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Pesimistas: ¿por qué hay gente que siempre se pone en lo peor?

Hay gente que vive con una marcada tendencia a imaginar desastres. Pesimistas compulsivos, y poco realistas, que sufren inútilmente. ¿Qué esconde esta necesidad de ponerse en la posición de víctima?

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Isabel Menéndez
Isabel Menéndez

Todos conocemos a alguien que se pasa la vida anunciando desgracias. No hablamos de ser precavidos o de tener en cuenta las dificultades que realmente existen para alcanzar el éxito , sino de una inclinación patológica al sufrimiento. O quizá nos sucede a nosotros mismos. ¿Te preocupa o te inquieta el futuro porque imaginas que será malo necesariamente? ¿Tienes un acontecimiento importante cerca y piensas que algo te impedirá llevarlo a cabo? ¿No puedes evitar adelantarte a los acontecimientos suponiendo siempre que sucederá lo peor?

Esta tendencia a negar lo bueno que te pueda suceder y a estar permanentemente esperando el mal es tan misteriosa como difícil de cambiar. Y es misteriosa porque se practica más allá de la voluntad de la persona. Se trata de un síntoma que puede llegar a provocar mucha ansiedad . Sigmund Freud se refirió a ella como una forma de masoquismo moral. Debido a un sentimiento de culpa inconsciente, la persona que la sufre expresa una necesidad de castigo, colocándose permanentemente en una posición de víctima.

Este tipo de ideas, que inquietan y perturban la posibilidad de vivir de una manera gratificante, poseen diversos grados, que oscilan entre la suposición de pequeños tropiezos a la profecía de auténticas catástrofes.

Es lo que le sucede a Marta, que llega nerviosa a su sesión de análisis, que ha comenzado recientemente: “Ayer lo pasé mal. Estaba sola en casa, esperando a Raúl, ya que habíamos quedado en ir a cenar a casa de sus padres –explica–. Se trataba de una cena un poco formal, en la que sería presentada a otros amigos de la familia. Cuando le estaba esperando, me llegó un mensaje de Whatsapp y, al coger el teléfono, me di cuenta de que habían pasado 15 minutos desde la hora en que habíamos quedado. Le llamé, pero no me contestó, y empecé a pensar que había tenido un accidente y en cualquier momento vendría la policía. Mi corazón latía muy deprisa, me ahogaba. Y en ese momento sonó el timbre. Era Raúl, que me pedía disculpas por el retraso. Se había quedado sin batería y no había podido avisarme”.

Marta añade que lo que le pasó el día anterior fue un poco exagerado. Antes entraba con frecuencia en estados de ansiedad imaginando cosas malas. Hacía mucho que no se ponía tan nerviosa, colocándose en el peor escenario posible e imaginando situaciones que no podía controlar. “¿Qué supones que no podrías controlar en estos momentos?”, le pregunta la psicoanalista. “Bueno, me pasa justo ahora, que voy a irme a vivir con Raúl y eso quizá me asusta un poco”, responde Marta.

Lucha interna

Marta apunta a un conflicto que le impide realizar un deseo importante: el de irse a vivir con su pareja . Tiene 33 años y siempre ha aparentado ser una chica muy decidida. Es la pequeña de tres hermanos y la única chica; los otros dos ya se han independizado. Pero Marta no es lo que aparenta. Cuando nació, su padre estaba al borde de la ruina y su madre, muy angustiada, no pudo evitar transmitirle gran parte de su inseguridad. Cada vez que Marta se aventuraba a separarse, su madre se angustiaba y la agobiaba con sus fantasías sobre lo que podía pasarle si no estaba cerca.

Marta compensó su sentimiento de que el mundo era un lugar peligroso con la apariencia de un espíritu fuerte y aventurero. Pero ahora que ha decidido separarse de su familia para irse con su pareja, parece que la niña que fue se vuelve a hacer presente y le mete miedo. Marta se identifica con su madre, a la vez que se siente culpable por separarse de ella y dejar de ser su soporte. Si Raúl desapareciera, no se encontraría en el conflicto, no habría culpa, aunque hipotecaría su vida para seguir siendo el apoyo de su madre y cumplir su deseo inconsciente de ser imprescindible.

La persona que tiende a pensar que algo malo va a pasar no es generosa consigo misma, pero tiene poderosas razones inconscientes para imaginar desgracias. Se impone un freno para la consecución de sus objetivos y aparentemente no logra lo que quiere, pero satisface de esa manera algún deseo inconsciente. Se establece una lucha interna entre una pulsión, que impulsa al bien y a la autonomía, y otra negativa, que trata de impedir el crecimiento y la independencia.

Evitar errores

  • Las personas que imaginan que va a pasar algo malo no se creen merecedoras de alcanzar por derecho propio una gratificación plena. Conviene sugerirles que reflexionen.

  • Colocarse en la posición de víctima corresponde a una estructura neurótica. Son víctimas de esa condición las personas cuyo psiquismo ha quedado atrapado en una protesta que no saben resolver.

  • Cuando el grado de insatisfacción es muy alto, es conveniente un tratamiento psicológico para poder salir de la oscuridad en la que están atrapadas.

Qué podemos hacer

  • La investigación psicoanalítica puso de manifiesto que algunas personas buscan situaciones penosas o se las imaginan con frecuencia. Estos fenómenos, que implican un autocastigo, tratan de aplacar una censura interna y hacen de la persona su propio verdugo.

  • La censura aparece cuando se constituye el “superyó”, que organiza en el psiquismo unas reglas morales que hay que cumplir. Si el “yo” tiene representaciones que le resultan intolerables, las reprime y se castiga por ello. El castigo alivia la culpa, pero condena a vivir atrapado en el conflicto.

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