Regresar a la casa familiar tras haber vivido en solitario es, para los jóvenes que lo sufren, un fracaso. Lo han intentado y no han podido sentirse adultos independientes, pero vuelven después de haber vivido la experiencia de la autonomía. Los padres, contentos por la independencia de sus hijos, habían empezado a sentirse más liberados de su cuidado y a tener más tiempo para ellos mismos. Toca entonces reaprender a vivir en familia en un momento en que los jóvenes se sienten débiles y su autoestima está dañada.
Esta vuelta a casa está influida por conflictos personales que no han podido resolver. La independencia querida se realizó sin una base lo suficientemente firme como para poder mantenerse. A las dificultades subjetivas, se suman las condiciones sociales que nuestros hijos encuentran en la actualidad para poder mantenerse de forma autónoma.
Porque la realidad es que en nuestro país no resulta fácil independizarse. Según los datos del Consejo de la Juventud, el porcentaje de jóvenes que se mantienen por sí mismos antes de los 29 años bajó el 20% en el segundo trimestre de 2016, debido a las dificultades del mercado laboral e inmobiliario.
Lograr la emancipación y mantenerla les resulta muy complicado a algunos, sobre todo si a las condiciones sociales le añadimos que la maduración psicológica ha sufrido conflictos. La vuelta al hogar familiar se convierte en un refugio, pero también en la señal de su fracaso, ya que sienten que no son capaces de dirigir y pagarse su vida.
Los padres, por su parte, pueden sentirse útiles, pero también cansados y con la idea de que no han podido darles a sus hijos las armas personales necesarias para sostenerse por su cuenta.
Marta le cuenta a una amiga que está preocupada por su hija Sonia. Hace dos años que se fue a vivir con unas amigas, pero perdió su trabajo y ahora se le ha acabado el paro. Además ha roto con su novio y se encuentra un poco triste. El teléfono de Marta suena: es su hija que, la llama para decirle que tiene que no le queda más remedio que volver a casa. "Me da pena -dice Marta-. En nuestra generación nos íbamos de casa y conseguíamos salir adelante, ahora no pueden mantenerse sin nuestra ayuda. ¿Qué está pasando? Mi marido y yo ya nos habíamos acostumbrado a vivir solos, me siento un poco culpable de la pereza que me produce su vuelta, aunque también me alegra que podamos ayudarla. Voy a proponerle si quiere que la ayude económicamente para seguir viviendo fuera hasta que encuentre trabajo. Aunque, tal y como es, no creo que lo acepte". Marta se muestra ambivalente. Por un lado quiere animar a su hija para que se vaya pero, por otro, desconfía de que pueda hacerlo. Por su parte, Sonia quiso demostrarse que podía valerse por sí sola, pero no fue capaz.
El joven que vuelve a casa de los padres tras haber intentado ser independiente nunca se fue del todo. Cuando el deseo de ser autónomo es mayor que el de depender de los padres, no se vuelve o, si se hace, es por poco tiempo. Se regresa al hogar paterno para arreglar cuentas con el pasado en el escenario donde se vivió.
Es cierto que la sociedad ha puesto difícil a los jóvenes independizarse desde el punto de vista material. Los hijos, refugiados bajo el paraguas de los padres, parecen condenados a una adolescencia eterna. Pero, sin negar las dificultades objetivas, algunos conflictos subjetivos que promueve la angustia de los padres ante la separación aumentan la dificultad de los hijos para alcanzar su autonomía. Los deseos profundos de libertad e independencia son necesarios para no volver a casa, pero estos deseos solo se pueden sostener si se ha salido de la adolescencia de modo real y no meramente formal. Si no, la independencia es falsa, se hace un movimiento físico en el espacio, pero no se llega a producir una distancia interna que les permita ser adultos.
El psicoanalista Peter Blos afirma que el adolescente tiene que ejecutar dentro de sí algunos movimientos como:
El segundo proceso de individuación, que consiste en diferenciarse de los padres interiorizados en la infancia.
La continuidad yoica. En el ecosistema psicológico del niño los padres funcionan como extensiones de su "yo". La adolescencia modifica ese estado. Tiene que dejar de ser protegido para protegerse a sí mismo.
Cuando el joven falla en su primer ensayo de independencia, lo más probable es que tanto sus padres como él estén enredados en una madeja que no les deja crecer. Los jóvenes que vuelven a casa regresan a la seguridad infantilizante del hogar paterno.
Cualquier situación puede servir para un crecimiento personal si se sabe aprovechar. La vuelta a casa de un hijo es una buena ocasión para resolver aspectos de la relación que no se habían organizado bien. Un fracaso en su independencia refleja demasiada dependencia inconsciente. Hay que darles responsabilidades para que colaboren en la vida familiar. Los hijos deben respetar el ritmo del hogar mientras estén allí.
Son los jóvenes que nacieron en los 80. Algunos se han visto forzados a volver con sus padres tras independizarse. Es la generación mejor preparada intelectualmente, pero quizá la menos equipada psicológicamente. Con menor tolerancia a la frustración, no pueden sentirse satisfechos porque les cuesta pagarse lo que necesitan para vivir.
20 de enero-18 de febrero
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