Hace unos meses, una escuela de negocios me pidió que impartiera una charla sobre habilidades de comunicación en una conferencia sobre el empoderamiento femenino. Pensé que la mejor manera de transmitir que cualquiera que se lo proponga puede usar la comunicación como una herramienta a su favor era mostrar mi evolución: cómo una joven tímida e introvertida se había convertido en una profesional con una carrera de más de 20 años en una prestigiosa multinacional.
Proyecté una foto de cuando era adolescente. No era difícil creer que me ruborizaba hasta el límite cuando tenía que hablar con alguien, no ya en público, sino de tú a tú. Si el interlocutor era desconocido, la aproximación se convertía en un acto casi heroico. Cualquiera que me conociera entonces y me viera ahora, pondría una cara como el emoticono ojiplático (a ver si la RAE admite este término tan autoexplicativo). Quería demostrar que, si una persona tan vergonzosa como yo consigue transformarse en relaciones públicas, la actitud tiene mucho que ver.
Actitud y determinación son los dos primeros ingredientes de la receta del éxito en casi cualquier empeño. Siguiendo con los emoticonos, un 'Si quieres, puedes', acompañado del símbolo del bíceps, en señal de fuerza. ¡A por ello!
Mi archivo me regaló otras dos fotos de valor incalculable para mi relato. Hace muchos años, en el entorno del Festival de Cine de San Sebastián , nos falló el presentador de un evento en el último momento. La marca cosmética para la que trabajaba entregaba a una actriz el premio al rostro más bonito del cine español. Y ocurrió lo que temía: tuve que hacer de presentadora en un acto lleno de personalidades del cine, periodistas y clientes. La foto de mi cara mostraba dos emociones enfrentadas: por un lado, mis ojos gritaban: 'Me gustaría salir corriendo y quiero que esto acabe lo antes posible'; mientras mi mano, agarrando el micrófono como queriendo anclarme al suelo, mostraba la determinación de otro mensaje: 'Tengo que hacer esto y, por más que me cueste, lo voy a hacer'. La presentación distó de ser ideal, pero salí dignamente del entuerto.
Unos días después, entregábamos otro premio a la mejor maquilladora y me tocó volver al escenario. La segunda foto está a años luz de la primera. La mirada de pánico se había vuelto más relajada, no agarraba con tanta fuerza el micrófono y hasta me permitía el lujo de juguetear con el cable [era casi en la prehistoria en la que los micrófonos tenían cable]. No es que me hubiera convertido en una profesional en menos de una semana, pero sí había ganado la confianza suficiente para afrontar que, si tenía que volver a hablar en público, ya no sería un problema.
Con los años, he perdido la cuenta de las veces que he tenido que hacer presentaciones, dar charlas, impartir clases y subir a escenarios, como representante de diversas marcas, para recibir premios y agradecerlos siempre con su correspondiente discurso. Incluso puede empezar a gustarte. Conseguir algo que creías imposible te alimenta de energía para afrontar todo lo que se te ponga por delante.
Tras desnudarme mostrando mi experiencia, di a los asistentes a aquella charla unas recomendaciones para usar la comunicación como herramienta de empoderamiento. Me llevó un tiempo hacer a una short list con el aprendizaje de estos años. Llegué a la conclusión de que, además de la actitud y la formación, los ingredientes más relevantes están relacionados con la preparación y el análisis.
Uno de los principios del marketing actual dice: 'Fracasa rápido, fracasa barato'. Fracasar es el resultado de intentar las cosas, de innovar, de salir de nuestra área de confort; y eso está bien, es un precio que hay que pagar. Para que ese coste tenga sentido, exprime cada aprendizaje de lo que falló para tratar de convertirlo en un éxito en el futuro.
Si la oratoria y la improvisación no son dos de tus talentos naturales, la primera vez que tengas que hablar en público tienes bastantes probabilidades de que no te salga perfecto. No pasa nada. Analiza qué podrías haber hecho diferente; te irá saliendo mejor en siguientes ocasiones y llegará un momento en que ganes confianza y en que quizás disfrutes de ello, como me pasó a mí. Pero antes de eso, aquí tienes mis recomendaciones para que hablar en público no se convierta en un drama.
Piensa bien qué quieres comunicar. Crea tus mensajes y articúlalos para que tengan un orden lógico, el famoso 'planteamiento, nudo y desenlace'. Asegúrate de que lo más importante queda enfatizado, que el poso que quede es lo que querías transmitir. ¿Te has dejado algo? ¿Queda patente lo más importante? Si no es así, haz una breve recapitulación como final de tu charla para que quede más fresco el recuerdo de lo relevante.
¿Quién te va a escuchar? ¿Has adaptado tu lenguaje a la audiencia a la que te diriges? Ten en cuenta que no se puede contar lo mismo a todo el mundo: si tus oyentes son profesionales de la materia sobre la que vas a hablar, no tendrán problemas en entender una mayor profusión de detalles y jerga. Pero si se trata de personas de otros sectores profesionales, ten cuidado con términos que para ti son habituales pero que ellos no tienen por qué conocer. Si se trata de una presentación a altos directivos, probablemente tengas que ir al grano con las conclusiones sin entrar en demasiado detalle, porque posiblemente no tengan tiempo. Es muy importante pararse a pensar quién te va a escuchar y si necesita introducción o, al contrario, entrar en materia a la velocidad del rayo.
