La mujer ha de poner palabras a sus deseos, a su sexualidad, a sus aspiraciones de trabajo y de libertad . Aparcar sus miedos, analizar sus culpas y seguir creando una sociedad y una cultura más justas y más igualitarias. Pero, ¿cómo caminamos hacia esa meta?
La psicoanalista Annie Anzieu nos dice que ' es propio de la mujer tener un interior invisible y fecundo'. Un interior que crea vida, no solo desde el punto de vista biológico, sino desde el desarrollo del pensamiento filosófico, el arte, la literatura, la ciencia o la política. Es decir, tiene muchos más registros que el maternal.
Ser mujer y ser hombre son representaciones en mutación. No fue lo mismo ser mujer para nuestras abuelas de lo que es para nosotras: ahora trabajamos también fuera de casa, reclamamos salarios iguales a los hombres, hemos liberado nuestra sexualidad y seguimos avanzando hacia ese empoderamiento que trata de eliminar la discriminación. La mujer seguirá conquistando un espacio donde se sienta más cómoda y satisfecha con su vida. Pero para ello tendrá que poner palabras a sus dudas y a sus contradicciones. Porque tomar el camino de la libertad siempre genera compromisos con una misma.
Las posiciones psíquicas que la mujer ocupa hoy se han transformado. Es importante producir una nueva realidad psíquica donde no tenga que reducirse a ser 'madre de', 'hija de' o 'esposa de', lo que permitirá que mañana las mujeres puedan sentirse libres para ser ellas mismas, más allá de las relaciones afectivas y amorosas. La mujer ha de dejar de sentirse culpable por no hacer lo que supuestamente se espera de ella. Pero, para conseguirlo, hay que tener el valor de ponerse en cuestión cuando una se siente atrapada. Algunas mujeres lo hacen. Se preguntan lo que no pueden explicarse. ¿Por qué no pueden, por ejemplo, dejar de repetir funcionamientos que les hacen sufrir? ¿Por qué muchas mujeres maltratadas, en lugar de sentirse víctimas, se sienten culpables? ¿Por qué abandonan sus propios deseos para sostener solamente los de los otros?
Elisa sentía que se había comprometido consigo misma para llegar a realizar sus deseos más importantes: defender la música que tocaba y experimentar su sexualidad rechazando lo que no le gustaba. Se había autorizado a ser una mujer valiosa.
Durante años había sufrido una sutil forma de maltrato: la minusvaloración de su pareja. Lo mismo le ocurría también en el trabajo, donde trataba de complacer a todo el mundo sin pensar en sus propias necesidades.
Elisa era la mayor de cuatro hermanos. Su madre, ama de casa, se había dedicado a cuidarlos. Su padre era un hombre muy trabajador, pero débil y ausente, al que Elisa había idealizado. En lo único en que se había sentido apoyada por él fue en su decisión de aprender a tocar un instrumento, algo que él no pudo conseguir. Y ese era su nexo de unión. En el tratamiento pudo darse cuenta que ella vivía inconscientemente su dedicación a la música como algo que le estaba arrebatando a su padre, y vio que tenía algunos deseos de los que nada sabía y que la hacían sentirse culpable.
Según la psicoanalista Janine Chasseguet-Smirgel, la culpa de la niña en relación al padre no dificulta solo sus relaciones con otros hombres, sino su desenvolvimiento en tareas connotadas con prestigio o poder, ya sea social, artístico o político. En tales casos, la mujer suele asociar inconscientemente que quita ese poder al padre, por lo que prefiere renunciar a él antes que dañar la imagen idealizada que tiene de su progenitor. En el tratamiento Elisa pudo aceptar las fragilidades paternas, y descubrió que no solo le quedaba la música, también otra forma de cuidarse y valorarse, de sentirse bien en la vida. Se comprometió con ella misma.
Se podrá elegir si se tienen hijos o no, si se tiene pareja o se prefiere vivir sola, sin sentir una crítica al salirse de lo que se espera de una mujer.
El maltrato hacia la mujer descenderá, ella tendrá más recursos para separarse de quien la agrede, porque podrá valorarse más y mejor.
El machismo irá decayendo, sobre todo en los hombres porque temerán menos a su lado femenino, y por tanto no tendrán que atacar a la mujer.
Se nombra así a la acción de adquirir poder. La ONU tomó este concepto como parte de uno de los objetivos del milenio para lograr un acceso de las mujeres en igualdad a la educación, el trabajo, la salud, los bienes y la toma de decisiones.
El empoderamiento de la mujer la puede aportar mucho, siempre y cuando se respeten sus diferencias. Si en la búsqueda de la igualdad aplasta lo femenino de su sexualidad, identificándose con el hombre, sale perdiendo. Lo que la diferencia promueve una cultura más justa.
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