beneficio de las víctimas del atentado de Manchester.
Parecidos motivos han hecho que los hermanos José María y Nacho Cano tampoco se dirijan la palabra desde hace lustros. Arantxa Sánchez Vicario cortó todo vínculo familiar tras casarse con un yerno no deseado y acusar a sus padres de haberse apropiado del dinero que ganó durante sus años como tenista. Cuestiones sentimentales y económicos también están detrás de la frágil relación que mantienen Carmen Thyssen y su hijo Borja. Nueve años estuvieron sin hablarse Jon Voight y Angelina Jolie por unas declaraciones en las que él ponía en duda la estabilidad mental de su hija. Y la actriz Jennifer Aniston solo consiguió reconciliarse con su progenitora, tras una vida repleta de enfrentamientos, poco antes de que falleciera. "Era muy crítica conmigo. Era una mujer deslumbrante, pero yo no, y creo que todavía hoy no tengo esa luz que ella buscaba en mí", reconocía con tristeza la actriz.
Los hermanos Gallagher. /