vivir
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Encontrarnos con personas que sufren es habitual. Sujetos que no encuentran la relación amorosa adecuada, sufren varias separaciones y continúan eligiendo una y otra vez el mismo tipo de pareja. O personas que se dañan físicamente porque se descuidan y no se sienten a gusto con su cuerpo.
Todos ellos hacen, sin darse cuenta, movimientos que boicotean lo que desean conseguir. Atribuyen al destino lo que les sucede en la vida, pero gran parte de ese destino lo escribe nuestro inconsciente, esa dimensión propia pero desconocida, que se niega, porque reconocerla nos hace sentir frágiles.
Luz se ha ido a vivir con su pareja hace poco. También ha logrado tener un peso normal. Está contenta, pero le ha costado llegar hasta este momento de su vida. Hace tiempo que comenzó una psicoterapia psicoanalítica, porque después de separarse de su tercera pareja había engordado y se encontraba muy deprimida. Se separó porque él había comenzado a beber. El padre de Luz era alcohólico y desapareció de su vida cuando ella tenía tres años. Es casi lo único que sabía de su padre: que era alcohólico y que llegó un momento en el que apenas comía, solo bebía. ¿Cómo pudo, con su historia, enamorarse de un hombre que bebía demasiado? ¿Acaso era una masoquista?
Luz estaba dominada por un complejo inconsciente que pudo elaborar en una psicoterapia. Ese complejo, además de impedirle establecer una relación de pareja duradera, es el que le hizo engordar para afearse y hacérselo aún más difícil. Comía por todo lo que su padre no comió y de este modo se unía a él. Con la repetición de sus rupturas sentimentales, revivía el primer abandono que sufrió por parte de su padre y que su mente explicaba con la idea inconsciente de que él se fue porque ella era mala y merecía un castigo. Eso le hacía castigarse y autodestruirse.
Los impulsos autodestructivos dejan al descubierto parte de la vida inconsciente por la que somos dominados. Muchas personas sabotean su propio bienestar de mil maneras, pero en esas acciones la persona no puede dominarse, porque su “yo” no tiene la suficiente fuerza para protegerse.
La baja autoestima, la poca capacidad para quererse, que hace que la persona se autocastigue porque no se cree merecedora de estima.
Las dificultades para expresar la agresividad o cualquier malestar de forma adecuada, que hace que esa rabia se quede dentro y se dirija hacia uno mismo.
La necesidad exagerada de aprobación, que provoca una dependencia excesiva del otro.
La falta de madurez psicológica.
La necesidad de saldar cuentas con el pasado impide disfrutar del presente. Puede que al identificarse con la actitud destructiva de un padre, como en el caso de Luz, se alivie un dolor antiguo.
Los impulsos autodestructivos tienen relación con sentimientos de culpa, que a su vez se producen cuando guardamos de nosotros una imagen infantil y omnipotente. Los niños se creen los responsables de todo lo que pasa a su alrededor. Y antes de enfrentarse al dolor y al desamparo que producen unos padres que no apoyan a un hijo en las necesidades afectivas fundamentales, muchas personas pueden identificarse con la ineptitud paterna o materna y reproducir así en sus vidas el poco cariño que pusieron sobre él en su infancia.
Si no estamos dispuestos psicológicamente a tolerar frustraciones, se crea una tensión interna insoportable y entonces aparece la tendencia a destruir o destruirnos. La autodestrucción es una vuelta hacia el interior de un impulso que se dirigía hacia otro. Este impulso intenta que la persona deje de sufrir aunque para ello deje de vivir.
Las personas que no toleran las frustraciones suelen haber sido niños que tuvieron que soportar restricciones demasiado altas para la capacidad psíquica que tenían. Tratadas como adultos de niños, se comportan como niños perversos cuando son mayores.
El psicoanálisis denomina así a las situaciones caracterizadas por actitudes que perjudican a quien las experimenta sin que esté implicado el placer sexual. Distingue tres clases:
1. Moral: padecer es lo que importa y da lo mismo de que ámbito provenga ese sufrimiento.
2. Erógeno: está asociado al placer sexual.
3. Femenino: es colocarse como objeto de deseo más que como sujeto. Un concepto en debate, porque es una posición más infantil que femenina.
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