Hace poco escuché que olvidamos el 99% de lo que hacemos cada día. Lo que permanece es aquello que nos genera emoción. Si ya tienes los mensajes adaptados a tu público, puedes pasar la prueba. ¿Quieres sacar nota? Da el salto de 'contar mensajes' a 'crear un relato'. Además de ser más interesante, generará un mejor recuerdo entre tu audiencia. A veces ocurre que tienes el contenido correcto, pero sientes que le falta algo; das una vuelta y se te ilumina la mente, como si una varita mágica diera un toque sobre tus anotaciones. En ese instante te llega con claridad la inspiración del hilo conductor, un hilo mágico que hilvana tus retales y los convierte en una pieza de costura en la que todo encaja, luce mejor y queda rematada con arte y pasa a otro nivel.
No basta con tener las ideas en la mente, escribe la historia y después cuéntala. Contarla en voz alta es un paso necesario para quienes no somos profesionales de la oratoria. A veces sabes lo que quieres transmitir, pero en el momento clave no te sale la palabra precisa. O es impronunciable y tienes todas las papeletas para atascarte y pasar un mal rato. Si ensayas antes, puedes sustituirla por otra o repetirla mil veces hasta comprobar que no te atascas. Si eres valiente y te atreves, puedes también practicar cómo te moverías, andando con naturalidad mientras hablas y mirando a la audiencia para generar una conexión mejor con tus oyentes.
Comprueba si tu discurso entra en el tiempo marcado. Ensaya para ver el ritmo que debes seguir. Si tienes que hablar como una locomotora es preferible eliminar algo o buscar cómo contarlo de forma más breve. Si sales a hablar sabiendo que no tienes ni un segundo de margen, probablemente te aceleres y te falte la respiración. Evita ese riesgo con todos los ensayos que sean necesarios hasta garantizar que todo fluye verbalmente y en tiempos.
¿Desde dónde hablas y dónde se encuentra el público? ¿Tienes una pantalla con alguna imagen de apoyo? ¿Dónde está? ¿La verás bien? ¿Irás pasando tú las imágenes u otra persona? Familiarízate con el mando y los botones. El micrófono ¿es de diadema, de solapa o de mano? ¿Tendrás que encenderlo tú misma? Si no hay micro, ¿qué tono tienes que alcanzar para que se te oiga bien? ¿Vas a estar sentada o de pie? ¿Hay atril? Si sales desde el auditorio, ¿estará el camino despejado? Tener todos esos pequeños detalles controlados te dará mayor tranquilidad.
Interpreta lo adecuado tú misma: tan raro puede resultar ir muy casual en un ámbito formal en el que lo habitual es ir con traje, como ir demasiado arreglado en ambientes más desenfadados. Piensa en algo con lo que te sientas bien y prescinde de lo que te pueda causar preocupaciones innecesarias, desde el adorno que se te engancha con facilidad al pantalón que te aprieta y te hará estar incómoda.
Ya está casi todo. Hemos visto lo que necesitas para sentirte cómoda y tener mayor seguridad, ¿qué tal si pensamos qué cosas podrían quitarte la confianza o ponerte en un aprieto?
Trata de evitarlo, incluyendo tus necesidades básicas, para que no te jueguen una mala pasada. Hidrátate en la justa medida, porque tan malo es tener la boca seca y no poder articular palabra, como haber bebido mucho y que, en el momento de entrar en acción, tengas que salir corriendo al cuarto de baño. Ten en cuenta la comida: si hablas después de un almuerzo, evita comer tanto que una digestión pesada te quite reflejos, pero tampoco caigas en el error de no tomar nada, porque tu cuerpo y tu mente necesitan tener un buen nivel de energía. Si hablas al final de la mañana o de la tarde, ten a mano una barrita energética o unos frutos secos, para que no te dé bajón justo antes de tu momento triunfal.
No tienen porqué suceder, pero si ocurren y los has previsto, saldrás airosa. ¿Y si no funciona el pendrive? Lleva varios por si acaso. ¿Y si no funcionan los audiovisuales o me quedo en blanco? Lleva unas fichas con los principales mensajes para tenerlas delante. ¿Y si preguntan tal cosa? Prepara respuestas a posibles preguntas difíciles. ¿Y si me quedo sin respiración? Finge algo para ganar tiempo, mientras inspiras profundamente llevando el aire a la zona abdominal y lo sueltas despacio contando hasta 10. También es muy socorrido parar y beber un trago de agua, o hacer una pregunta al público y ganar tiempo mientras alguien contesta. Un famoso político, cuando le hacían preguntas difíciles, recurría a sacar unas gafas y ponérselas mientras pensaba en la respuesta.
En futuras ocasiones, repite aquello que te haya funcionado y mejora todo lo que no salió bien. Párate y dedica tiempo a analizar, los aprendizajes son experiencia ganada que te acompañará siempre. En el momento en que lo mecanices, verás que no es tan difícil: como cuando aprendes a conducir, hay que sacarse el teórico, hacer unas prácticas para aprobar, llevar la 'L' durante un tiempo y, al final, lo haces sin pensar.
Enhorabuena, en breve vas a comunicar a velocidad de crucero.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?