La aparición del cuerpo sin vida de Diana Quer pone punto y final a una parte de la historia de la joven que encontró la muerte al volver de una fiesta. Pero durante las últimas semanas se han relatado versiones muy diferentes de lo sucedido y los testigos se han desdicho de las coartadas que habían proporcionado al asesino confeso de la chica.
El imputado, José Enrique Abuín Fraga, de 41 años y conocido como el Chicle, es un viejo conocido de la policía. En su ficha policial aparecen el tráfico de cocaína y una denuncia por violación de su cuñada.
Algunos datos en su historia familiar son llamativos. Se casó con Rosario Rodríguez, cuando ella tenía 16 años y él, 27. Un año después de la boda, la hermana gemela de su mujer le denunció por violación. Por estás fechas, tendría que estar cerca el nacimiento de la hija que tiene con Rosario y que cuenta ahora con 12 años. La familia pidió a la agredida que retirara la denuncia, incluso llegaron a culparla de lo sucedido. La denuncia se desestimó porque no se hallaron pruebas. Cierto, no había pruebas, pero llama la atención que la hermana violada tuviera que irse del pueblo y su palabra no le sirviera ni siquiera a su propio padre.
La familia del Chicle ha dicho de él cosas contradictorias. Por un lado afirman que era un líder que se metía a todos en el bolsillo y que por ello le dieron una coartada para la noche en la que murió Diana. Pero, al mismo tiempo, su propio padre afi rmó: “No tiene cojones ni para matar a una gallina”.
Abuín admitió su crimen cuando supo que su mujer, Rosario, había confesado a la policía que no era verdad que aquella noche hubieran estado juntos. Como hipótesis, podríamos suponer que decidió dejar de cubrir a su marido ante la posibilidad de ir también a la cárcel y dejar a su hija sola. La niña está sufriendo un acoso brutal por parte de algunas personas que la acusan de ser la hija de un asesino, tratándola como una cosa, sin ninguna comprensión para una adolescente inocente que tendrá que soportar toda su vida quién es su padre.
Cuando se muere una hija o un hijo, algo se rompe para siempre, porque eso no está en la secuencia que la mente acepta como inevitable. La angustia y la desesperación atraviesan a una familia cuando se pierde a un joven. Si a esto se le añade que esa pérdida responde a una desaparición, el duelo se hace imposible. Ya nada será igual.
No se puede afirmar que, en casos como este, el duelo sea alguna ver elaborado. Su hija sufrió un daño tan extremo que anula la posibilidad de un duelo normal. Los padres podrán salir adelante, pero la herida seguirá viva aunque se suavice a lo largo del tiempo.
Este caso promueve el deseo de saber lo que ha pasado porque está inmerso en los enigmas que convoca la sexualidad humana, que tiene, en este suceso, una pulsión destructiva y mortífera. Una sexualidad que depende de deseos, fantasías e identificaciones, lo que quiere decir que es fundamentalmente psíquica. ¿Pero qué características psicológicas tiene un violador?
Un violador tiene una estructura psíquica perversa. El rasgo que más destaca es la ausencia de culpabilidad y un total déficit en la responsabilidad sobre lo sucedido. Esto no quiere decir que no puedan demostrar pena si así les conviene porque es lo que haría una persona normal. Lo que impera en el violador es la necesidad de buscar el goce, que obtiene agrediendo sexualmente a su víctima. Ese acto representa para él la mejor forma de sentir sobre otro el poder de una dominación total y de una humillación psicológica extrema. Por eso es importante para el violador que la persona de la que va a abusar esté indefensa.
En la noche del pasado 25 de diciembre, una joven de 20 años fue asaltada en Boiro. La chica grabó con el móvil parte de la conversación que mantuvo con su asaltante. El hombre logró meterla en el maletero de su coche, pero dos jóvenes la ayudaron y escapó.
Con la matricula y la descripción de la chica, no había duda: era José Enrique Abuín, que había sido denunciado por violar a su cuñada e investigado por la muerte de Diana Quer. Entonces, su mujer y sus cuñados le sirvieron de coartada. Esta vez, no, y la compulsión de repetir la violación, no le salió bien.
La forma de actuar suele ser la misma. A su cuñada, según relató esta, y a la joven de Boiro que consiguió escapar de él facilitando su detención, el Chicle las abordó en su coche. Las amenazó con un cuchillo, les quitó el móvil, y las intentó meter en el maletero para después violarlas. En el último caso, abordó a la joven en un sitio por donde pasó gente. Se descuidó, quizá llevado por un sentimiento de omnipotencia provocado por no haber sido acusado de la muerte de Diana Quer: creyó que podía volver a actuar impunemente.
El violador goza cuando transgrede la ley. La familia de José Enrique parece regirse por un orden propio, en el que algunos de sus miembros se saltan con regularidad la ley social vigente: el tráfico de drogas y el robo forman parte de sus actividades. En estudios realizados con violadores en serie aparecen datos como que provienen en general de familias con serias fallas de crianza. En algunos casos, ellos mismos han sido violados o han padecido alguna forma de grave maltrato infantil.
Un amigo de El Chicle le recordaba como un niño del que el resto de los chicos se reían de pequeño. Después se convirtió en un fanfarrón que presumía de tener lo mejor. No siempre un violador en serie tiene este tipo de infancia. Cuando se da, la necesidad de vengarse de lo que les sucedió sobre otros tan indefensos como alguna vez se sintieron ellos, se concreta en el acto de la violación.
Lo más problemático es que muchos violadores no suelen tener cura por la ausencia del sentimiento de culpa. Además de un tratamiento, se hace necesario un estricto control, dado que el riesgo de reincidencia es alto.
20 de enero-18 de febrero
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